Por
Patricia Chaina
Parecía un chiste, oportuno por cierto, pero es real: ya hay una
obra que bajo el título de Confesiones del pene se propone develar
los misterios y las intimidades del universo masculino. Así, su
puesta prevista para el mes de setiembre, funcionará casi como
una tácita respuesta a la efervescencia provocada por dos obras
muy exitosas como son Confesiones de mujeres de 30 (que con nuevo elenco
está de gira por el interior) y fundamentalmente Monólogos
de la vagina, la pieza que con un staff de actrices rotativas acapara
la atención de un público que excede a la media del teatro.
Confesiones del pene, habla de qué significa ser hombre hoy
explica a Página/12, Gustavo Ferrari,
el joven actor que, desde su producción, apuesta ciento por ciento
al proyecto. Habla de la masturbación continúa
de la iniciación sexual, de los miedos y de la paternidad, entre
otros temas. Concretamente el primer monólogo está centrado
en tres situaciones: La iniciación sexual, la masturbación
y la eyaculación precoz, contadas a través de tres personajes
diferentes.
Para interpretarlos, Ferrari cuenta con un staff de actores que ya leyeron
la obra y dieron el sí para participar del espectáculo:
Damián de Santo, Gabriel Goity, Alejandro Awada, Carlos Santamaría,
Rodrigo de la Serna, Ulises Dumont, Arturo Bonín, Claudio García
Satur, Germán Krauss, Antonio Grimau y Raúl Taibo, entre
otros. La idea es conformar tríos que roten mes a mes en
la representación de la obra en Capital Federal afirma Ferrari,
luego algunos de los elencos harán giras por el interior del país
y ya existen conversaciones para vender la obra a Uruguay, Chile y España.
La propuesta
de Ferrari se basa en el trabajo autoral del periodista y escritor José
Montero quien después de ver una de las puestas de Monólogos
de la vagina, decidió que lo masculino también ameritaba
una obra de carácter similar. El origen, entonces, es deliberadamente
comercial refiere ante la consulta de Página/12, pero
en el mejor sentido. Porque después de ver Monólogos...,
me dije: Si no lo hago yo, lo hace otro. Decidí hacerlo
yo. Creo que el resultado no es bastardo, vale por sí mismo. Creo
que es suficientemente consistente como para que la pieza no sea tildada
de oportunista. Prefiero ubicarla como una obra que llega en el momento
oportuno.
Ferrari,
quien ya transitó el rol de productor en situaciones diferentes
como Los especiales de Alejandro Doria, o el fallido proyecto
de El canal del autor, admite que él fue el primero en mostrarse
prejuicioso ante la posibilidad de embarcarse en un proyecto que pudiera
abusar, precisamente, del sentido de la oportunidad. Hasta que leí
la obra, sostiene. Avanza, y reconoce que más allá
de la buena predisposición que él puede tener hacia el texto,
lo que vale es la opinión de los actores, que después
de leerlo aceptaron con gusto la idea de participar en la obra.
Una pieza de humor fino e inteligente vaticina, que
a pesar de tener un lenguaje fuerte, se deja disfrutar.
Ferrari y Montero, antes de afinar esta idea, tenían entre manos
un proyecto para TV, del que produjeron el programa piloto titulado: La
idea fija. Por afinidad temática y por llevarse bien en el
trabajo a dúo, coincidieron luego en la idea de poner en marcha
este proyecto. Montero escribió el libro en tres semanas, cuenta.
Pero también podría decirse que lo hice en 33 años
su edad, porque no lo hubiera hecho sin la experiencia de
vida, si no fuera padre, si no frecuentara reuniones de amigos en las
que las anécdotas sobre el tema son quizá lo más
recurrente.
La obra no es un espectáculo de revista, definen. Ni una
sucesión de chistes fáciles sobre el pene sacados de Internet,
advierte el productor. Es un texto fresco agrega con
mucho humor, con emoción, en fin, con huevos y buena leche,
ironiza. Porque hace pie en el entretenimiento sindejar de lado
la reflexión. La idea es que el hombre se vea reflejado en el escenario
y pueda reírse de sus fanfarronadas y también de sus limitaciones.
Que las mujeres puedan conocer aspectos íntimos del universo masculino,
es decir, que pueda espiar aquello que los hombres sólo hablan
entre ellos, detalla el productor.
Para Montero,
ese concepto guía la pieza. Del mismo modo que lo hace el texto
de Confesiones de mujeres de 30. Pero el ojo fisgón, no solo permite
la observación de un cotidiano ajeno al mundo femenino. También
desacraliza los misterios de la masculinidad, ante una situación
tan universal como la sexualidad y la genitalidad. Desde ahí, la
obra se emparienta con Monólogos... Pero para Montero, establecer
una comparación, entre una y otra posición femenina
y masculina fue en un principio la excusa para dar comienzo al desarrollo
de su propio texto. Ahora veo que la obra presenta una estructura
compleja por la cantidad de temas que aborda pero también por la
cantidad de personajes que los animan -puntualiza, tiene ritmo y
color propio. La coincidencia de hacerla funcionar en monólogos
es que esa es la mejor manera de construir discursos sobre las intimidades,
por eso, lo registramos con el título de Confesiones del pene,
concluye.
Las
pasiones de John Bobbit
Un
personaje de la vida real en un monólogo apócrifo: John
Bobbit descubriendo sus íntimas pasiones, en una versión
que según José Montero pasó por el tamiz de un
mal doblaje: Yo tenía éxito con las muchachas.
Yo les gustaba, ellas me gustaban a mí. Era un bribón,
oh, yeah, baby. Pero eso no quiere decir que no amara y respetara
a mi linda mujercita latinoamericana. Tenía relaciones carnales
con ella, oh, yeah, vaya si las tenía. Hacer el amor con ella
era la consumación de todas las políticas del Departamento
de Estado, la CIA, el Pentágono y el Tesoro americanos. Quiero
decir, norteamericanos, con respecto a nuestro patio trasero, I mean,
con respecto a nuestros hermanos de Centro y Sudamérica. El
sexo con Lorena era muy bueno, pero no me alcanzaba. Quería
más, y esto también me hace pensar en las políticas
de Washington, ¿no? ... |
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