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Canciones magníficas por una voz ambigua y teatral

Elvis Costello produjo, junto
a la cantante lírica Anne Sofie von Otter, un CD que trasciende largamente los límites de los cross-over. En �For the Stars� sobresale la calidad musical.

Costello elige aparecer
fuera de foco junto a la cantante.
Anne Sofie von Otter asegura que no viene “desde otro planeta”.

Por Diego Fischerman

La idea del cross-over conlleva una cierta perversión –no muy distinta de la que sustentaba a algunos viejos programas televisivos de prendas– que consiste en el placer por ver a alguien más o menos célebre hacer cosas distintas de aquellas por las que se destaca. El ideal de estos entretenimientos familiares hubiera sido conseguir, por ejemplo, que Borges nadara en perfecto crawl y que Esther Williams recitara una antigua edda islandesa. O poner a Pavarotti cantando dudosos hits pop en beneficio de niños de diversas etnias sufrientes, a Plácido Domingo sofocando tangos bajo el peso de su tenorismo y su dicción lírico-española, o a ambos sumados al descendente José Carreras en la destrucción metódica de canzonettas variadas de estación. Lo curioso, en todo caso, no es el interés que estos artistas pueden tener en hacer cosas que no les son habituales (y que no saben hacer bien). Lo curioso es el favor del público. “Estoy seguro de que su intención es sincera, pero musicalmente son unos discos horribles”, dice Elvis Costello sobre Pavarotti y los 3 Tenores. Y la frase resulta pertinente porque el ex niño mimado de la nueva ola acaba de editar un CD en colaboración con una cantante lírica: la excepcional mezzosoprano sueca Anne Sofie von Otter.
El éxito o fracaso de estos cruces entre repertorios de tradiciones distintas depende de la comprensión que el artista pueda lograr de la especificidad estilística de cada uno de esos repertorios (algunos, como Yo-Yo Ma en su disco dedicado a Piazzolla, lo han logrado). Cada género tiene sus leyes y lo que resulta perfecto en uno (Louis Armstrong en el jazz, Bob Dylan o Tom Waits en la canción norteamericana, Mercedes Sosa en las canciones argentinas de tradición folklórica, Pavarotti en la ópera italiana) casi siempre resulta desastroso en otra. En ese sentido, es casi ocioso apuntar que no se trata de técnicas mejores o peores y que resulta tan poco deseable Armstrong luchando con los famosos siete do de pecho de La hija del Regimiento de Donizetti, como Pavarotti chocándose una y otra vez con la imposibilidad de una blue note. Pero existe una excepción y es cuando lo que se consigue es un objeto totalmente nuevo y, también, con nuevas especificidades estilísticas que no se corresponden con ningún estilo preexistente. For the Stars, el disco de Costello y Von Otter editado por Deutsche Grammophon, pertenece a esta categoría.
Después de las cartas a Julieta junto al Cuarteto de Cuerdas Brodsky, de haber propiciado la resurrección de Burt Bacharach y de cultivar la sana amistad de Paul McCartney y de Bill Frisell, Costello (a) McManus se junta con una de las mejores cantantes clásicas, ganadora incansable del Premio Gramophone (por ejemplo con su ejemplar grabación de canciones de Grieg o con su insuperable Frauenlieben de Schumann) y una de las intérpretes más finas, precisas y sutiles a la hora de dosificar matices, de definir la intención de cada palabra y de delinear el fraseo. Y Von Otter, claramente, no canta aquí como una cantante clásica. En las canciones propias, de McCartney (“For no One” y “Junk”, que se entrelaza con “Broken Bicycles” de Waits y con una suerte de vals en acordeón escrito por Benny Anderson, un ex integrante de Abba) o de Brian Wilson, que Costello seleccionó, Von Otter canta con suavidad, sin ostentación y sin desmesura. A lo sumo, la inocultable educación de su voz (a pesar de que no la saca del abdomen) la acerca a una cantante de comedia musical (lo que no le queda mal a ese tono siempre un poco teatral y al borde de la cursilería que tanto seduce a Costello). O, tal vez, su manera de abordar este material se aproxime a las cantantes populares que ella recuerda haber escuchado en los ‘60 y ‘70: Joan Baez y Judy Collins.
“La gente suele pensar que los cantantes clásicos venimos de otro planeta, que no estamos en contacto con el mundo real ni, definitivamente, con el jazz y el pop”, dice Von Otter. “Sé que el jazz no es para mí porque requiere cierta clase de libertad y una forma de pensar que yo nunca alcanzaría a dominar si empiezo ahora. Pero el pop es algo distinto. Es lo que escuchaba cuando era adolescente. Baez y Collins no tenían unamanera de cantar tan alejada de la manera clásica. Ellas sabían lo que hacían y tenían mucho conocimiento técnico.” De todas maneras, y más allá de la buena voluntad de la cantante, lo que salva a este CD de la zozobra de otros cross-over es la calidad del material, la altura de las interpretaciones (aunque no se parezcan a nada y, mucho menos, al propio Costello haciendo sus temas) y la exquisita perfección de los arreglos.

 

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