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La vacuna que abre la expectativa
en la lucha contra el Alzheimer

Fue desarrollada en Estados Unidos y ya dio buenos resultados en ratones. Y ahora será probada en grupos humanos masivos. El efecto que produce es disminuir el deterioro del cerebro.

Beatriz Berg es la presidenta de ALMA, la Asociación de Lucha contra el Mal de Alzheimer.

Por Pedro Lipcovich

Comenzarán los ensayos de vacunas contra el Mal de Alzheimer sobre grandes grupos de seres humanos. La noticia puede sorprender, ya que esta enfermedad del cerebro no es infecciosa: pero la vacuna consigue que el organismo reaccione, ante una de las sustancias que causan el deterioro de las neuronas, como si se tratara de un microbio que debe ser destruido. Las vacunas dieron excelentes resultados en ratones y una de ellas, en estudios preliminares sobre seres humanos, se mostró promisoria. Se espera que pueda prevenir parcialmente la enfermedad, reducir los síntomas y demorar su curso. Esto ya sería muchísimo en un mal que es hasta ahora incurable, cuyas causas se desconocen y que afecta a uno de cada diez mayores de 65. Existen sin embargo formas de paliar los síntomas y aliviar el sufrimiento de pacientes y familiares, y Página/12 averiguó qué medicamentos sirven y en qué medida. El remedio más difícil de conseguir, y el más importante, resultó ser: no segregar al paciente de la vida familiar y social.
La nueva vacuna fue desarrollada por un equipo de investigadores de la New York University School of Medicine, dirigido por Thomas Wisniewski, quienes presentan sus resultados en la última edición del American Journal of Pathology. Para prepararla, contaron con unos ratones que no existen en la naturaleza: se les había implantado un gen para que, en su cerebro, se produjeran las placas características de la enfermedad de Alzheimer, formadas por acumulación de la proteína “beta amiloide”: estas placas reducen las conexiones entre las neuronas en las regiones de la memoria y el aprendizaje.
La vacuna consiste en inyectar esa misma proteína de tal manera que el organismo produzca, contra ella, anticuerpos que atacarán aquellas placas. A los ratones transgénicos se les administró la vacuna cuando tenían 11 meses de edad y ya presentaban las placas patógenas. Siete meses después, los investigadores examinaron sus cerebros y encontraron que los depósitos nocivos se habían reducido entre el 81 y el 89 por ciento. “Estos efectos, impresionantes, nos dan muchas esperanzas de que la vacuna funcione en humanos”, se exaltó Wisniewski.
La vacuna de la universidad pública neoyorquina se agrega a otra, de la empresa privada Elan Corporation, diseñada sobre la misma base científica. Esta fue probada ya sobre un pequeño número de pacientes en Estados Unidos y Gran Bretaña “y demostró seguridad: no causó otros problemas que el dolor en el lugar de la inyección”, según Ivan Lieberburg, director médico de la empresa. Esto habilita la posibilidad de ensayos clínicos sobre grupos más grandes, para evaluar la eficacia del fármaco.
De todos modos, “la vacuna sería un paso importantísimo pero no equivaldría a la cura de la enfermedad, porque el Alzheimer, además de formar placas entre las neuronas, causa modificaciones patológicas adentro de ellas”, observó para este diario Roberto Sica, titular de neurología en la UBA y jefe de ese servicio en el Hospital Ramos Mejía.
El mal de Alzheimer afecta a una de cada 10 personas mayores de 65 y una de cada dos mayores de 85. Es una enfermedad progresiva pero su evolución varía según cada paciente. El síntoma inicial característico son los trastornos en la memoria reciente. Carlos Mangone, profesor en la UBA y en el servicio de neurología del Hospital Santojanni, destaca que “no hay que suponer que los olvidos habituales son ‘cosa de la edad’: justifican la consulta al especialista”.
