Por Fernando DAddario
Una ligera adaptación
de costumbres familiares modeló a Marina Rossell como una cantautora
sin fronteras. Mis padres eran campesinos cuenta la artista
catalana en la entrevista con Página/12. Mi papá,
después de trabajar en el campo de cerezas, casi todo lo que ganaba
lo gastaba en viajes que organizaba su sindicato. Así viajó
por todo el mundo, conoció desde Tierra del Fuego hasta Vietnam.
Esa fue mi mejor herencia, porque siempre fui muy inquieta. De su
madre recuerda, como una letanía, los tangos que le cantaba mientras
lavaba la ropa. Marina vivió hasta los 12 años en su pueblo,
Gornal, a mitad de camino entre Barcelona y Tarragona y, también,
equidistante entre la montaña y el mar.
Estos detalles geográficos, biológicos, no resultan antojadizos
a la hora de describir a la Marina Rossell artista. La cantante que este
sábado a las 23 actuará en La Trastienda, en su segunda
visita profesional a la Argentina (la primera fue en 1998), se caracteriza,
ante todo, por una inquietud itinerante, como si su horizonte artístico
no estuviese sometido a ningún anclaje preestablecido. Mi
música es como una hoja de ruta, un cuaderno de geografía,
grafica. Su último cd, Y rodará el mundo, lo corrobora:
canciones propias y ajenas, habaneras, boleros, rancheras, hacen juego
con una voz que no puede (ni quiere) eludir, sin embargo, sus deudas con
el mediterráneo natal.
La realidad de comienzos de siglo XXI, de este lado del mundo, no es tan
amable como las melodías que interpreta, pero la elección
de un repertorio latino implica en su caso una toma de posición.
Reforzada, si es que hacía falta, por la inclusión del tema
Emiliano Zapata, escrito por Jesús Rovira (y
si alguien tiene mucha fortuna/que la comparta con las demás/que
si la luna pa todos es una/también la tierra, así será!).
La guerrilla de Chiapas ha calado hondo en buena parte de la comunidad
artística bien pensante de Europa, y Marina, llegado este punto,
se entusiasma: la de los zapatistas me parece una revolución
hermosa. Los zapatistas y las Madres de Plaza de Mayo son la luz de estos
tiempos, porque representan la ética y la honestidad.
Curiosa, y muy informada de la realidad argentina, no desconoce ni a los
piqueteros ni a los Redonditos de Ricota. Me he llevado a España
los discos del Patricio Rey..., dice, y reconoce que la primera
vez que llegó a Buenos Aires fue a buscar la avenida Corrientes
que se le presentaba cotidianamente en los recuerdos de la niñez,
a través de los tangos que le cantaba su madre. Pero no encontré
lo que había escuchado, se resigna, con una mezcla de picardía
y nostalgia ajena. Sin maternalismo de Primer Mundo, Rossell, invita a
los argentinos a no desesperanzarse. Por lo que yo veo
y siento señala se está dando una importante,
es la reciprocidad cultural. Hay una presencia muy prestigiosa de artistas
argentinos en España, se vio en la Semana del Cine, en el Festival
Grec, por eso, aunque veo que la situación está muy difícil,
yo les diría a los argentinos que no deberían desesperanzarse,
porque le están dando al mundo mucha gente viva, y muy valiosa.
No hablemos ya de los Piazzolla, de los Yupanqui, de Bioy Casares. Hablo
de un Julio Bocca, un José Cura, un Saviola. Que cante Mercedes
Sosa o que esté jugando Saviola es mucho más importante
que el hecho de que vayan argentinos a hacer el servicio militar.
Marina se define así: No soy una cantante de grandes éxitos
ni de grandes fracasos. Su trayectoria reconoce veinticinco años
de militancia en un under alternativo, que partió desde la nova
cançó catalana, pero desfasada temporalmente. Soy
una cantante de la transición, precisa. La música
de cantautores es muy fluctuante, hay períodos en que tiene más
éxito y otros en que tiene menos. Pero siempre hubo y siempre van
a haber tíos como Paco Ibáñez o León Gieco.
Antes cantaba solo en catalán, ahora en su show intercala algunas
canciones en ese idioma, en medio de un repertorio interpretado en castellano:
Ya me parecía antinatural cantar solo en catalán.
Estaba en México y tenía que traducir... Empecé a
cantartambién en castellano como un imperativo biológico.
Marcada a fuego por las primeras canciones de Joan Manuel Serrat, y golpeada
en su adolescencia por las últimos gritos del franquismo, Marina
bosquejó también en su música, los realineamientos
ideológicos de los últimos años. Pero sin abusar.
Hoy tenemos que hablar de un modo más autorreferencial. Creo
que la inclinación a generalizar tiene que ver con la pereza, o
con el miedo a hablar en primera persona. Mi gran pretensión es
hacer canciones que formen parte de mi intimidad, para trazar un hilo
con el yo del que me escucha, y así, individualmente, de tú
a tú, hasta formar un sentimiento colectivo.
¿Esto relativiza las viejas consignas, más totalizadoras?
Cambia la perspectiva. Estamos en un momento del mundo en que hay
muchas cosas para decir desde lo individual, a partir de la propia sensibilidad.
Esto parte, también, de la sensación de que en arte, ya
todo está dicho. Desde Debussy en la música, la abstracción
en la pintura, Pedro Páramo en la literatura, parecería
que ya está todo hecho, y lo que nos queda a nosotros es aportar
una mirada personal sobre la base de lo que ya se escribió.
¿Y queda para más adelante la posibilidad de una nueva
revolución que barra con todas esas premisas?
No, la revolución es permanente, pero a diferencia de otros
tiempos, hoy las revoluciones son individuales.
Desde la Argentina, muchos ven a España, y particularmente
a Barcelona, como especies de paraísos modernos, donde todo parece
ser prosperidad...
¿Paraíso? Pregúntale a los miles que llegan
de Africa, de América Latina, a ver si estamos viviendo en un paraíso.
Europa necesita repensarse. Asumir que hay gente de otros continentes
que buscan una vida mejor, y además darse cuenta de que la mezcla
es enriquecimiento. De allí siempre sale algo. Yo grabé
este último disco en Francia. París no sería nada
sin la inmigración. Fíjate, Manu Chao es descendiente de
españoles, Moustaki, griego, Brel, flamenco de Bélgica,
Aznavour, armenio. Todo lo que no es mestizaje es masturbación.
De la mezcla nace el contraste, el cuestionarte a ti mismo. La masturbación
está bien, pero de allí no nace nada.
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