Por Horacio Bernades
Aunque a la hora de las definiciones
concreten menos de lo que prometen, se sabe desde siempre que el jazz
y el cine se gustan. La mutua atracción registra hitos como las
composiciones de Duke Ellington para films de Otto Preminger, las bandas
de sonido jazzeadas de Elmer Bernstein, algunas jam sessions en películas
de Howard Hawks, la memorable intervención de Miles Davis en Ascensor
para el cadalso y la filmografía entera de Clint Eastwood. Lo que
estaba en falta era el jazz latino, que apenas había asomado, a
mediados de los 90, en Two Much. La película fue una tontería
en la que incurrió el madrileño Fernando Trueba en Estados
Unidos, con Melanie Griffith y Antonio Banderas por duplicado. Había
que esperar hasta la escena final para que morisquetas y corridas dieran
paso a Paquito DRivera y Michel Camilo, improvisando en Miami junto
a varios de sus socios, entre grandes sonrisas y camisas floreadas.
Ese fue el germen de Calle 54, documental en el que el realizador de Belle
Epoque y La niña de tus ojos, repuesto ya del traspié hollywoodense,
rinde definitivo homenaje al género de sus amores. A comienzos
de los 80, escuché por primera vez un disco de Paquito DRivera,
y eso me complicó la vida para siempre, se oye la voz de
Trueba sobre las primeras imágenes de Calle 54. Que se llama así,
porque en esa calle de Manhattan se emplaza el estudio mayor de la Sony.
Allí, reunió y puso a tocar a la plana mayor del rubro.
Funcionando más como productor que como cineasta, Trueba seleccionó,
con ojo de conocedor (es autor de un Diccionario del jazz latino y conduce
un programa radial dedicado al género) a músicos de todas
las generaciones.
El seleccionado así reunido incluye a padres fundadores como Tito
Puente, Bebo Valdés, Cachao y Chico OFarrill, junto a varios
de sus descendientes más jóvenes (la paulista Eliane Elias,
el gaditano Chano Domínguez). En la línea media, leyendas
vivientes, como el citado Paquito, Chucho Valdés o Gato Barbieri.
El resultado es tan gozoso como podía esperarse. Trueba se reserva
el off para presentaciones y comentarios, tajantes como epigramas. En
una de sus últimas presentaciones antes de pasar a peor vida, Tito
Puente es el icono de cabellos plateados del jazz latino.
Michel Camilo, el pianista más brillante de su generación.
Chano Domínguez logró hacer del flamenco y el jazz
una unión celestial. Eliane Elias es el refinamiento.
Más una antología de grandes músicos en acción
que un documental de creación, Trueba planta la cámara en
un estudio algo frío, sabiendo que en cuanto suene el primer compás
se va a calentar. Para eso, qué mejor que el saxo furioso de DRivera,
la cristalina digitación de Chano, la tromba pianística
de Camilo, las bufonadas de Puente y los paseos de Chucho entre el cha-cha-cha,
el repertorio clásico y el swing. Calle 54 es un muestrario casi
completo de los diversos mundos que la etiqueta de jazz latino
apenas alcanza a contener. Rumba, bossa, flamenco, sinfonismo, música
andina, síncopa y los más sofisticados arreglos despliegan
un abanico que nadie sabe dónde empieza o termina. Desinteresado
por el detrás de escena, Trueba se limita a registrar una presentación
tras otra, con paréntesis intermedios. Despojada al extremo, Calle
54 está más en la línea de films musicales como The
Last Waltz o Stop Making Sense que en la de, por ejemplo, Straight No
Chaser, extraordinario documental producido por Clint Eastwood, donde
Thelonious Monk se abstraía, se perdía o desvariaba, entre
tema y tema. En lo que posiblemente sea su mayor acierto de puesta en
escena, el realizador contrapone el calor y color del sonido caribeño
con las calles heladas allá en el norte, transmitiendo en imágenes
la idea misma de extrañamiento. Tras la aparición del Gato
Barbieri, a quien no se le hace fácil hilar recuerdos, sobrevienen
dos verdaderos acontecimientos: los sucesivos dúos entre Bebo Valdés
y su hijo Chucho (¡Chico, estás cada día más
gordo, pareces un sapo!) y entre Bebo y Cachao, viejos camaradas
de armas. Ambos confirman que no se necesita más que un piano y
un bajo para desatar el más exuberante chaparrón tropical,
en medio de un estudio frío, seco y pelado.
PUNTOS
HOY
EXHIBEN OPERACION MASACRE
En homenaje a Walsh
Operación Masacre, versión
fílmica de la investigación periodística del escritor
Rodolfo Walsh, que reveló los fusilamientos de inocentes a manos
de militares y policías en un descampado de José León
Suárez en 1956, será proyectada hoy, con entrada gratuita,
en una sala de la Capital Federal. La proyección, que se inscribe
en las Jornadas de Cine Nacional auspiciadas por el Museo del Cine Pablo
Ducrós Hicken, contará con la presencia de Patricia Walsh
y Greta Gleyzer, quien leerá en público la famosa Carta
abierta a la Junta Militar, que Walsh difundió el 24 de marzo
de 1977, un año después del último golpe militar.
El homenaje a Walsh, desaparecido el 24 de marzo de 1977 tras escribir
su famosa denuncia de los crímenes y abusos de la Junta Militar,se
concretará desde las 20, con entrada libre y gratuita, en el microcine
ubicado en Maipú 72.
La película, dirigida por Jorge Cedrón y basada en el libro
de Walsh, contó con elenco que incluía a Norma Aleandro,
Walter Vidarte, Ana María Picchio, Carlos Carella y Víctor
Laplace y con la narración de Julio Troxler, uno de los sobrevivientes
de la masacre. Mi película se propone una versión
más realista de ciertos hechos de nuestra historia que la que podría
ofrecer nuestro cine comercial, declaró Cedrón cuando
participó en 1972 en el VIII Festival Cinematográfico de
Pesaro, Italia. Se plantea a sí misma como un tema de discusión.
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