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OPINION
No hay más remedio ... 
Por James Neilson

Desde hace muchos años la Argentina está luchando heroicamente contra el resto del mundo en defensa de un principio fundamental: el derecho de toda persona bien nacida a negarse a pagar impuestos. Aunque todos los gobiernos, sin excluir al militar o al menemista, se han proclamado sumamente indignados por la resistencia de los ricos y casi ricos a aportar al fisco, ninguno ha hecho un esfuerzo serio por obligarlos a hacerlo. Frente a la opción de resignarse a virtualmente cualquier cosa, por humillante que fuera, a fin de mendigar tres o cuatro miles de millones de dólares más al FMI y tratar de cobrar por lo menos una parte de aquellos 25 mil millones que según parece se evaden todos los años, siempre han elegido la primera alternativa. ¿Por qué?Sólo se da una respuesta convincente: porque los políticos y los evasores pertenecen al mismo club y se dedican a ayudarse mutuamente. De otro modo sería imposible entender la impunidad de tantos millonarios que no sueñan con pagar Bienes Personales o cualquier otro gravamen que se haya inventado para distraernos incluso cuando corre peligro la existencia misma del país.
Como es su costumbre, los jefes del ala política de la clase dirigente se las han arreglado para hacer pensar que modificar el statu quo equivale a golpear a �la gente�, razón por la que por lo común las �ofensivas� contra los evasores culminan con la difusión de imágenes de un almacenero lloroso frente a su negocio cerrado, lo cual sirve para brindar la impresión de que la evasión es una especialidad de los relativamente humildes, no de los integrantes de una elite fastuosa. Otra chicana consiste en afirmar que en adelante el que compre medio kilo de pan o una caja de fósforos sin exigir la factura correspondiente podría recibir el castigo condigno: el objetivo es convertir a todos en cómplices al hacerlos creer que son evasores también.
Puede que este esquema perverso tenga los días contados.Si bien los comprometidos con el orden tradicional no tienen porqué temer a la ira popular �el interés por crear un sistema tributario primermundista sigue siendo escaso�, los extranjeros que tendrían que contribuir al próximo �paquete de ayuda� sospechan que un país en que la miseria se codea con la opulencia posee los recursos necesarios para mantenerse a flote. Acaso insistirán en que la tarea de construir un organismo recaudador eficaz sea confiado a los suecos o a los herederos de quienes pusieron fin a las andanzas de Al Capone, forma de �entrega� que con toda seguridad resultaría más beneficiosa que cualquier otra que se haya ensayado hasta ahora.


 

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