Fue aplaudido con el entusiasmo
de siempre en un salón del Sheraton, colmado como no estuvo en
las anteriores convenciones anuales de la Cámara Argentina de la
Construcción. Roberto Rocca aprovechó esta tribuna para
animar a los empresarios, desafiándolos a reconstruir la cadena
de pagos para que Argentina rompa el perverso círculo recesivo
en que quedó atrapada. Presumiblemente sin buscarlo, el líder
de Techint coincidió con un diagnóstico que Domingo Cavallo
repitió hasta el cansancio en las primeras semanas de su gestión:
la actual crisis no es sólo económica sino anímica.
Fernando de la Rúa se esmeró con la poco creíble
promesa de que el ajuste en marcha no afectará a la inversión
en infraestructura.
No es la crisis de un país sin rumbo sino la crisis de un
país productivo, arremetió Rocca, quien instó
a sus colegas a no bajar el espíritu. Tres meses después
de haber perdido a su hijo Agostino en un accidente aéreo, la recomendación
del hombre que construyó uno de los grupos económicos locales,
sonó aún más sincera.
¿Cómo se reactiva el consumo?, se preguntó
desde el estrado el empresario, virtual preámbulo para formular
algunas recomendaciones. Además de mantener activa la cadena de
pagos, intentar que no mueran las pymes (responsables del 80 por ciento
del empleo nacional, según recordó) y subcontratar a empresas
nacionales con un criterio de solidaridad. El gran factor
distorsivo es el costo financiero que, a juicio de Rocca transforma
a las empresas extranjeras en competidoras desleales de las argentinas,
condenadas al crédito caro o inaccesible.
Minutos después, Fernando de la Rúa utilizó el mismo
micrófono para estimular el ánimo de los constructores.
El recorte no pasará por la infraestructura, aseguró,
en alusión a un eventual recorte en las obras públicas,
algo que, sin embargo, es inevitable a la hora de instrumentar la política
de déficit cero. Lo que se acabó es el Estado del derroche
y del despilfarro, prometió el Presidente, recordando que,
en la última década, el fisco aumentó exponencialmente
su nivel de gastos, a pesar de haber perdido funciones.
También intentó sembrar optimismo respecto al futuro del
Programa de Infraestructura, que Chrystian Colombo había puesto
en duda el día anterior. Según De la Rúa, antes de
fin de año comenzarán a licitarse las primeras obras en
base al sistema inglés, por el cual el Estado comenzará
a repagar el emprendimiento recién cuando concluya: los recursos
son desembolsados por las constructoras que, a su vez, utilizarían
préstamos bancarios.
Casi desautorizando a Bastos, quien el lunes anunció en la apertura
de la Convención Anual un relanzamiento del Plan de Infraestructura,
Colombo advirtió poco después que, aún en el caso
de existir el imprescindible financiamiento bancario, el Estado no estaba
en condiciones técnicas de encarar esas licitaciones, ya que no
había podido evaluar los proyectos, abriendo más incertidumbre
acerca de aquella iniciativa.
Hace exactamente un año, en la Convención Anual del 2000,
el entonces ministro de Infraestructura, Nicolás Gallo, había
presentado ante un auditorio un poco menos poblado el Plan de Infraestructura
como la gran salvación del sector. Esa grandilocuente propuesta
involucraría más de 25.000 millones de pesos, entre obras
públicas costeadas por el sistema tradicional y las financiadas
a través del sistema inglés. Doce meses después,
la propuesta no tiene aún principio de ejecución y la crisis
financiera la transforma casi en una utopía.
En este contexto, la ya remanida iniciativa oficial de firmar un plan
de competitividad sonó para los empresarios apenas como un gesto
de buena voluntad pero de eficacia dudosa para rescatar a un sector que
viene derrumbándose. La iniciativa, anunciada por Patricia Bullrich,
de que trabajadores y empresarios fiscalicen en forma conjunta el cumplimiento
de normas de seguridad e higiene sonó como una medida totalmente
ajena. Los empresarios admiten que desde que comenzó la actual
recesión, en la actividad se perdieron más de 150 mil puestos
de trabajo.
Con la plata de las
AFJP
Considerando que la sociedad hoy no le encuentra demasiado
sentido a la acumulación de fondos jubilatorios en
las AFJP, el economista Guillermo Nielsen propuso, en nombre de
la CAC, que los afiliados al sistema de capitalización puedan
retirar de su ahorro acumulado el dinero necesario para pagar la
parte de contado del costo de su primer vivienda. Según esta
idea, los cónyuges podrían acumular los fondos de
ambos, que deberían devolver en 30 meses, pagando como interés
la tasa que devengan los plazos fijos. Con ésta y otras iniciativas,
Nielsen pretende aislar la oferta de créditos hipotecarios
de las turbulencias que sufre el mercado financiero, eliminando
el componente riesgo país, entre otras aspiraciones.
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