Las
maneras de tener poder en la actualidad son diversas y cambian constantemente
de acuerdo con las circunstancias. Pero desde 1566 hasta hoy no hubo otra
persona con atributos adivinatorios tan acentuados como Michel de Nostre-Dame,
capaz de desafiar las variables de tiempo y espacio hasta guardar en lo
más recóndito de su mente el porvenir de la historia universal.
Una tarea más que engorrosa para el común de los mortales
y a la que Michel, más conocido como Nostradamus, dedicó
buena parte de sus 63 años de vida. Objeto de culto para los supersticiosos,
demente alucinado para algunos religiosos y príncipe del pensamiento
para otros estudiosos, en el siglo XXI sigue siendo fuente de polémicas.
Canal á emitirá mañana a las 17 (repite a las 21)
un documental sobre su vida, que intentará develar parte del misterio
creado en torno de esta especie de primer gran superhombre.
Un personaje que, en cualquier caso, la sociedad medieval descubrió,
la Iglesia de la Inquisición persiguió, y la corona francesa
se encargó de utilizar como oráculo. Inclusive, lo premió
con importantes sumas de dinero, cada vez que una predicción suya
renacía como realidad en la vida del reino. Numerosas versiones
circulan y de ellas da cuenta el documental sobre la manera
en que Nostradamus puso en marcha su propia usina vidente, que le permitió
predecir la figura de Hitler, la Segunda Guerra Mundial, el asesinato
de Kennedy, la bomba de Hiroshima, entre otros acontecimientos. También
tuvo tiempo de equivocarse en las catástrofes que vaticinó
para el año 2000, que por suerte no se cumplieron.
De acuerdo con lo que se ve en el especial de Canal á, algunos
especialistas aseguran que el maestro recurría a diversos métodos:
las predicciones venían del fuego o del vapor de agua que siempre
estaba hirviendo en una de sus máquinas. Otros sostienen que recurría
a la pose inventada por un sacerdote de Grecia, que consistía en
sentarse con la columna vertebral bien derecha en un trípode de
lata y con las piernas abiertas en un ángulo igual al de las pirámides
de Egipto. El mantenerse así un buen rato, según los estudiosos,
creaba una fuerza bioeléctrica que le otorgaba poder a la mente.
Y están los que dicen que se ayudaba con diversas hierbas alucinógenas
para concentrarse.
Más allá del método, lo cierto es que las predicciones
existieron. Luego de que en 1555 publicara la primera edición de
las centurias, la reina Catalina de Médicis lo convocó al
palacio, poco tiempo después de que predijera la muerte de su marido
Enrique II. Al poco tiempo el rey murió en un entrevero entre caballeros.
La reina lo invitó a la corte, le encargó el horóscopo
para sus tres hijos y sus predicciones se fueron cumpliendo, según
dicen, una tras otra. Si bien le pagaban fortunas, Nostradamus extrañaba
su calma provinciana, su astrolabio delator, su mesa de trabajo y, decidió
regresar a su casa. Dos años antes de su muerte, Catalina de Médicis
atravesó toda Francia para encontarse con el anciano, quien predijo
el reinado de Enrique de Navarra. Carlos IX le otorgó, entonces,
el título de consejero y médico del reino.
El colmo de Nostradamus fue predecir su propia muerte y la profanación
de su tumba. Durante la Revolución Francesa, unos soldados entraron
a la Iglesia donde estaban depositados sus restos y abrieron la tumba,
tiraron los huesos y los bañaron en vino. Un general frenó
el escándalo, les aclaró que Nostradamus era un héroe
nacional que predijo la revolución y los obligó a depositar
los restos en su lugar. Antes de regresar a sus casas, los profanadores
de la tumba murieron en manos de los realistas.
Héroe o demonio, Nostradamus marca un hito en la vida mítica
anterior a la modernidad, su antítesis por definición. Quizás
por eso, hoy en día resulten un tanto inentendibles, aunque a la
vez fascinantes, sus extrañas prácticas. Sin embargo, sigue
recuperándose de aquella época y de aquél hombre
ese imperioso afán de omnipotencia, y la necesidad de negar los
límites, de querer saber el futuro para escaparle a la muerte.
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