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La Corte decidió quedar a salvo del recorte

Habrá un achicamiento del presupuesto de la Justicia pero
no afectará las retribuciones de jueces y empleados. Parece muy difícil que, sin recortar sueldos, pueda ser significativo el ajuste.

Julio Nazareno, presidente del Tribunal, uno de los siete que votaron a favor de la medida.

La Corte Suprema decidió ayer achicar el presupuesto del Poder Judicial. De todos modos, el recorte tendrá un alcance limitado. Según fuentes del máximo tribunal, sólo afectará a los “gastos administrativos” y dejará intactos los sueldos de jueces y empleados. La resolución autoriza a suprimir o renegociar contratos, eliminar horas extra e interrumpir gastos no esenciales para el funcionamiento de los tribunales. Después de aprobar la medida, los ministros instruyeron al administrador general del Tribunal, Nicolás Reyes, para que adopte “las medidas concretas y puntuales” que permitan instrumentar el ajuste.
En el Gobierno la medida fue tomada con tranquilidad, no causó euforia, aunque tampoco generó rechazos. De todas formas, el Ministerio de Economía siguió de cerca las negociaciones que se sucedían en el Palacio de Justicia. El encargado de monitorear el tema fue el secretario de Hacienda Jorge Baldrich, quien se reunió con Reyes para transmitirle las pautas presupuestarias que regirán para el Poder Judicial de aquí a setiembre. En el Ejecutivo esperaban que la Corte respetara “el techo” que planteó Economía. En ese caso –decían– “el objetivo estará cumplido”.
La Corte aprobó el recorte ayer a la mañana por un margen de siete votos contra dos. A favor votaron Eduardo Moliné O’Connor, Carlos Fayt, Enrique Petracchi, Augusto Belluscio, Gustavo Bossert y Guillermo López, además del presidente del Tribunal, Julio Nazareno. Adolfo Vázquez y Antonio Boggiano, en cambio, lo hicieron en disidencia porque pretendían incluir dentro del tijeretazo los sueldos del Poder Judicial.
En la reunión los ministros analizaron los resultados de un estudio que le habían encargado a Reyes: éste debía detectar qué gastos podían recortarse del presupuesto para poder “acompañar el esfuerzo que los otros integrantes del Estado y la comunidad toda vienen llevando a cabo para recuperar el equilibrio de las finanzas públicas”. Una vez que vieron las conclusiones, le ordenaron a Reyes que suprimiera los gastos para ejecutar “la restricción presupuestaria que la Corte se comprometió a realizar”.
Esa orden, sin embargo, incluyó una recomendación especial para que el ajuste no se aplique sobre las “necesidades básicas que deben ser satisfechas para permitir el normal desenvolvimiento de este Poder del Estado”. De esa forma, los miembros de la Corte hicieron lugar a las demandas de la Asociación de Magistrados y Funcionarios (AMFJ) y de la Unión de Empleados de Justicia de la Nación (UEJN), que se habían manifestado contra una eventual quita salarial.
A primera hora de la mañana, la asociación que agrupa a los jueces había emitido un documento en el que expresaba su alarma ante la “pretensión de otros poderes de afectar el presupuesto, las remuneraciones y beneficios previsionales”. El gremio de los judiciales, por su parte, se había expresado a través de su titular, Julio Piumato, quien denunció que existía un “intento de golpe palaciego” encabezado por Boggiano para aplicar los recortes salariales a magistrados y empleados.
El dinero con el que funciona el Poder Judicial tiene dos orígenes: por un lado, los 650 millones de pesos que provienen del Ejecutivo, por otro los recursos propios que ingresan por la ley de autarquía económica financiera. De todos esos fondos, un importante porcentaje (alrededor del 90 por ciento) se utiliza para pagar sueldos. Por eso, si el ajuste no afecta los salarios, el recorte deberá ser bastante importante en otros rubros, como infraestructura, viáticos, gastos de funcionamiento, viajes, etcétera. De cualquier manera, el Gobierno no descarta que, más adelante, se poden los salarios más altos. En caso contrario, el descontento social contra los jueces sería muy fuerte, por su nivel salarial, por ser el único poder del Estado que no redujo sus ingresos y porque, además, no pagan impuestos.

 

OPINION
Por Eduardo Aliverti

Pegarle a la política

Cavallo guarda violín en bolsa a la hora de llamar por su nombre a las cosas y los cosos que –según sus propias palabras– especulan contra el país. En el Senado, todos están en contra de lo que apoyan. Alfonsín guitarrea como buen radical: llama a un gobierno de salvación nacional y no dice cuáles medidas debería implementar un experimento de esa naturaleza. En síntesis, siguen los aportes de los políticos a la devaluación de la política. Lo grave no es el descrédito personal de estos sujetos, claro, sino la confusión popular que provocan cuando se trata de identificar a los actores primarios de la agonía nacional. La muy creíble encuesta de Zuleta Puceiro, publicada hace unos días por este diario, revela que, a la pregunta de “quién debe hacer el mayor esfuerzo en el programa de ajuste”, un 77 por ciento de ciudadanos contesta que “el gobierno nacional y los dirigentes políticos”. Las operaciones de prensa de la radio de los servicios y sus ejecutantes televisivos; más la prédica cínica de mucho periodismo pretendidamente “progre”; más la generalidad de los medios; más la susodicha autodestrucción de los propios dirigentes siguen ganando la batalla: mucha, demasiada, la mayoría de la gente, cree o poco menos que esto se arregla ajustando senadores, concejales, diputados o funcionarios. Hasta un punto en que mejor no pensar qué ocurriría si se preguntase por la idea de cerrar el Congreso para achicar gastos. De hecho, el partido de Cavallo ya lanzó la de postergar las elecciones y nadie se anima a esas extravagancias si primero no calcula que son aceptables.
Ni los voceros periodísticos de la derecha se animaron a desmentir la cuenta que sacó Rodolfo Terragno. Esto es: que si se cortaran de golpe todos los sueldos “políticos”, desde el Presidente de la Nación hasta el último concejal del último paraje del país, el ahorro no representaría siquiera el equivalente a los intereses de la deuda durante 50 días.
Pegarle a la política es justo, porque está sirviendo para garantizar la injusticia. Pero es gratis. Gratis para los periodistas que de esa forma evitan hablar de los grupos empresarios que los auspician. Gratis para los propios políticos, que eluden así referirse a las medidas que deberían afectar a aquellos mismos. Y gratis para el kiosquero, la tía Tota, el taxista, la dama y el caballero que, en vez de complicarse la vida con tantos números, toman el atajo de agarrárselas con algún pirincho –o no– parlamentario.Si el rumbo conceptual sigue siendo éste se puede firmar ya mismo que no hay salida. Porque al saqueo de los dueños de la riqueza y a la complicidad de funcionarios y políticos en general se los puede combatir. Pero contra la pereza cerebral de las mayorías es casi imposible.

 

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