Por Claudio Scaletta
La estrategia de venta de Aerolíneas
Argentinas impulsada por la española SEPI parece consistir en el
periódico anuncio del número de aspirantes ansiosos por
hacerse con la compañía. Esta vez, la lista agregó
oficialmente a dos nuevos contrincantes, al empresario Enrique Pescarmona,
quien ya participó de la propiedad de la empresa tras su privatización
y a un enigmático grupo inversor estadounidense que todos señalan
como Merrill Lynch, quien actuaría como intermediario de otras
firmas. Así, una empresa semiparalizada, con casi 1000 millones
de dólares de deuda, una flota reducida y antigua y más
de 6000 empleados, que además funciona en un mercado con rentabilidad
promedio del 4 por ciento anual, es, siempre según la SEPI, una
pieza muy apetecible para los inversores internacionales.
Según dejaron trascender a la prensa española fuentes de
la SEPI, serían cuatro las ofertas en carrera para, ya en el mes
de septiembre, quedarse con la propiedad de AA. La de Juan Carlos Pellegrini,
presidente de la empresa entre el 79 y el 82 y devenido en
empresario turístico, la del grupo turístico español
Marsans, quien jugaría como el caballo del comisario
y permitiría a los españoles mantener algunos negocios cruzados.
Aunque no faltan las versiones inconsistentes de quienes dicen que Marsans
es utilizada por la SEPI para subir el precio de Aerolíneas.
Y las dos nuevas ofertas conocidas esta semana. La especie descarta por
la negativa las ofertas de Eduardo Eurnekian y de la peruana Aerocontinente.
No obstante los antecedentes de los oferentes y la lógica de los
números indican dos tendencias claras. La pregunta es qué
hay en AA para que sea deseable. Las respuestas son dos.
La primera es la posibilidad de, según la jerga empresaria, manejar
la convocatoria. Esta alternativa, supone, para el interesado, decidir
sobre una caja de 500 millones de dólares y la posibilidad de ganancias
ciertas en el proceso de liquidación de la firma. Si este interesado
está vinculado además a grupos que podrían explotar
el mercado que dejaría vacante AA, la ganancia se potencia.
La segunda es hacerse de una línea aérea a un costo inferior
al de mercado, apostando no a la baja rentabilidad que hoy tiene el negocio
aeronáutico, sino a la rápida valorización que podría
obtenerse si la empresa vuelve a funcionar a un niveles similar al anteriores
a la escalada del conflicto gremial. La alternativa de máxima sería
conseguir incluso una expansión del mercado vía la complementariedad
con el negocio turístico entendido como un todo.
Resulta evidente, por sus antecedentes históricos, cuáles
son los operadores que apuestan a una otra opción. No obstante,
si el camino es la recuperación de la operatividad de la todavía
aerolínea de bandera siempre serán necesarios aportes de
fondos frescos hasta su puesta en marcha. Entre las versiones que circulan
se señala que Juan Carlos Pellegrini contaría con el apoyo
financiero de Emilio Cárdenas, del HSBC y la familia Werthein,
del Banco La Caja. Luego será necesario solucionar el conflicto
gremial de una segura reducción de personal. En este caso el camino
elegido por Pellegrini parece haber sido expeditivo, además de
ofrecer a los trabajadores el 20 por ciento de las acciones, también
ofreció a los gremios el 3,5 por ciento. Para que ustedes
hagan lo que quieran, se apuró a aclarar uno de los asesores
del empresario.
ENCUESTA
GALLUP PARA MORENO OCAMPO SOBRE EVASION
Haz lo que digo pero no lo que hago
Que el 93 por ciento de los
ejecutivos de grandes empresas piense que la evasión es un
gran problema para nuestro país no debería sorprender,
porque en definitiva coincide con la opinión de todo el espectro
político (oficialismo y oposición). Que el 6 por ciento
haya respondido que es un problema pero no más grave que
otros tampoco es relevante, aunque no se sepa cuáles son
esos otros problemas a los que se alude. Pero que haya aunque
sea un uno por ciento, entre 500 ejecutivos encuestados, que haya respondido
que la evasión no es un problema es todo un dato, al
menos, curioso. Sobre todo si a la pregunta siguiente la misma proporción,
el uno por ciento, responde que el control del Estado sobre la evasión
impositiva es muy eficiente.
Dichos resultados surgen de una encuesta realizada por Gallup Argentina,
por encargo del Estudio Moreno Ocampo, entre directivos de las 500 empresas
que más facturan en la Argentina, para palpar la opinión
empresaria sobre competencia desleal, evasión, contrabando y lavado
de dinero. Sin embargo, la encuesta es muy poco eficiente en revelar
qué tipo de delitos son visualizados como más frecuentes.
