Por Claudio Zlotnik
Paul ONeill volvió
a abrir la boca. Y esto no se sabe si es bueno o malo para la Argentina.
En los papeles, la intención fue válida: dar un respaldo
explícito a la gestión de Fernando de la Rúa. Pero
la locuacidad del secretario del Tesoro estadounidense le jugó
otra mala pasada al gobierno argentino. Sea Uganda, Argentina o
Pakistán, creo que los estadounidenses necesitan preocuparse por
la situación, manifestó el funcionario tras haber
regado buenos augurios hacia el país. En el afán por dar
su apoyo, ONeill comparó a la Argentina con dos países
en guerra, con serios problemas con el tráfico de drogas fuertes
y mucho más pobres que el país que en principio se intentó
defender. Aun cuando uno de los máximos funcionarios de la administración
Bush considere a la Argentina bajo estos parámetros, lo cierto
es que las negociaciones por la ayuda extraordinaria del Fondo Monetario
se cerrarían con éxito. Esto mismo se daría a conocer
entre hoy y mañana, aunque los detalles quedarían para la
próxima semana.
Esperamos que la política que Fernando de la Rúa y
Domingo Cavallo han puesto en marcha conduzca a la estabilidad y al crecimiento,
señaló ONeill durante una entrevista concedida a la
cadena de televisión estadounidense CNBC. Tenemos un interés
natural, además del interés bilateral, por Argentina,
añadió el funcionario. Hasta ahí todo resultaba de
maravillas. Incluso arriesgó que, como miembro del Fondo Monetario,
Estados Unidos sigue con un interés diario lo que pasa en
Argentina. Creo que nadie puede desearles infortunio por lo que están
tratando de hacer. Estamos prestando atención cada día,
insistió.
Sin embargo, el tono de las declaraciones cambió de castaño
a oscuro cuando ONeill ensayó la comparación con el
país africano y con el asiático. Sea Uganda, Argentina
o Pakistán, creo que los estadounidenses necesitan preocuparse
por la situación, completó.
Algunos datos son contundentes: Uganda cuenta con un Producto Bruto per
cápita de 240 dólares anuales, mientras que el de Pakistán
asciende a 460 dólares, en ambos casos muy lejos de los aproximadamente
8000 de la Argentina. También es abismal la diferencia en cuanto
a los índices de analfabetismo: mientras el de Pakistán
trepa al 62 por ciento de la población, el de Uganda llega al 38
por ciento. En la Argentina es de sólo el 3,8 por ciento.
No fue la primera vez que ONeill realiza declaraciones polémicas
respecto de la Argentina. En la anterior, tres semanas atrás, había
dicho al semanario The Economist que los argentinos no tienen una
industria de exportación que valga la pena y así les gusta.
Nadie los obligó a que sean lo que son.
Más allá de las declaraciones, lo cierto es que en estas
últimas tres semanas se notó un cambio notable en la actitud
tomada por el gobierno de Bush respecto de la crisis en la Argentina.
De creer que un eventual quiebre económico no tendría impacto
en el resto de los mercados emergentes tal como había expuesto
el propio Alan Greenspan, los funcionarios tomaron una actitud activa
que tuvo su momento culminante con la visita de John Taylor, el segundo
de ONeill, a Buenos Aires. El inicio de las negociaciones entre
el FMI y el equipo económico no fue más que un correlato
de aquella visita. Al respecto, ayer se consumió el quinto día
de discusiones en Washington, ya al más alto nivel, en el más
estricto hermetismo. A pesar de ello, tanto en Wall Street como en el
microcentro porteño empezaron a descontar que en las próximas
horas habrá definiciones, y por ese motivo hubo alzas en los precios
de bonos y acciones.
Es cierto que el giro de los Estados Unidos tuvo razones políticas
por el temor a que una aceleración de los problemas desgaste aún
más al gobierno de la Alianza con un final imprevisible. Pero no
menos verdadero es que hubo hechos económicos que justificaron
aquel cambio radical, que hicieron olvidar el riesgo moral
que implicaría salir al salvataje de unpaís que no cumple
y de especuladores que arriesgan en exceso. No obstante, uno de los elementos
que más se tienen en cuenta en Washington es presentar el socorro
no como un salvataje a los inversores sino al modelo económico.
En una lista imaginaria, las principales razones que Bush tiene para enviarle
un salvavidas a De la Rúa serían las siguientes:
Evitar un contagio a Brasil
y al resto de la región en un contexto de fuerte desaceleración
de la economía norteamericana. A pesar de las internas estadounidenses,
a favor y en contra de un salvataje a la Argentina, existe un común
denominador, el temor a que en la caída arrastre a Brasil. Rescatarlo
sería mucho más costoso y sus consecuencias, más
dramáticas.
