Por Esteban Pintos
Para empezar a conocer y entender
la música que el inglés Courtney Pine mostrará por
primera vez al público porteño hoy y mañana
a las 23, en La Trastienda, sería necesario intentar un pequeño
ejercicio melómano, en donde los nombres y los géneros se
crucen hasta formar un cóctel exquisito y, si se lo consume con
buena predisposición y en la dosis aconsejable, definitivamente
embriagador. Pero, además, habría que jugar con algunas
imágenes desfasadas temporalmente. Entonces, ahí está
John Coltrane enfundado en baggys de esos que arrastran su botamanga por
el piso y no requieren cinturón, metido en una campera de paño
bien holgada, por supuesto que a su vez cubre una remera de
colores vivos.
Puesto el uniforme, el ejercicio debe continuar por la música:
un saxofonista de formación clásica, pero con el suficiente
arrojo y talento como para caminar territorios tan atractivos como desconocidos,
dibujando solos pasados de todo, por encima de una base provista por máquinas
y un Dj pertrechado de una buena cantidad de vinilos de soul, R&B
y demás músicas negras de los 60 y 70. Este
John Coltrane 2001, definitivamente imbuido de la cultura hip hop dominante,
puede contar también con cantantes invitados que, graduados con
los mejores promedios en las academias del soul clásico alla Marvin
Gaye, brillen por encima del batido sonoro. El histrionismo y la calidad
en la interpretación por parte de cada uno de los acompañantes
de esta invención imaginaria del gran JC, está descontado.
Todo lo expuesto anteriormente puede resumirse en un nombre y apellido:
Courtney Pine.
Pine es el saxofonista más importante que haya aparecido en la
escena jazz y sus derivados en el Reino Unido de la Gran Bretaña
en las últimas dos décadas. Exhibe una sólida trayectoria
en la que cuentan diez discos solistas, colaboraciones con estrellas como
Madonna, Mick Jagger y Sting en calidad de sesionista de lujo, activa
participación en el proyecto Jazzmatazz del rapper Guru decir
que esta serie de tres discos inventó el acid jazz no es una exageración
y una constante e inquieta búsqueda del sonido perfecto que combine
pasado y futuro. En este tiempo, sin embargo, su carrera tiene un antes
y un después de la edición, en 1995, de Modern Day Jazz
Stories, con un seleccionado de nombres que reafirman el concepto clasicismo
+ vanguardia = calidad.
En este rincón, Charnett Moffett (bajo), Geri Allen (piano) y Ronnie
Burrage (batería), más allá los Djs Pogo y
Sparki, heraldos representantes del hip hop inglés, más
acá Cassandra Wilson poniendo la voz en la canción Ive
known rivers, y en el otro rincón el colectivo 4 Hero y el
pequeño gigante Roni Size a cargo de las remezclas de esa misma
canción. Modern day... no pudo menos que impactar a crítica
y pública, pero a la vez significó para Pine el definitivo
despegue hacia el espacio exterior del jazz. John Coltrane se miró
al espejo y vio que no le quedaban tan mal las ropas de la Nación
Hip Hop. La presencia de rappers como energizantes vocales y la intromisión
consentida de quienes representan mejor que nadie el drumnbass
acústico 4 Hero, hip-hopeado y electrónico Roni Size,
posibilitaron la ignición. No es posible pensar la música
actual de Courtney Pine sin la combinación de esos y otros nombres
representando nuevas vertientes del tronco madre del jazz. ¿Qué
son, si no, el hip hop y el drumnbass? Evoluciones tecnológicas
que no pierden el alma de una música definitoria del siglo XX.
A partir de ahí, el hombre del saxo no dejó de incursionar
en estos nuevos territorios y cada uno de sus discos posteriores tres,
los nuevos Underground y el reciente Back in the day, con el de remezclas
Another Story sobre canciones de Modern day... en el medio, además
de sumar pequeños hitos a su trayectoria. En todo este tiempo,
Pine fue candidato al prestigioso Mercury Prize (el Grammy de la música
inglesa), puso en el aire dos programas de radio en la BBC (Courtney
Pine Jazz Crusade), participó de los más importantes
festivales europeos, colaboró con la vanguardista The Phoenix Dance
Company en un espectáculo que combinóvanguardia de ambas
artes, registró un documental en Sudáfrica con músicos
de aquel país y se embarcó en el Courtney Pines Global
Jazz Tour, la gira mundial que ahora esta noche lo deposita en un escenario
de Montserrat.
Dice el protagonista de semejante actividad: Viajar es aprender,
y tocar música hace mucho más placentero cualquier viaje.
En estos viajes aprendí que donde una cultura se detiene comienzan
todas las demás, y así hasta hacerse infinita la búsqueda.
Este tipo de experiencias enriquecieron mi alma y creo que también
lo hicieron con mi música. Estamos viviendo una era dorada, y podemos
considerar que nuestra casa es el mundo. Adonde me conduzca la vida, a
golpear las puertas de otras culturas, agradezco al creador y quiero inhalar
el aire de este planeta que llamamos tierra. Sí, probé sushi
y bailé en Soweto (Alejandría para ser exacto), caminé
por las calles de Nueva York, pasé una noche sin dormir en Escandinavia,
sobreviví a la Montaña Espacial de Disneylandia y pude escribir
una carta desde mi computadora personal, sentado frente a la torre Eiffel.
Para este músico, viajar resultó una placentera, peligrosa,
dichosa, sensitiva y fantástica aventura que espero no se detenga
nunca.
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