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Los abuelos punk y el gurú galés

Los documentales que hoy emitirá Films & Arts sirven para recrear la carrera de John Cale y The Clash, nombres fundamentales del rock.

The Clash en su esplendor, en
la Inglaterra de fines de los ‘70.
John Cale fue líder junto a Lou
Reed de The Velvet Underground.

Por Roque Casciero

Cualquier rockero que se precie tiene en claro la importancia de John Cale y de The Clash en la historia de la música del siglo XX. Pero siempre hay algún desprevenido por ahí, así que deben hacerse algunas aclaraciones. Cale es un compositor e instrumentista clásico galés, devenido experimentador del rock con The Velvet Underground y luego productor de obras maestras de los Stooges y Patti Smith. The Clash fue un politizado cuarteto inglés que amplió las fronteras del punk con la incorporación de reggae, jazz, ska, rap y rock clásico, y que dejó algunos de los mejores discos del género. La herencia de esta banda todavía se hace escuchar, especialmente en el rock latino, con Mano Negra y Los Fabulosos Cadillacs a la cabeza. La de Velvet pasó de manos durante generaciones: desde el punk y U2 hasta Sonic Youth y Nirvana tienen deudas con aquel grupo liderado por Lou Reed y John Cale.
Esta noche, Films & Arts (60 de Multicanal, 46 de Cablevisión y 170 de DirecTV) emitirá sendos documentales dedicados a Cale y The Clash, una oportunidad inmejorable para repasar la relevante trayectoria de estos artistas. A las 21, dentro del ciclo “Perfiles”, estará “John Cale y The Velvet Underground”, un programa especial armado por la BBC casi al tiempo que el galés terminaba su recomendable autobiografía What’s Welsh for Zen?, en 1997. Y una hora más tarde, en “El arte de la influencia”, se pondrá en pantalla “The Clash, al oeste del mundo”, un excelente film estrenado hace dos años.
La concepción de los documentales es diferente, aunque ambos abordan la vida, el arte y las motivaciones de los músicos. El primero muestra a Cale en un recorrido de regreso a su ciudad natal, Garnath, en la región galesa de Swansea. En el viaje lo acompaña el escritor Victor Bockris, quien fue el responsable de darle forma a la autobiografía del artista. Entre los testimonios de Cale, sus viejos vecinos y quienes trabajaron con él, además de imágenes de época y tomas de los trabajos más recientes, uno puede seguir someramente el derrotero del músico: niño prodigio, compositor y ejecutante de piano, órgano y viola; la mudanza a Londres gracias a una beca; el cruce del Atlántico, hacia la escena experimental de Nueva York, donde trabajó con La Monte Young; su descubrimiento del rock y la determinación de mezclarlo con sus conocimientos; el brillo único de The Velvet Underground; su posterior trabajo como productor, y su cambiante carrera solista. Un punto particularmente interesante en el programa es la explicación del desarrollo de la personalidad escénica de Cale, que lo llevó, en un momento, a cortarle el cuello a una gallina (que ya estaba muerta) para añadirle drama a su ya dramática versión de “Heartbreak Hotel”, popularizada por el mismísimo Elvis.
“Al oeste del mundo”, en cambio, mezcla los testimonios de los cuatro miembros de The Clash (el cantante y guitarrista Joe Strummer, el guitarrista Mick Jones, el bajista Paul Simonon y el baterista Topper Headon) con imágenes de sus ensayos y sus shows siempre calientes, en los que los escupitajos de los ingleses volaban todo el tiempo. Las vibrantes performances de clásicos como “London calling”, “Career oportunities”, “The magnificent seven” o “Should I stay or should I go” cargan de energía la pantalla del televisor. No fue en vano que la escritora Caroline Coon dijo: “Cuando ves a los Clash, te das cuenta de que nunca antes habías visto rock’n’roll”.
El relato de la película prácticamente lleva al espectador a un recorrido día por día de la breve, pero crucial historia de la banda. Placas con estética muy punk introducen los temas, para que los músicos y su entorno recuerden los días de gloria, incluidos aquellos en los que apenas sabían tocar. El cuarteto no rehuye a repasar los momentos escabrosos, como los del despido de Headon (causa impresión ver cómo lo dejó su adicción a la heroína) o la separación de la formación más conocida (y la mejor). Lo único que podría objetársele es que finalice con la partida de Jones, cuando en realidad Strummer y Simonon siguieronadelante y publicaron un álbum más. Pero no debería extrañar, porque los propios músicos menospreciaron ese trabajo que, de hecho, no figura en la discografía oficial del grupo. De todos modos, las cámaras hacen foco en los momentos clave, como el mítico concierto en el Shea Stadium de Nueva York, poco antes de la diáspora: es que, en un fenómeno habitual en el mundo de la música, The Clash alcanzó su momento de máxima popularidad justo cuando estaba cayéndose a pedazos.

 

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