Por Juan Jesús
Aznárez
¡Acción!.
Frida Kahlo humedece la lengüeta del sobre, y, melancólica,
desvía la mirada al cerrarlo. ¡Corten!, ordena
Julie Taymor, la directora de Frida, película que se acaba de rodar
en México. El recorrido de la lengua se repite hasta ocho veces.
Are you ready Salma?, inquiere Taymor. La mexicana Salma Hayek
está lista, dispuesta a repetir la escena cuantas veces sea necesario.
No en vano es la producción de sus sueños, una película
sobre la vida de una compatriota que la tiene fascinada desde hace años.
Much better, dice Taymor con un gesto de satisfacción.
Se rueda la peripecia de Frida Kahlo artista, mujer o esposa contada desde
su propia subjetividad, no con un perfil documental. Es, además,
la segunda vez que la vida de Frida inspira un proyecto cinematográfico.
En 1983 Ofelia Medina interpretó a la pintora en Frida: naturaleza
viva, un film dirigido por Paul Leduc.
Los estudios cinematográficos Churubusco, situados en una esquina
del Distrito Federal de México, bullen en español e inglés,
en sus paredes se reproducen frescos y en las estanterías se acumulan
los tarros de pintura. La cámara enfoca, a 30 centímetros,
los labios rojos y humedecidos de Frida Kahlo (1907-1954), una mujer que
fue apasionada y turbulenta, adelantada a su tiempo, casada con el pintor
Diego Rivera (1886-1957), con quien compitió en talento y compromiso
social.
El era un mujeriego empedernido, y ambos, comunistas. Aquella mujer fue
bisexual, tenía relaciones con mujeres abiertamente, frente a su
marido a veces, y era valiente, y libertina a su manera. Sostuvo un discreto
romance con el político ruso exiliado León Trotsky, perseguido
entonces por la dictadura de Stalin. Su nieto estuvo en México
durante el rodaje. Para Frida, la lealtad fue más importante que
la fidelidad en el matrimonio. Ella era capaz del amor incondicional,
al que es tan difícil llegar, dice Salma Hayek.
La película narra la historia de dos mexicanos de trayectorias
singulares, convertidos casi en leyenda. El guión es de Hayden
Herrera, y Julie Taymor dirige la película, en la que numerosos
amigos de Hayek, entre ellos Antonio Banderas, intervienen con pequeños
papeles, más que nada para ayudar a la veracruzana de 33 años.
El actor australiano Geoffrey Rush, ganador del Oscar al mejor actor,
por Claroscuro, interpreta a Trotsky. El film es en inglés, con
algunos giros en español, como cuando la protagonista llama panzón
a su esposo, y éste le dice a ella friduchita o corazón.
Dolores Olmedo, responsable del fideicomiso que guarda buena parte de
las obras de Diego Rivera, pidió 100.000 dólares a la actriz
Jennifer López para permitir la utilización de algunos cuadros
de los que es propietaria. No se los dieron. También reclamó
lo suyo a la productora de Salma Hayek, pero hubo un largo regateo y finalmente
se llegó al acuerdo. Dolores me dijo que yo era la única
persona en el mundo a la que le confiaba hacer la película. Tengo
la madurez perfecta para hacerla, subraya la mexicana después
de almorzar en el bufet de los estudios. Agua natural y nada de
grasa, por favor, pide especialmente al cocinero, que se apura para
cumplir el pedido.
El británico Alfred Molina, de 48 años, vive en Los Angeles,
y habla bastante bien la lengua de Cervantes. Leyó mucho sobre
Diego Rivera, uno de los mejores pintores mexicanos de todos los tiempos.
Engordó 15 kilos para parecerse al maestro, y le aumentaron la
nariz con un postizo para emparejarla. Me he zambullido en su obra,
visité exposiciones en América y Europa, y hablé
con mucha gente que lo conoció. Me siento penetrado por el espíritu
de Diego. Lo más difícil es simular que sabe pintar.
Definitivamente no tengo cualidades para la pintura. Lo dijo
muy claro el primer día. Un equipo de profesionales le enseñó
a manejar el pincel.
Rivera creía en el matrimonio, de hecho se casó tres veces,
pero a la antigua. Era muy convencional. Con una esposa, él
podía trabajar, mientras ella se dedicaba a la cocina, y a los
hijos. Era lo normal en aquellos tiempos. La protagonista ha empujado
durante seis años el proyecto concretado ahora por Miramax Films
(en coproducción con Triamark Pictures y la mexicana Ventana Rosa,
propiedad de Hayek) y debió vencer la competencia de otras aspirantes.
Fue muy duro, muy duro, muy difícil. He estado con diferentes
compañías. Pero en este momento ya no me acuerdo. Estoy
tan feliz haciéndolo, que se me olvidaron las pesadillas, las noches
llorando, las depresiones y los pleitos. Incluso después
de tener todo en la mano, siguió llorando, aunque esta vez de emoción.
Veía a cualquiera y lloraba. Agarraba el pincel y lloraba.
Estaba inservible.
Los estudios Churubusco reconstruyeron las habitaciones de la casa donde
vivió el matrimonio, colgó varias réplicas de sus
obras, edificó un jardín interior, y el equipo se desplazó
a barrios del Distrito Federal, entre ellos el colonial Coyoacán,
San Angel, y otros históricos de México. Algunos exteriores
fueron filmados en Teotihuacán, con la Pirámide de la Luna,
el Palacio de los Jaguares, y la Calzada de los Muertos. Se le pregunta,
en definitiva, por qué eligió a Taymor como directora, y
responde, tajante: Porque es mujer, es artista y tiene ojos surrealistas,
entiende esa parte de Frida que es para adentro.
Una sorpresa en La
Habana
El escritor colombiano Gabriel García Márquez entregó
ya a su editorial las primeras mil páginas de sus memorias,
según contó en La Habana, donde está de vacaciones.
García Márquez recordó su intención
de escribir otros dos tomos de sus memorias, y que en este primer
volumen resume recuerdos que abarcan desde que abrió los
ojos en su natal Aracataca hasta la publicación de la novela
La hojarasca. El premio Nobel de Literatura llegó sorpresivamente
el pasado miércoles a la redacción del semanario Granma
Internacional. Los diarios Granma y Juventud Rebelde recogieron
la anécdota del encuentro de García Márquez,
que tiene una casa en La Habana, con colegas con quienes compartió
en los años 60 los avatares del periodismo en la agencia
Prensa Latina. Juventud Rebelde subraya que vio a un García
Márquez fresco y saludable, contento y con un desenfado
que no disimula. Durante la visita, el autor de Cien Años
de Soledad mantuvo su habitual actitud de renuencia a las entrevistas
pero sostuvo un ameno diálogo con quienes estaban en las
redacciones.
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