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ENTREVISTA A LA CANTANTE CATALANA MARINA ROSSELL
“Mestizaje o masturbación”

�Los zapatistas y las Madres de Plaza de Mayo son la luz de estos tiempos, porque representan la ética y la honestidad�, afirma la inquieta artista española, que visita por segunda vez Buenos Aires.

Rossell dice que su repertorio es “como una hoja de ruta, un cuaderno de geografía”.
La catalana, que actuará el sábado en La Trastienda, ha grabado temas de argentinos.

Por Fernando D’Addario

Una ligera adaptación de costumbres familiares modeló a Marina Rossell como una cantautora sin fronteras. “Mis padres eran campesinos –cuenta la artista catalana en la entrevista con Página/12–. Mi papá, después de trabajar en el campo de cerezas, casi todo lo que ganaba lo gastaba en viajes que organizaba su sindicato. Así viajó por todo el mundo, conoció desde Tierra del Fuego hasta Vietnam. Esa fue mi mejor herencia, porque siempre fui muy inquieta.” De su madre recuerda, como una letanía, los tangos que le cantaba mientras lavaba la ropa. Marina vivió hasta los 12 años en su pueblo, Gornal, a mitad de camino entre Barcelona y Tarragona y, también, equidistante entre la montaña y el mar.
Estos detalles geográficos, biológicos, no resultan antojadizos a la hora de describir a la Marina Rossell artista. La cantante que este sábado a las 23 actuará en La Trastienda, en su segunda visita profesional a la Argentina (la primera fue en 1998), se caracteriza, ante todo, por una inquietud itinerante, como si su horizonte artístico no estuviese sometido a ningún anclaje preestablecido. “Mi música es como una hoja de ruta, un cuaderno de geografía”, grafica. Su último cd, Y rodará el mundo, lo corrobora: canciones propias y ajenas, habaneras, boleros, rancheras, hacen juego con una voz que no puede (ni quiere) eludir, sin embargo, sus deudas con el mediterráneo natal.
La realidad de comienzos de siglo XXI, de este lado del mundo, no es tan amable como las melodías que interpreta, pero la elección de un repertorio latino implica en su caso una toma de posición. Reforzada, si es que hacía falta, por la inclusión del tema “Emiliano Zapata”, escrito por Jesús Rovira (“y si alguien tiene mucha fortuna/que la comparta con las demás/que si la luna pa todos es una/también la tierra, así será!”). La guerrilla de Chiapas ha calado hondo en buena parte de la comunidad artística bien pensante de Europa, y Marina, llegado este punto, se entusiasma: “la de los zapatistas me parece una revolución hermosa. Los zapatistas y las Madres de Plaza de Mayo son la luz de estos tiempos, porque representan la ética y la honestidad”.
Curiosa, y muy informada de la realidad argentina, no desconoce ni a los piqueteros ni a los Redonditos de Ricota. “Me he llevado a España los discos del Patricio Rey...”, dice, y reconoce que la primera vez que llegó a Buenos Aires fue a buscar la avenida Corrientes que se le presentaba cotidianamente en los recuerdos de la niñez, a través de los tangos que le cantaba su madre. “Pero no encontré lo que había escuchado”, se resigna, con una mezcla de picardía y nostalgia ajena. Sin maternalismo de Primer Mundo, Rossell, invita a los argentinos a “no desesperanzarse”. “Por lo que yo veo y siento –señala– se está dando una importante, es la reciprocidad cultural. Hay una presencia muy prestigiosa de artistas argentinos en España, se vio en la Semana del Cine, en el Festival Grec, por eso, aunque veo que la situación está muy difícil, yo les diría a los argentinos que no deberían desesperanzarse, porque le están dando al mundo mucha gente viva, y muy valiosa. No hablemos ya de los Piazzolla, de los Yupanqui, de Bioy Casares. Hablo de un Julio Bocca, un José Cura, un Saviola. Que cante Mercedes Sosa o que esté jugando Saviola es mucho más importante que el hecho de que vayan argentinos a hacer el servicio militar”.
Marina se define así: “No soy una cantante de grandes éxitos ni de grandes fracasos”. Su trayectoria reconoce veinticinco años de militancia en un under alternativo, que partió desde la nova cançó catalana, pero desfasada temporalmente. “Soy una cantante de la transición”, precisa. “La música de cantautores es muy fluctuante, hay períodos en que tiene más éxito y otros en que tiene menos. Pero siempre hubo y siempre van a haber tíos como Paco Ibáñez o León Gieco”. Antes cantaba solo en catalán, ahora en su show intercala algunas canciones en ese idioma, en medio de un repertorio interpretado en castellano: “Ya me parecía antinatural cantar solo en catalán. Estaba en México y tenía que traducir... Empecé a cantartambién en castellano como un imperativo biológico”. Marcada a fuego por las primeras canciones de Joan Manuel Serrat, y golpeada en su adolescencia por las últimos gritos del franquismo, Marina bosquejó también en su música, los realineamientos ideológicos de los últimos años. Pero sin abusar. “Hoy tenemos que hablar de un modo más autorreferencial. Creo que la inclinación a generalizar tiene que ver con la pereza, o con el miedo a hablar en primera persona. Mi gran pretensión es hacer canciones que formen parte de mi intimidad, para trazar un hilo con el yo del que me escucha, y así, individualmente, de tú a tú, hasta formar un sentimiento colectivo.
–¿Esto relativiza las viejas consignas, más totalizadoras?
–Cambia la perspectiva. Estamos en un momento del mundo en que hay muchas cosas para decir desde lo individual, a partir de la propia sensibilidad. Esto parte, también, de la sensación de que en arte, ya todo está dicho. Desde Debussy en la música, la abstracción en la pintura, Pedro Páramo en la literatura, parecería que ya está todo hecho, y lo que nos queda a nosotros es aportar una mirada personal sobre la base de lo que ya se escribió.
–¿Y queda para más adelante la posibilidad de una nueva revolución que barra con todas esas premisas?
–No, la revolución es permanente, pero a diferencia de otros tiempos, hoy las revoluciones son individuales.
–Desde la Argentina, muchos ven a España, y particularmente a Barcelona, como especies de paraísos modernos, donde todo parece ser prosperidad...
–¿Paraíso? Pregúntale a los miles que llegan de Africa, de América Latina, a ver si estamos viviendo en un paraíso. Europa necesita repensarse. Asumir que hay gente de otros continentes que buscan una vida mejor, y además darse cuenta de que la mezcla es enriquecimiento. De allí siempre sale algo. Yo grabé este último disco en Francia. París no sería nada sin la inmigración. Fíjate, Manu Chao es descendiente de españoles, Moustaki, griego, Brel, flamenco de Bélgica, Aznavour, armenio. Todo lo que no es mestizaje es masturbación. De la mezcla nace el contraste, el cuestionarte a ti mismo. La masturbación está bien, pero de allí no nace nada.

 

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