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 El drama urbano sumó a la lista de homeless a una pareja. Arrojados a la calle, sin techo, decidieron protestar pacíficamente en la vía pública: Robee–e–rto,
 de 28 años, y su compañera de edad insondable, se encadenaron contra un poste de alumbrado en Corrientes y Agüero, sobre la puerta del Abasto Shopping. El llevaba en sus manos un cartón: “No a la discriminación”, gritaban las letras manuscritas, mientras su compañera balaba su denuncia buscando algún verdín entre las baldosas. “Estoy haciendo una protesta formal y pacífica para que alguien me dé una solución”, exigió él mientras narraba su historia. “Soy de Santa Fe y me vine, nos vinimos –corrigió– a vivir a la Capital. Necesitamos un departamento para vivir.” Roberto exigió la presencia de “un juez, un fiscal, alguien que nos dé bola”. Busca una respuesta: “Que alguien me explique por qué nos echaron a patadas del departamento. Si ella no hace ruido, no ensucia, no molesta”, aseguró, abrazando a su pareja ovina. “No quiero entregarla a una veterinaria. No quiero que la sacrifiquen”, susurró sus fantasmas al oído del cronista, mientras ella, ingenua, mordisqueaba los cordones de su zapatilla izquierda.
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