Impedir un eventual impacto
sobre el sistema financiero internacional, aun teniendo en cuenta la exposición
de los bancos estadounidenses y europeos en la Argentina.
El presidente Bush quiere acelerar
la conformación del ALCA. Si una de las principales economías
latinoamericanas quiebra será casi imposible cumplir con ese objetivo.
La propuesta del economista
republicano y cercano a la administración Bush, Alan Meltzer (de
que el FMI compre la deuda argentina para reprogramarla), fue desechada,
porque el Fondo no posee capacidad financiera para llevarlo a cabo.
Hagan como los
coreanos
Ustedes los argentinos deberían tomar ejemplo de
los coreanos, le recomendaron a un incómodo Daniel
Marx en el cuartel central del Fondo Monetario. Cuando Corea
del Sur cayó en el dominó de la crisis asiática
le recordaron, refiriéndose a la traca que comenzó
con la explosión de Tailandia en julio de 1997, los
coreanos se convencieron de que para ahorrar electricidad nadie
debía llamar más de un ascensor, y abrieron sus cajas
de seguridad para ofrecerle al gobierno su oro y sus joyas, y ninguno
compraba ni un solo producto importado. Atónito, el
viceministro de Economía no atinó a responder. Quizás
hubiese podido replicar que Sudcorea, más allá de
sus lacras políticas, lleva décadas creciendo aceleradamente,
con la aplicación de estrategias que se parecen muy poco
a las pregonadas por el FMI. La diferencia entre coreanos y argentinos
quizá radique en que éstos ya no creen en sus gobernantes
ni en sus políticas.
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COBERTURA
ANTE UNA EVENTUAL CAIDA DE LA ARGENTINA
Timba de bancos brasileños
Los bancos brasileños
ya descuentan un final poco feliz para la crisis argentina. Durante julio,
en previsión de lo que pudiera suceder, la mayoría de las
entidades financieras del vecino país aumentó sus posiciones
en dólares, ya sea como activos o en operaciones a futuro. Los
datos surgen de un informe del Banco Central de Brasil difundido ayer
por el diario Fo-lha de San Pablo. Los analistas no dudan de la causa:
la onda expansiva de la crisis argentina llegará a Brasil y el
resultado será una progresiva depreciación del real frente
al dólar. En el equipo económico de Cavallo están
convencidos de que también apostaron a una caída de la Convertibilidad
y el consecuente default varios operadores importantes de San Pablo, que
han estado jugando a la baja de los títulos públicos argentinos.
Brasil, junto a Londres y detrás de Chicago y Nueva York, es el
tercer mercado de futuros y opciones del mundo. Allí, este tipo
de operaciones a diferencia de lo que ocurre en la Argentina, donde
son marginales están institucionalizadas. El tipo de cambio
flotante retroalimenta la dinámica, con lo que la relación
entre los bancos que están comprados en dólares
y los que están vendidos se convierte en un indicador
de la perspectiva de los mercados financieros sobre la evolución
del tipo de cambio y, en última instancia, sobre la evolución
de la economía.
En la jerga de los bancos se denomina compradas a aquellas
entidades que compran dólares, a futuro o para tenerlos guardados,
jugando a una depreciación de la moneda local. Y vendidas
a aquellas que vendieron sus dólares o se comprometen a venderlos
en el futuro apostando a la estabilidad o baja de la cotización.
En este contexto, julio fue el primer mes del 2001 en la que las entidades
compradas superaron por 1000 millones de dólares a
las vendidas. Un escenario distinto al de finales de junio,
cuando las vendidas sumaban 2000 millones y, también, un claro
indicador de que, apenas un mes atrás, los bancos todavía
apostaban a la estabilidad del real.
La actitud de los bancos brasileños no deja de ser una posición
especulativa desde Brasil, prácticamente desde los inicios
de la convertibilidad, se ha dado sistemáticamente por descontada
la devaluación argentina, pero en julio, al margen de las
previsiones subjetivas, es el de la agudización de las turbulencias
financieras de la Argentina. En Brasil, por otra parte, todavía
recuerdan lo que sucedió con algunas entidades que estaban vendidas
al momento de decretarse la salida del tipo de cambio fijo en enero de
1999. Los bancos Marka y Fonte Cindam quebraron por no poder cubrir las
obligaciones asumidas en dólares tras una devaluación del
64 por ciento en un mes.
