Por Roque Casciero
Cualquier rockero que se precie
tiene en claro la importancia de John Cale y de The Clash en la historia
de la música del siglo XX. Pero siempre hay algún desprevenido
por ahí, así que deben hacerse algunas aclaraciones. Cale
es un compositor e instrumentista clásico galés, devenido
experimentador del rock con The Velvet Underground y luego productor de
obras maestras de los Stooges y Patti Smith. The Clash fue un politizado
cuarteto inglés que amplió las fronteras del punk con la
incorporación de reggae, jazz, ska, rap y rock clásico,
y que dejó algunos de los mejores discos del género. La
herencia de esta banda todavía se hace escuchar, especialmente
en el rock latino, con Mano Negra y Los Fabulosos Cadillacs a la cabeza.
La de Velvet pasó de manos durante generaciones: desde el punk
y U2 hasta Sonic Youth y Nirvana tienen deudas con aquel grupo liderado
por Lou Reed y John Cale.
Esta noche, Films & Arts (60 de Multicanal, 46 de Cablevisión
y 170 de DirecTV) emitirá sendos documentales dedicados a Cale
y The Clash, una oportunidad inmejorable para repasar la relevante trayectoria
de estos artistas. A las 21, dentro del ciclo Perfiles, estará
John Cale y The Velvet Underground, un programa especial armado
por la BBC casi al tiempo que el galés terminaba su recomendable
autobiografía Whats Welsh for Zen?, en 1997. Y una hora más
tarde, en El arte de la influencia, se pondrá en pantalla
The Clash, al oeste del mundo, un excelente film estrenado
hace dos años.
La concepción de los documentales es diferente, aunque ambos abordan
la vida, el arte y las motivaciones de los músicos. El primero
muestra a Cale en un recorrido de regreso a su ciudad natal, Garnath,
en la región galesa de Swansea. En el viaje lo acompaña
el escritor Victor Bockris, quien fue el responsable de darle forma a
la autobiografía del artista. Entre los testimonios de Cale, sus
viejos vecinos y quienes trabajaron con él, además de imágenes
de época y tomas de los trabajos más recientes, uno puede
seguir someramente el derrotero del músico: niño prodigio,
compositor y ejecutante de piano, órgano y viola; la mudanza a
Londres gracias a una beca; el cruce del Atlántico, hacia la escena
experimental de Nueva York, donde trabajó con La Monte Young; su
descubrimiento del rock y la determinación de mezclarlo con sus
conocimientos; el brillo único de The Velvet Underground; su posterior
trabajo como productor, y su cambiante carrera solista. Un punto particularmente
interesante en el programa es la explicación del desarrollo de
la personalidad escénica de Cale, que lo llevó, en un momento,
a cortarle el cuello a una gallina (que ya estaba muerta) para añadirle
drama a su ya dramática versión de Heartbreak Hotel,
popularizada por el mismísimo Elvis.
Al oeste del mundo, en cambio, mezcla los testimonios de los
cuatro miembros de The Clash (el cantante y guitarrista Joe Strummer,
el guitarrista Mick Jones, el bajista Paul Simonon y el baterista Topper
Headon) con imágenes de sus ensayos y sus shows siempre calientes,
en los que los escupitajos de los ingleses volaban todo el tiempo. Las
vibrantes performances de clásicos como London calling,
Career oportunities, The magnificent seven o Should
I stay or should I go cargan de energía la pantalla del televisor.
No fue en vano que la escritora Caroline Coon dijo: Cuando ves a
los Clash, te das cuenta de que nunca antes habías visto rocknroll.
El relato de la película prácticamente lleva al espectador
a un recorrido día por día de la breve, pero crucial historia
de la banda. Placas con estética muy punk introducen los temas,
para que los músicos y su entorno recuerden los días de
gloria, incluidos aquellos en los que apenas sabían tocar. El cuarteto
no rehuye a repasar los momentos escabrosos, como los del despido de Headon
(causa impresión ver cómo lo dejó su adicción
a la heroína) o la separación de la formación más
conocida (y la mejor). Lo único que podría objetársele
es que finalice con la partida de Jones, cuando en realidad Strummer y
Simonon siguieronadelante y publicaron un álbum más. Pero
no debería extrañar, porque los propios músicos menospreciaron
ese trabajo que, de hecho, no figura en la discografía oficial
del grupo. De todos modos, las cámaras hacen foco en los momentos
clave, como el mítico concierto en el Shea Stadium de Nueva York,
poco antes de la diáspora: es que, en un fenómeno habitual
en el mundo de la música, The Clash alcanzó su momento de
máxima popularidad justo cuando estaba cayéndose a pedazos.
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