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ARAFAT RECLAMA EL DESALOJO DE LAS FUERZAS ISRAELIES
La Casa de naipes de Oriente

La sede de los palestinos en Jerusalén oriental, ocupada por fuerzas israelíes en represalia al mortífero atentado del jueves, es el eje de un nuevo forcejeo diplomático con participación de Estados Unidos.

Hanan Ashrawi, ex ministra palestina, es empujada por policías israelíes con otros manifestantes.

La Casa de Oriente se convirtió ayer en el epicentro del conflicto palestino-israelí. A dos días de su ocupación por parte de Israel en represalia por el atentado del pasado jueves en Jerusalén, la Autoridad Nacional Palestina desató una ofensiva diplomática para forzar su desalojo. Yasser Arafat envió cartas a los principales gobiernos del mundo exhortando a una intervención de la opinión pública internacional para no agravar el conflicto y el líder de Al Fatah más cercano a Arafat, Marwan Barghuti, convocó a una huelga general en los territorios palestinos para mañana. Ariel Sharon, por su parte, justificó la medida ante Estados Unidos por tratarse de una acción política y no estrictamente militar. Sin embargo, el ministro israelí de Seguridad Pública, Uzi Landau, advirtió que no está claro cuánto tiempo podría durar una política basada en la compostura. Mientras tanto, continuaron las manifestaciones palestinas frente a la Casa de Oriente y fueron reprimidas por la policía israelí.
La Casa de Oriente es el símbolo de las aspiraciones de un Estado palestino con centro en Jerusalén oriental y, a la vez, es la “bestia negra” del ala derecha del gobierno de coalición nacional israelí. Su ocupación fue decidida por el gabinete reducido israelí para asuntos de seguridad, presidido por Ariel Sharon –líder del partido derechista Likud–, con el voto en contra de tres de los cuatro ministros laboristas que integran el “Gobierno de unidad nacional”. Ayer, la sede volvió a ser rodeada por cientos de palestinos que fueron reprimidos por la policía israelí cuando intentaron romper los retenes policiales. Once personas fueron arrestadas: tres palestinos, seis estadounidenses, un francés y un danés. Entre los manifestantes se encontraba la portavoz de la Liga árabe y miembro del Consejo legislativo (Parlamento) palestino, Hanan Ashrawi, acompañada por una decena de personalidades políticas. Ashrawi había denunciado lo “peligroso” de la ocupación por ser capaz de “hundir a toda la región en un nuevo conflicto o ciclo de violencia”.
Además de la Casa de Oriente, las fuerzas israelíes ocuparon la sede de la Autoridad Palestina en Abu Dis –un suburbio de Jerusalén oriental– y cerraron otras nueve oficinas palestinas en esa parte de la ciudad. Ariel Sharon justificó la ocupación de la Casa de Oriente ante el secretario de Estado norteamericano, Colin Powell. Powell lo había llamado temprano para decirle que la medida significaba “una grave escalada política”. Sharon le respondió que se logró “evitar un derramamiento de sangre innecesario e imponer la ley israelí”. Y agregó: “Con esta medida, Israel ha hecho comprender al líder palestino, Yasser Arafat, que corría el riesgo de perder, y procedió a la detención de dos terroristas camino a cometer un atentado en Jerusalén”. Sharon se refería al arresto anteayer por la Autoridad Nacional Palestina de un activista de Hamas y otro de la Jihad Islámica a quien se le habría encontrado una gran cantidad de explosivos. Según Sharon, también se encontraron “explosivos y armas” en la Casa de Oriente. Por otra parte, y en un registro algo distinto del de Powell, George W. Bush se había manifestado “frustrado” por el atentado de Jerusalén, afirmando que “Arafat puede hacer más. Estoy muy preocupado porque algunos de los grupos más radicales estén empezando a afectar a su capacidad y obviamente sean muy provocativos en relación con los israelíes”.
Ayer Arafat tomó la iniciativa para una pulseada diplomática: escribió a los presidentes de China, EE.UU., Rusia, de la Unión Europea, al secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, a la Organización para la Unidad Africana y a la Organización de Países no Alineados exhortándolos a “intervenir rápidamente para poner fin a la ocupación de la Casa de Oriente y de las instituciones palestinas que fueron cerradas” por Israel luego del atentado. “Solicitamos a Estados Unidos y a los líderes de Europa que intervengan de forma inmediata para proteger el proceso de paz y para detener la agresión israelí”, dijo el portavoz de Arafat, Nabil Abu Rudeina, en la ciudad cisjordana de Ramalá. En cada envío, Arafat adjuntó una copia de la carta firmada por el actual ministro israelí de Relaciones Exteriores, Shimon Peres, fechada en 1993, en la que uno de los principales artífices de los acuerdos de Oslo aseguraba que Israel se comprometía a “no perjudicar a las instituciones palestinas en Jerusalén”. Otra iniciativa palestina fue convocar a una huelga general para mañana lunes en los territorios palestinos. El vocero de la propuesta fue Marwan Barghuti, el jefe de Al Fatah en Cisjordania que el sábado pasado salvó su vida luego de que un misil israelí destruyó su auto. Barghuti, además, instó a un amplio movimiento de solidaridad en el mundo árabe-musulmán: “Llamamos a todos los árabes y musulmanes a unirse a nuestro movimiento de protesta el lunes y a realizar una huelga general para protestar contra la agresión israelí contra Jerusalén y más particularmente contra la ocupación de la Casa de Oriente”.

 

Parte de guerra
Ayer se cumplieron tres días del atentado palestino suicida contra la pizzería de Jerusalén, que dejó 18 muertos.
Aunque el gabinete de seguridad restringido de Israel había prometido una “respuesta armada apropiada” a los hechos, hasta ayer todo se había limitado a la destrucción de un cuartel policial palestino vacío y la ocupación de la Casa de Oriente, sede extraoficial de los palestinos en Jerusalén oriental. Esta última es una medida simbólica importante, pero su carácter no es militar sino político.
En estas condiciones, el líder palestino Yasser Arafat eligió convertir la devolución de la Casa en el eje de su táctica política.
Desde Estados Unidos volvieron a salir señales contradictorias: mientras el Departamento de Estado de Colin Powell criticaba la toma de la casa, el presidente George W. Bush dijo que Arafat “puede hacer más” para parar la violencia.

 

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