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OPINION

Proceso agotado

Por Claudio Uriarte

El acuerdo arrancado por el canciller laborista israelí Shimon Peres al primer ministro derechista Ariel Sharon para que le permita negociar la aplicación del cese del fuego con la Autoridad Palestina no tiene la menor posibilidad de producir un resultado duradero. Esto es así porque ninguna de las partes espera seriamente llegar a un resultado con la otra, sino únicamente con EE.UU., y también porque los dos campos se encuentran demasiado fragmentados para llegar a un acuerdo sostenible. En estas condiciones, lo más esperable ya ha ocurrido: los palestinos han dicho que la negociación no tiene sentido mientras Israel siga ocupando la Casa de Oriente; seguidamente, Israel dirá que la Casa de Oriente no puede devolverse mientras los palestinos no cesen sus acciones terroristas; después los palestinos dirán que no pueden controlar a los terroristas mientras Israel no aplique el congelamiento de la colonización ordenado por el informe Mitchell y así hasta retrotraer el regateo hasta la discusión sobre quién empezó primero: si Abel o Caín. O más o menos.
El hecho es que el proceso de paz israelo-palestino ha agotado su curso (al menos por el momento) y el único horizonte a la vista es la continuación indefinida de la guerra de guerrillas de baja intensidad entre ambos bandos. Los palestinos no tienen la fuerza para derrotar a Israel, y los israelíes no tienen el consenso internacional para aplicar una fuerza que de todos modos es impotente ante atentados kamikaze. Tampoco es verosímil una guerra árabe-israelí en regla, aunque más no sea porque los países árabes también están más interesados en el Tesoro norteamericano que en el viejo irredentismo de los palestinos.
En esta encrucijada, la única –aunque insegura– vía de salida de que puede disponer Israel es un acuerdo con Siria que ponga la cuestión palestina en la congeladora hasta que las condiciones para avanzar estén maduras. Lo que puede significar años. Esta salida no sería ninguna novedad: Israel ha usado largamente el mecanismo de las negociaciones de paz por separado con sus distintos antagonistas árabes como forma de equilibrar el estancamiento en un frente con un avance en otro. El precio del acuerdo sería la devolución íntegra de los altos del Golán y de la zona que sigue en disputa con Líbano –las granjas de Chebaa–, y la contraparte bélica tácita de esta paz sería el establecimiento conjunto de un protectorado sobre Cisjordania para impedir la acción de los extremistas. Que fue, después de todo, lo que ocurrió en Líbano entre Israel y Siria tras la invasión piloteada por Ariel Sharon en 1982.


 

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