Esa consulta puede conducir a un tratamiento que mejore la calidad de vida del paciente. Hasta ahora, los únicos medicamentos específicos para el mal de Alzheimer son los que ayudan al organismo a mantener una buena cantidad del neurotrasmisor llamado acetilcolina, que favorece las funciones de memoria, concentración y aprendizaje. Uno de estos remedios, la galantamina, es de reciente introducción, y algunos medios masivos laanunciaron como un nuevo abordaje terapéutico. Vale la precisión que formuló a este diario Ricardo Allegri, jefe de neurología en el Hospital Zubizarreta: “La galantamina es uno más de la familia de medicamentos que ayudan a los pacientes a generar más acetilcolina. Los otros dos, que existen desde hace años, son la rivastigmina y el donepecil. Todos son buenos: al haber tres, si uno produce efectos adversos, se puede intentar con otro”. La rivastigmina está incluida en el vademecum de PAMI y los otros requieren trámite especial del afiliado.
Según el National Institute of Neurological Disorders and Stroke, dependiente de los National Institutes of Health de Estados Unidos (www.nih.gov), esos medicamentos pueden ser efectivos sólo “en los grados moderado a medio de la enfermedad” y, en cualquier caso, “no hay cura para el mal de Alzheimer y no hay manera de enlentecer la progresión de esta enfermedad”.
Marciano querido
Pero no es sólo cuestión de medicamentos. Osvaldo Genovese, titular del sector Deterioro Cognitivo del Servicio de Neurología del Ramos Mejía, destaca que “además, está demostrada la importancia de la estimulación cognitiva, para que el paciente pueda preservar la mayor cantidad de información y mantenerse activo. Llegado el caso pueden intervenir terapistas ocupacionales o personal adiestrado, pero también el médico puede sugerir a los familiares actividades con el paciente, desde juegos de cartas o de estrategia hasta facilitarle que lea el diario. Lo importante es no mantenerlo aislado; integrarlo”. Es claro que los efectos de integrar a una persona y dejar de aislarla van más allá de lo “cognitivo”.
Convivir con alguien que padece Alzheimer puede ser duro, y muchos familiares se han juntado en la Asociación de Lucha contra el Mal de Alzheimer (ALMA: 4671-1187; www.alma-alzheimer.org.ar). “Tenemos grupos de apoyo, charlas informativas y dirigimos a la gente a los hospitales públicos donde se atiende esta enfermedad”, contó Beatriz Berg, su presidenta. Ella admite que “al principio, tener un pariente con Alzheimer es como si a uno le hubieran metido un marciano en la casa: la persona que uno ama de toda la vida empieza a ser diferente, tiene cambios de conducta, olvidos, uno no sabe qué pasa ni qué hacer”.
“Además –agrega Beatriz Berg–, los pacientes mismos sienten que les pasa algo que no saben qué es, y a veces tratan de disimularlo, incluso con picardía. Por ejemplo, él ha ido hoy al cine y uno le pide que cuente la película: ‘Ahora no pero después te la cuento...’, contesta. Lo mejor es aprender a tomar estas cosas con humor; si no, la situación llega a ser devastadora. Y la familia no siempre está preparada para soportar la situación. Es frecuente que termine quedándose a cargo una sola persona, mientras los demás se van borrando”, comenta la titular de ALMA, cuyo padre sufrió la enfermedad. La Asociación Internacional de Lucha contra el Alzheimer fue fundada en 1984 por la hija de Rita Hayworth, actriz que había padecido el mal.

 

El gen de la pobreza

Por P.L.
Se descubrió un “gen” que la enfermedad de Alzheimer comparte con muchas otras: el de la pobreza. La relación entre la frecuencia del mal de Alzheimer y la condición social de los pacientes se advirtió casi por casualidad, cuando investigadores de la Universidad de Washington se preguntaron si su aparición podía vincularse con el tamaño de las familias.
Examinando 800 personas mayores de 60, encontraron que los que habían pasado su infancia junto a cinco o más hermanos tenían 39 por ciento más de riesgo de enfermar que quienes habían tenido menos de cinco hermanos.
Pero “los chicos de familias más grandes suelen tener los niveles socioeconómicos más bajos –observó Victoria Moceri, del equipo investigador–. Las carencias en el desarrollo temprano puede estar en relación con la enfermedad, ya que las áreas del cerebro que tardan más en madurar son también las primeras en ser afectadas por el Alzheimer”.
En cuanto a determinaciones genéticas propiamente dichas, hay por lo menos tres grupos de genes vinculados con la predisposición al mal de Alzheimer.

 

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