Por eso, los operadores del vecino país comenzaron a considerar
con más seriedad una caída del socio comercial del Mercosur.
El argumento inicial es que un default argentino afectaría la credibilidad
conjunta de los mercados emergentes. Pero, entre los emergentes, Brasil
será el más afectado. Las razones no son pocas. Pero la
principal se debe al Mercosur. Mal que les pese a sus detractores, en
su poco más de una década de existencia, la Unión
Aduanera se convirtió en una marca comercial reconocida en el mercado
mundial. La caída de uno de los principales socios, entonces, afectará
inevitablemente la credibilidad del otro. Además, aunque su economía
real está más fuerte, los mercados internacionales notarán
rápidamente que el nivel de deuda brasileño es muy similar,
en relación a los respectivos Productos Internos Brutos, al argentino.
SIN
QUORUM PARA LEY DE DEPOSITOS
El temor al Bonex
La Cámara
de Diputados debió suspender por falta de quórum la sesión
en la que trataría el proyecto de intangibilidad de los depósitos
bancarios, por lo que se decidió un cuarto intermedio hasta el
próximo miércoles. En tanto, los mercados financieros, aunque
con volúmenes poco significativos, se mostraron expectantes y confiados
en un inminente acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Subieron
las acciones el 3,3 por ciento y la mejora en los precios de los bonos
determinaron la baja del riesgo país, que cerró en 1452
puntos; 49 menos que en la jornada anterior.
La ley de intangibilidad de los depósitos a la vista y plazos fijos
que debía tratarse ayer en el Congreso y cuyo objeto es evitar
que pueda reproducirse una situación similar a la del Plan Bonex,
cuando a comienzos de la era menemista se trocaron los depósitos
a plazo fijo por títulos de deuda pública despierta
reacciones encontradas entre los banqueros. Por un lado están quienes
la consideran imprescindible para la recuperación de la confianza
en el sistema financiero local, fe que permitiría el lento retorno
de los más de 9000 millones que salieron del sistema desde que
se desató la crisis. Por otro, quienes consideran que el default
de las cuentas públicas es ya inevitable y que, en ese caso, una
legislación que garantice la intangibilidad de los depósitos
se convertirá en un cepo que determinará la caída
de muchas entidades.
Sin embargo, en la falta de quórum de ayer todavía no resulta
evidente el lobby de ninguna de estas líneas. De acuerdo a los
últimos datos dados a conocer por el Banco Central, el lunes se
registró un leve aumento de los depósitos en pesos, de 106
millones, que no alcanzaron a compensar la salida de 144 millones en dólares,
lo que indica una salida neta de 38 millones que, sin embargo, está
muy por debajo de los 250 millones que, en promedio, salieron diariamente
la semana pasada.
En tanto, los mercados financieros se mostraron ayer más optimistas.
La causa fueron las versiones que aseguran un inminente acuerdo con el
FMI, el que se daría a conocer mañana. Con operaciones que
sumaron apenas 10 millones de pesos, el índice Merval, que agrupa
a las principales firmas que cotizan en la Bolsa de Comercio, remontó
el 3,2 por ciento compensando la caída de la rueda anterior.
Mientras la única noticia que se manejaba en el mercado era que
el Gobierno seguía gestionando ante el Fondo Monetario Internacional
la ayuda para fortalecer el sistema financiero, los bonos globales 2008,
los más negociados, crecieron el 2,9 por ciento y los FRB que cotizan
en Nueva York quedaron 2,4 por ciento arriba. Con este comportamiento
de los títulos de deuda, el índice de riesgo país
se posicionó en las 1452 unidades, 49 menos que en la víspera.
Versión más
que generosa
La versión recorrió la city a la velocidad del rayo:
la ayuda financiera del FMI treparía a los 15.000 millones
de dólares, un monto que, de confirmarse, rompería
los cálculos aun más optimistas que hasta ahora barajaban
los financistas. Ante el rumor originado en Wall Street, los bonos
subieron entre 2 y 2,5 por ciento, cayó el riesgo país,
y las acciones tuvieron una jornada más que digna.
Según la versión, el Fondo Monetario aportaría
6000 millones de dólares, a los que se sumarían otros
1260 millones por el adelanto de la cuota del blindaje. A su vez,
otros 3500 millones llegarían a través de la línea
contingente del Banco Central (de los cuales 1000 millones serían
aportados por el BID y el Banco Mundial) y otros 4000 millones serían
dados por distintos gobiernos europeos. En ese caso, el principal
aportante sería España, con 1000 millones adicionales
a lo que ya dio con el blindaje. Ningún funcionario de Economía
salió a desmentir o confirmar la versión. Mientras
tanto, sirvió para levantar los mercados.