A los encuestados se les requirió que respondieran qué porcentajes
correspondían a corrupción, evasión, narcotráfico
y contrabando, del total de dinero en negro en Argentina. Pero las proporciones
respondidas por los encuestados se promediaron y se dio a conocer sólo
el resultado final, con lo cual se diluyó el contenido de las respuestas
(no es lo mismo que las respuestas estén polarizadas a que todos
hayan respondido lo mismo) y surgió un resultado casi obvio: un
porcentaje equilibrado entre los cuatro orígenes excluyentes planteados
en la encuesta (la suma entre los cuatro ítems da un 100 por ciento,
lo cual indica que no se consideraron las respuestas no sabe/no contesta
u otros).
La evaluación de los encuestados sobre la forma en que el Estado
controla la evasión impositiva y el contrabando arrojó resultados
negativos: por amplio margen (el 87 por ciento en el primer caso, el 98
en el segundo) resultó mayoritaria la proporción que respondió
que es poco o nada eficiente. También es
alta la proporción de ejecutivos que opina que el Estado argentino
protege poco o nada al mercado de prácticas deshonestas:
82 por ciento.
Pero del escaso control que ejerce el Estado sobre los contribuyentes,
las grandes empresas consideran que ellas reciben la mayor parte. Según
el 67 por ciento de los encuestados, las grandes empresas tienen mucho
o bastante control, mientras que se controla poco o nada
a las pymes, según el 65 por ciento y a la gente en general,
conforme al 72 por ciento.
Una de las preguntas que el Estudio Moreno Ocampo le requirió a
los encuestadores que incluyeran fue si ha contratado o no su empresa
algún tipo de herramienta para la prevención de prácticas
deshonestas. El 75 por ciento respondió que no. Estos servicios
de prevención son, justamente, uno de los productos que el Estudio
Moreno Ocampo ofrece a las empresas, y quizás expliquen el interés
por esta investigación.
OPINION
Por Arnaud Iribarne *
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Millones por unas
cuadras
La Argentina del 2001 no es competitiva porque no es capaz de
pensarse a sí misma. A principios del siglo XX fue capaz
de crear un formidable polo de desarrollo exportador estableciendo
un Mercado Nacional de Hacienda en Liniers, al que se llegaba en
ferrocarril, se faenaba cerca del lugar de remate (Lisandro de la
Torre, La Negra, Swift-Armour, Pampa, etc.), se trasladaba al puerto
y se embarcaba. Resultado: no sólo éramos el primer
exportador mundial sino que el 60 por ciento del comercio internacional
de carnes era argentino. La realidad ha hecho que hoy no exista
ninguna de aquellas playas de faena y el Mercado haya quedado en
el centro de una urbe de trece millones de habitantes, a la cual
arriban diariamente 400 camiones, que descargan y, efectuado el
remate, vuelven a cargar en otros 400 camiones que salen de la Capital
con destino a faena. Inteligentemente, en 1985 se establecieron
dos medidas:
Que no es función del Estado proveer 32 hectáreas
en el medio de una ciudad para esta tarea. Que si el sector privado
necesita tener mercados concentradores puede hacerlo en cualquier
punto, excepto en un radio de 100 kilómetros de la Ciudad
de Buenos Aires. Se idearon proyectos en Mercedes, Junín,
Chascomús, de mercados modernos y pequeños, coherentes
con frigoríficos regionales y una Junta de Carnes promoviendo
exportaciones. Pero en aquel momento los sectores privados vinculados
al mercado de ganados y carnes se opusieron tenazmente a la medida
por entender que era imprescindible un mercado concentrador orientativo.
Sin embargo en Estados Unidos, donde existió en Chicago un
mercado de estas características, lo eliminaron en 1934.
Hace unos días se decidió finalmente trasladar el
Mercado... pero a sólo 3 kilómetros de donde está
hoy, sobre la autopista que conduce al aeropuerto de Ezeiza, también
sobre terrenos del Estado. Hoy Argentina exporta menos de 250.000
toneladas de carne vacuna, ya no exporta ovinos ni porcinos, ni
tiene ferrocarril, pero gastará doce millones de dólares
para trasladar el Mercado Central unas pocas cuadras. Ha llegado
el momento de plantearnos los porqué y los para qué.
¿Para qué utilizar la ciudad donde vive un tercio
de la población para hacer el remate en lugar de alejarlo
por razones de urbanística, logística, sanidad, transporte,
contaminación? Gastar doce millones para trasladar el Mercado
a escasos kilómetros dentro de la misma ciudad es un grave
error que aún estamos a tiempo de evitar.
* Ex director de la Junta Nacional de Carnes
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