Por
John Hooper *
Desde Berlín
El
Karl-Marx Allee es un desfiladero hecho por manos humanas que se desliza
por el corazón de Berlín este. Lo rodean construcciones
stalinistas que se alzan a los dos costados de una autopista de seis carriles,
que era el escenario de desfiles militares en los días en los que
un muro dividía a la ciudad y donde esta parte de la ciudad estaba
bajo el control del partido comunista de Alemania oriental, el SED (Partido
Socialista Unido). A medida que se acerca el 40º aniversario, hoy
mismo, de la construcción de ese odiado muro, podría imaginarse
que los sucesores del SED habrían caído en desgracia. Nada
de eso.
La semana pasada, el Karl-Marx Allee estuvo otra vez más habitado
por los sonidos de la retórica pomposa, el ruido de choque de cristales
y las risas corteses. El Partido del Socialismo Democrático (PDS),
que en cierto punto es la reedición del SED, instaló allí
su cuartel electoral y lanzó una campaña para, según
confían, volver al poder en octubre en la ciudad que alguna vez
simbolizó la barbarie comunista. Parece imposible que en el tiempo
en que Berlín celebra, en noviembre, el 12º aniversario de
la caída del Muro, la ciudad se prepare para tener de alcalde a
un hombre que según una comisión parlamentaria fue miembro
de la Stasi, la policía secreta de Alemania oriental. El manager
de la campaña del PDS, Andre Brie, dijo en el acto de lanzamiento
que el partido buscaba una suave y modesta Revolución de
Octubre.
Por diez años, Berlín estuvo gobernada por una coalición
de las dos fuerzas políticas principales de Alemania, los social-demócratas
y los democristianos. Pero hace dos meses que se rompió, faltando
poco para el 21 de octubre, día de las elecciones parlamentarias.
Aunque los democristianos encabezan las encuestas, se prevé que
una alianza entre los socialdemócratas, los ecologistas (Verdes)
y el PDS ganará más escaños en el Parlamento de la
ciudad. Ayer, en una manifestación en Checkpoint Charlie (el paso
más importante que cruzaba el Muro de Berlín), el premier
conservador de Bavaria, Edmund Stoibler, advirtió que quienquiera
que forme una coalición con el PDS ejerce el socialismo de los
comunistas de Alemania oriental.
El líder socialdemócrata de Berlín, Klaus Wowereit,
preferiría gobernar solamente con los verdes. Pero las encuestas
sugieren que semejante alianza no sacaría todos los votos que sacaría
cada partido por separado, y además Wowereit no está dispuesto
a encabezar una alianza con el PDS. Para eso tiene el apoyo de su jefe.
No tengo miedo de perder una oportunidad, dijo el jefe de
gobierno alemán, el social-demócrata Gerhard Schroeder.
Para el liderazgo socialdemócrata, las elecciones en Berlín
presentan una buena oportunidad para aferrarse al poder en la capital
en un escenario difícil, a pesar del riesgo de un desastre de relaciones
públicas a nivel internacional. Los socialdemócratas decidieron
abandonar el gobierno de coalición porque los democristianos aparecieron
envueltos en escándalos de corrupción, básicamente
en casos de financiación fraudulenta que ayudó a cargar
la ciudad de importantes deudas. Pero el escándalo manchó
a ambos partidos, y permitió al PDS promoverse como una alternativa
nueva y honesta. Incluso antes del escándalo, el PDS ya tenía
un apoyo considerable, sobre todo entre los habitantes del este de la
ciudad que padecieron la caída del comunismo.
En la última elección, hace tres años, el PDS obtuvo
el 18 por ciento de los votos, sólo cuatro menos que los socialdemócratas.
De hecho, estuvo a punto de derrotarlos, y se convirtió en el partido
más importante dentro de una victoriosa alianza izquierdista. Así,
el PDS ganó dentro de la alianza el derecho de nombrar el candidato
a la alcaldía de Berlín. El partido ya ha nombrado su candidato:
Gregor Gysi, su ex líder a nivel nacional, un abogado muy ducho
en su relación con los medios de comunicación y con facilidad
de palabra. En 1998, una comisión parlamentaria del Bundestag concluyó,
basándose en los archivos de la Stasi y testimonios de algunas
autoridades de la ex Alemania oriental, que Gysi había trabajado
como colaborador no oficial de la policía secreta.
Para enfrentar los problemas creados por los aniversarios que se vienen
respecto del Muro, el partido emitió una declaración condenando
como inhumanos los disparos a quienes trataron, durante muchos
años, pasar a Berlín occidental. Pero esta declaración
estuvo muy lejos del perdón directo y completo que hubiera gustado
más a Gysi, y él se quedó argumentando patéticamente
que las disculpas sólo pueden ser hechas por delitos menores cometidos
por personas individualmente.
El incidente subraya una paradoja: que mientras el liderazgo del PDS está
en manos de personas que buscan despegarse de su pasado autoritario, casi
el 80 por ciento de sus cuadros está compuesto por remanentes reconstruidos
provenientes del antiguo SED. Armin Fuhrer, que cubre las actividades
del partido como corresponsal en la ex Alemania oriental para la revista
Focus, ve a Gysi como un socialdemócrata de izquierda.
Cree que si llega al gobierno, él y su entorno se manejarán
en Berlín de una manera tan cuidadosa como la que otros líderes
del PDS adoptaron en el estado de Mecklenburgo-Pomerania oriental, en
el nordeste de la región, donde el partido gobierna en alianza
con los social-demócratas.
Pero también agrega: Si usted mira el programa del PDS, está
lleno de términos con reminiscencias del socialismo y del comunismo.
Nacionalización de la banca, por ejemplo. Si usted vota al PDS,
tiene que saber qué esta votando.
* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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