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La estrella
de Cavallo
Por Alfredo Zaiat
Ya habíamos
agotado el colchón financiero para pagar la deuda. Nosotros
creíamos que no podíamos salir de la crisis. La corrida
de depósitos y reservas parecía incontrolable. Pero
Mingo bajó los aportes patronales, medida que no estábamos
de acuerdo ante el deterioro de las cuentas públicas, y se
subió a un avión con su valijita para recorrer las
principales plazas financieras de Europa y de Estados Unidos para
traer dólares. Finalmente, consiguió del Fondo Monetario
el paquete de rescate que permitió salir de la crisis del
Tequila. A partir de ese momento, se ganó definitivamente
el respeto de todo el equipo.
Esa anécdota relatada a este diario, con cierta nostalgia,
por un hombre clave del anterior equipo económico de Domingo
Cavallo, revela dos cosas:
u Que la audacia de Cavallo termina deslumbrando a sus colaboradores,
lo que no facilita una gestión medianamente coherente, al
quedar éstos desorientados ante la excesiva adrenalina generada
por el mediterráneo. Así, muchas de las últimas
medidas fueron lanzadas por Cavallo sin siquiera haber sido consultadas
con los responsables del área, que ante el hecho consumado
tuvieron que hacer malabarismo para entenderlas, explicarlas y,
luego, ponerlas en práctica. Por ese motivo, varias de esas
iniciativas enfrentan innumerables inconvenientes para una fluida
implementación, además de que otras registraron marchas
y contramarchas.
u Que esa audacia del 91-95 ahora no tiene efecto. Ha
tenido éxito nuevamente, por cierto, para recrear una mística
de líder infalible ante sus fieles laderos. Pero ya no seduce
al resto. No convence ni entusiasma al mundo financiero y empresario
con sus zambullidas sin saber si hay agua en la pileta. Más
bien, confunde y perturba a quienes lo tenían idealizado,
lo que profundiza la crisis al deteriorar la ya escasa confianza
que despierta la economía argentina.
Algo está pasando con Cavallo. Ha perdido ese protagonismo
estelar que se le reconocía para momentos turbulentos, cualidad
que se le atribuía precisamente cuando fue convocado por
Fernando de la Rúa. En las últimas semanas ha quedado
fuera del centro de las negociaciones claves de la crisis. Chrystian
Colombo tuvo que tomar la posta en el trato con los gobernadores
del PJ para comprometerlos al ajuste, luego de que Cavallo casi
hace naufragar el acuerdo al descontrolarse en un cruce con Carlos
Ruckauf. El Jefe de Gabinete también fue el que lideró
la pelea para conseguir que el Congreso aprobara la Ley de Déficit
Cero.
Más sorprendente resulta todavía que en la definición
del salvataje del FMI, con apoyo de las principales potencias económicas,
su papel aparece secundario. Se limita a discursos reiterativos
para consumo doméstico de que no habrá devaluación
ni cesación de pagos. Pero para evitarlo, que es lo que interesa,
se ocupan otros. Adalberto Rodríguez Giavarini está
teniendo una actuación silenciosa, pero destacada para juntar
voluntades entre los países que definen la suerte del paquete
de rescate. El canciller lidera las conversaciones de ablande al
Grupo de los Siete. El ministro ha perdido un poco de predicamento
en esos ámbitos de poder, cediendo parte de ese espacio que
al principio de esta gestión monopolizaba. Y tiene razones:
fracasó en el acercamiento al Banco Central Europeo seduciendo
con el euro incorporado a la Convertibilidad; en el Departamento
del Tesoro de Estados Unidos no deslumbra, ya sin Nicholas Brady
y David Mulford manejándolo; y en el FMI su nombre produce
urticaria en sus directores.
Daniel Marx es quien está, entonces, a cargo de la delegación
argentina para convencer al Fondo de la necesidad de un auxilio
extraordinario y así evitar el colapso. El secretario de
Finanzas habla con el Tesoro de Estados Unidos, el Departamento
de Estado y con las máximas autoridades del FMI, para luego
sonreír para las fotos con sus típicas declaraciones
que no dicen nada. Aparece como un ministro de Economía,
con agencia externa de prensa propia, opacando aún más
el rol de Cavallo en estos días decisivos.
¿Qué quedó de la estrella de Cavallo?
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