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“ENCUENTRO NACIONAL DE NARRADORES”, EN SANTA FE
“Hacen libros como chorizos”

En la Feria de Libro santafesina
un grupo de escritores comenzó el miércoles un debate a fondo sobre el auge de las novelas históricas y el rol de los narradores en una sociedad cercada por las urgencias.

Miguel Russo, María Esther de Miguel, Leopoldo Brizuela e Isabel Molinas, en la Feria Provincial del Libro.

Por Karina Micheletto
Desde Santa Fe

Alguna vez Santa Fe fue bautizada ampulosamente “la Atenas de Sudamérica”. Corrían los años 60 y un intenso movimiento cultural agitaba las aguas de la ciudad. Al frente estaba el Instituto del Cine de la Universidad del Litoral, en el que Fernando Birri cocinaba Tire dié y sentaba las bases del movimiento de cine documental junto a Nicolás Sarquis, Gerardo Vallejo, Jorge Goldemberg y Adelqui Camusso. En literatura estaban Juan José Saer, Hugo Gola, Hugo Mandón. En plástica, el Grupo Litoral marcaba tendencia. En la música surgían Carlos Guastavino, los hermanos Maraño, Ariel Ramírez. El director de Cultura de la provincia era un jovencísimo Paco Urondo. “No creo que lo de ‘Atenas de Sudamérica’, un mote que inventó Bernardo Canal Feijoó, haya sido exagerado. Esto ocurría en todo el país, pero aquí se concentraba un grupo de gente que hacía punta”, recuerda José Luis Volpogni, director del Centro de Publicaciones de la Universidad del Litoral.
Para Volpogni y para los organizadores de la Feria Provincial del Libro, lo que está ocurriendo en estos días continúa esta tradición cultural de Santa Fe. Esta Feria, que apuesta a consolidar un mercado librero local incipiente, comenzó hace veinte años como una modesta feria infantil ambulante, y hoy cumple su séptima edición profesional. Se transformó en el lugar en el que se reúne la producción cultural de Santa Fe, y este año espera superar los 30.000 visitantes del año pasado.
En el marco de este evento, la Universidad del Litoral organizó un “Encuentro Nacional de Narradores”, que entre el miércoles y ayer reunió a Leopoldo Brizuela, María Esther de Miguel, Andrés Rivera, Eduardo Belgrano Rawson, Guillermo Saccomano, Silvia Iparaguirre y Juan Forn. Brizuela, quien luego de ganar el premio Clarín de novela en 1999 entró por la puerta grande al mundo editorial, se encargó de aclarar que las universidades argentinas no suelen incluirlo en encuentros como este. “La academia tiene su canon, muy fuerte y cerrado. Por principio, un escritor reconocido por el mercado no pertenece a su mundo. La universidad sólo está interesada en lo que le enseñaron a buscar, aquello sobre lo que puede verificar su teoría”, disparó el autor de Inglaterra, una fábula. “El problema es que la literatura que acepta es la de los autores muertos, no hay una conexión con quienes producen en el mismo ámbito. Los estudiantes de Letras no imaginan que quienes hacen literatura pueden estar sentados en el mismo bar que ellos”, agregó.
Durante la primera jornada del encuentro, coordinado por el periodista Miguel Russo y por Isabel Molinas, directora del Departamento de Letras de la UNL, Brizuela y De Miguel destacaron la labor del Centro de Publicaciones de la Facultad, que editó las obras completas de Juan L. Ortiz, Hugo Padeletti y Mateo Booz, entre otros, y abordaron los conceptos de “cruce de géneros” y de “novela histórica”. “El género narrativo característico de cada sociedad es aquel que describe la vida de los ciudadanos tal como la concibe la élite que dicta las leyes”, comenzó Brizuela. “Es obvio que muchos han sentido, desde siempre, que vivir de acuerdo con la ley les acarrea sólo mutilación y dolor, y que la única forma de librarse de ese dolor es encontrar palabras para nombrarlo. Nombrar ese dolor, así, es imaginar otra ley y otro mundo posibles, y para decirlo con una palabra lamentablemente devaluada, imaginar una utopía. En el origen de toda literatura está este propósito político”, continuó, aclarando que “no se trata simplemente de revelar una experiencia que la historia oficial quiso dejar oculta, como suelen promocionar las contratapas de las novelas históricas. Se trata, sobre todo, de la convicción de que esas experiencias inexpresadas o secretassólo pueden designarse por una lengua nueva, de acuerdo con las leyes de un género nuevo.”
De Miguel, que en sus novelas construyó personajes basados en Juan Manuel de Rosas, Urquiza o Belgrano, renegó del concepto de “novela histórica”. “Me enfurezco cuando me llaman historiadora, y me gusta poco cuando dicen que soy novelista histórica. Soy escritora, y mi tarea es traducir lo intraducible, tomar la realidad para transformarla”, afirmó la autora de El general, el pintor y la dama. “En todo caso, uno trabaja con el historiador y no con la historia, se da cuenta de que esa historia única e irrefutable que presenta podría haber sido contada de otra manera”, completó Brizuela. “La pretensión de contar la historia por medio de una novela sería la de redactar otro saber. Lo que a mí me entusiasma, y lo que creo que puedo aportar desde la literatura, es lo que las crónicas no dicen, las hipótesis con las que puedo completar los datos aislados.”
Frente a la reciente proliferación de novelas históricas, De Miguel se refirió al problema de las obras por encargo: “Los libros salen como chorizos, se escriben novelas con temas que no dan más que para un artículo de revista. Lo de García Hamilton, por ejemplo, que toma un elemento ridículo de una viejita gagá para construir un argumento, me parece poco serio”, opinó la escritora. Brizuela agregó que habría que preguntarse por qué se ha producido este reciente interés de los lectores por los personajes del siglo XIX. “Quizás están buscando reencontrarse con la utopía, con los personajes que planteaban que las cosas pueden ser diferentes. Quizás están buscando revolucionarios”, opinó.

 

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