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Rico debió sentarse en el
banquillo de los acusados

La querella pidió 2 años y 9 meses para el ex carapintada, acusado de calumnias e injurias: sostuvo que cuatro personas que estuvieron detenidas por un crimen eran culpables, aunque la Justicia los desvinculó del caso. 


Rico, intendente de San Miguel, al llegar a los tribunales de Trenque Lauquen.
�Los culpables son ellos, pero la Justicia no los condenó�, había dicho el ex carapintada.

Por Horacio Cecchi

Tuvo que ser una jactancia la que terminó por sentar al intendente de San Miguel, Aldo Rico, en el banquillo de los acusados. No una jactancia de intelectuales sino del ex ministro de Seguridad bonaerense y que derivó en un juicio por calumnias e injurias en su contra. La pena que podría corresponderle: 2 años y 9 meses, según el pedido realizado ayer por el querellante, Julio Yalet. Yalet había sido uno de los cuatro detenidos por la masacre de General Villegas, ocurrida a principios de mayo del �92. A principios del �93, los cuatro fueron desvinculados del caso. Pero el 10 de febrero de 2000, el ex carapintada, por entonces a cargo de la Seguridad de los bonaerenses, aseguró ante la prensa local que �los culpables eran ellos, pero la Justicia no los condenó�. El jueves próximo, la jueza en lo Correccional de Trenque Lauquen decidirá si Rico es culpable o inocente.
El homicidio múltiple tuvo lugar el 9 de mayo de 1992, en la estancia La Payanca, en General Villegas. Ese día fueron hallados los cadáveres de María Etcheritegui de Gianolio, su pareja Alfredo Forte, el hijo de la mujer, José Luis, dos empleados de la familia, Javier Gallo y Hugo Reid, y un linyera que dormía en el lugar.
El Loco Yalet, Jorge �Satanás� Vera, Carlos �Manito� Fernández y José �el Ruso� Khunt fueron detenidos como sospechosos del crimen. Los créditos por la resolución del caso fueron cargados a cuenta de Mario �Chorizo� Rodríguez, por entonces jefe de la Brigada de Investigaciones de San Justo, y acusado de haber provocado la masacre de Andreani, entre otros rubros. Pero los créditos se dieron vuelta cuando los cuatro detenidos denunciaron haber sido torturados para reconocer su culpabilidad. En febrero del �93, la Cámara de Apelaciones de Junín decidió liberarlos por falta de pruebas.
El caso siguió en la nada hasta febrero del 2000. El 10 de ese mes, Rico realizó una visita a la Departamental de Trenque Lauquen. Su escala previa, General Villegas, formaba parte de la campaña del gobierno de Carlos Ruckauf contra los jueces y en favor de un endurecimiento de las condenas. La mano dura de Rico recibiría a los familiares de las víctimas. Al llegar al Aeroclub de Villegas lo aguardaba toda la prensa local y de Trenque Lauquen. Fue en ese momento que Rico lanzó su veredicto: �La policía ya encontró en su oportunidad a los responsables, ya hizo todo, los culpables eran ellos, pero la Justicia no los condenó�.
Yalet se consideró incluido en el �ellos� difundido en diarios, radio y tevé. Diez días después, su abogado Luis Tomás Correa presentó una querella por calumnias e injurias contra Rico. Y ayer, en el Juzgado Correccional de Trenque Lauquen, a cargo de Alejandra Lopardo Grana, se desarrolló la única audiencia del juicio oral. La acusación presentó como pruebas los diarios y grabaciones de las declaraciones de Rico. Los periodistas Walter Mackay, de FM Peregrina; José Siofi, del diario La Opinión; Flavio Moussegne, de Cablevisión de Villegas, y Jorge Arias, del periódico Actualidad, ratificaron la veracidad de sus notas.
Desde las 8.30 hasta las 13.30, Rico, rodeado por dos abogados y cuatro custodios, escuchó inmutable las acusaciones y los alegatos. Correa pidió 2 años y 9 meses. Enrique Tronceda, defensor del ex carapintada, no presentó pruebas ni negó las declaraciones. Sólo sostuvo que no había mencionado nombres. �Los cuatro habían sido desvinculados 8 años antes -aseguró Correa a Página/12�, pero Rico los acusó en tiempo presente. �Los detenidos son los culpables� es lo que dijo.� 
El jueves próximo, a las 17, la jueza entregará su veredicto. Hasta entonces, Correa prefiere mantener una actitud expectante. �Para esta gente, que es muy humilde, tenerlo a Aldo Rico sentado escuchando la acusación, haciéndole ver lo delictuoso de su comportamiento, es una gran satisfacción.� Durante la audiencia, la defensa de Rico puso de manifiesto su estrategia: mantuvo clausurada la boca del ex ministro ante eventuales jactancias.

 

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