Por Laura Vales
En su tercera semana de protesta,
desocupados, estatales y docentes volvieron a los piquetes con un doble
desafío: mantener los cortes de ruta durante 72 horas seguidas
y generar en los medios el interés necesario para no ser borrados
de la pantalla. Ayer lo segundo pareció más difícil
que lo primero. Los cortes se repitieron a lo largo del país con
un perfil pacífico que parece definitivamente afianzado; no hubo
escaramuzas verbales con el Gobierno; la policía se dedicó
más que nada a seguir los picados de los adolescentes y sólo
hubo algunos cruces con un puñado de comerciantes. Los piqueteros
empiezan a pensar cómo seguir para que su reclamo no termine convirtiéndose
en parte del paisaje.
En La Plata, los maestros hicieron una gran marcha junto a estatales,
desempleados y universitarios. Los trabajadores de ATE comenzaron simultáneamente
su paro de tres días. En general, el panorama podría resumirse
en que los cortes más grandes (como los de La Matanza o Florencio
Varela) recibieron más gente mientras que se notó en cambio
menor cantidad de piquetes desperdigados a lo largo del conurbano.
En La Plata. Docentes, judiciales, estatales y desocupados, junto con
estudiantes universitarios, se autoconvocaron en la plaza San Martín,
a espaldas de la gobernación, para rechazar el ajuste. La manifestación
reunió a más de diez mil personas.
Lo que ganamos con 1003 días de lucha en una carpa blanca,
lo estamos perdiendo con este ajuste. Y nos dicen que todavía viene
más, señaló en el acto Hugo Yasky, titular
del gremio docente Suteba.
La huelga de los maestros paralizó casi completamente la actividad
en las escuelas primarias y secundarias de la provincia, con excepción
de algunos colegios privados. Se mantendrá hasta mañana,
en coincidencia con los piquetes.
Los que no cobran nada. Si bien hubo cortes en Tucumán, Jujuy y
Córdoba (y en ciudades como Resistencia, Rosario, Mar del Plata
y Bahía Blanca), el epicentro de los piquetes volvió a estar
en La Matanza. Allí los piqueteros que no son beneficiarios de
planes de empleo ni reciben asistencia del Estado empezaron a firmar actas
para dejar constancia de su situación. La idea es confrontar con
ellas en un nuevo round con el Ministerio de Trabajo. El Gobierno, en
su pulseada con las organizaciones de desocupados, ha señalado
que a los piquetes la gente va obligada, por el temor a perder el plan
si no asisten. Los desocupados intentarán mostrar ahora que un
alto porcentaje de quienes están en la ruta lo hacen, precisamente,
porque no tienen trabajo, ni subsidios, ni otro tipo de ayuda social.
Hospitales. En el Hospital Posadas, donde se llegó a un principio
de solución luego de que las autoridades se comprometieran a comprar
los insumos faltantes, médicos y paramédicos coincidieron
en una jornada de protesta con los piqueteros y cortaron la colectora
de la Autopista del Oeste, a metros del hospital.
Delegaciones de médicos de la Cicop explicaron a los manifestantes
reunidos en otros puntos la situación de la salud pública,
crítica en la provincia después de que el gobierno de Carlos
Ruckauf decretara la emergencia sanitaria. Los hospitales están
funcionando con comités de admisión, la mayoría sólo
realiza operaciones de urgencia y los medicamentos para pacientes ambulatorios
están muy restringidos. El tema -como el de los comedores escolares
sin fondos es especialmente sensible entre los desocupados, cuya
salud depende enteramente del funcionamiento de los sanatorios públicos.
Cámaras. Los medios extranjeros ya son parte del paisaje de los
piquetes. Entre los neumáticos y los fogones alimentados con madera
de los aserraderos ayer circulaban cámaras de la televisión
chilena y la española. En las semanas anteriores pasaron cronistas
de la cadena norteamericana Telemundo, un equipo de la TV coreana y camarógrafos
de la red O`Globo de Brasil. Los piqueteros guardan una copia de un reportajeque
publicó Le Monde Diplomatique y se pusieron duchos en atender a
decenas de radio por día.
El Gobierno contabilizó 38 cortes totales en rutas y 64 bloqueos
en calles y avenidas de todo el país. El vocero gubernamental,
Juan Pablo Baylac, rescató que no se produjeron episodios de violencia
y opinó que la protesta se está desgastando.
Los piqueteros, a través de Luis DElía, informaron
que se realizaron 300 cortes y que la tendencia es que la protesta está
teniendo un crecimiento.
Contrapiquete comercial
Al mediodía un grupo de comerciantes de La Matanza desplegó
una pancarta (No a los cortes de ruta) y ofreció una conferencia
de prensa sobre el asfalto, a cien metros de los desocupados. Fue
un contrapiquete reducido, pero que aportó a las cámaras
algo de novedad. La queja de los comerciantes es que, con el tránsito
interrumpido, no están vendiendo prácticamente nada.
Dentro de poco vamos a ingresar a las filas de ellos,
protestó Omar Pérez señalando en dirección
a las cubiertas humeantes. El mes pasado, la intendencia les descontó
la mitad de los impuestos municipales. Quienes tienen negocios en
la zona mantienen con los desempleados una relación ambivalente:
hicieron con los piqueteros, por ejemplo, una protesta para evitar
el emplazamiento de un hipermercado que implicaría la muerte
segura de los locales chicos. Pero con cada corte vuelven a sentirse
muy perjudicados. Al final, hubo negociaciones y los piqueteros
decidieron correr de lugar la custodia policial para liberar otros
100 metros la circulación.
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Mamá,
yo me la aguanté
El chico de la foto es Fernando, hijo de Juan Carlos Alderete,
el titular de los desocupados de la Corriente Clasista y Combativa.
La semana pasada, cuando desde una radio le preguntaron qué
le gustaría ser cuando crezca, contestó piquetero,
como mi papá. Ayer tuvo que responder preguntas más
difíciles; el domingo fue detenido por la policía
de Tres de Febrero a la salida de un partido de fútbol. Iba
con su primo y otros vecinos en un camión. Sus ocupantes
recibieron primero la descarga de gases lacrimógenos y después
fueron llevados a una comisaría. Nos hicieron acostar
a todos en el piso y nos pegaron en la espalda, recordó
Fernando. Un policía nos empezó a golpear con
un palo mientras nos contaba. Varias veces dijo que había
perdido la cuenta y nos volvía a contar (y a pegar) desde
el principio. Algunos chicos lloraban, pero como a los que lloraban
les pegaban más yo me la aguanté.
El hijo de Alderete tiene 11 años. Su madre, Gladys, relató
que después los llevaron a todos (había grandes y
chicos) a un tinglado del Comando de patrullas donde los hicieron
desnudar. Llovía y los chicos se mojaron. Los padres tuvieron
que esperar horas a que liberaran a sus niños, mientras la
policía argumentaba que la demora se debía a que estaban
chequeando que no tuvieran antecedentes. Los presuntos criminales
a los que aludían tienen edades que van de los 7 a los 13
años.
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