Por Horacio Cecchi
Dos dos dos... dos dos
dos. Adelante, dos dos dos.
Se me cayó un árbol encima.
Durante unos segundos, del otro lado sólo hubo silencio de radio.
De radio taxi. El operador demoró un poco hasta digerir el mensaje
de Héctor Quiavetta, taxista desde hace una década, dueño
de un 405 hasta ayer nuevo, y que pasado el mediodía se comunicaba
para avisar a la central de Taxi Ya sobre su incómodo pasajero:
un jacarandá de casi 10 metros que había aplastado el techo
del dos dos dos, en la avenida Belgrano al 1400, a dos cuadras del Departamento
de Policía. Más lejos, en La Matanza, la sudestada tuvo
imágenes más habituales: alrededor de 900 evacuados por
la crecida del río Matanza. Ochenta en La Plata. El Servicio Meteorológico,
además de pronosticar lluvias hasta el domingo, lanzó un
alerta. Recomendación oficiosa: no viaje en taxi.
La malaria esta vez salvó una vida. No la de Quiavetta, a quien
no fue Cavallo sino un milagro quien lo rescató sano debajo del
tronco del jacarandá. La malaria salvó a un ignoto y potencial
pasajero. Ignoto y potencial porque Quiavetta venía yirando a la
pesca, con su banderita libre, la mano en el comunicador de radio y el
asiento trasero tan vacío como el bolsillo.
Ayer al mediodía, cuando la luz del sol se situó virtualmente
en sus antípodas, el SMN informaba que técnicamente no había
oscurecido sino que una nubosidad espesa, de entre 8 y 12 kilómetros
de espesor, filtró mucho la luz del sol, fenómeno
provocado por el ingreso de aire húmedo a baja altura, y
de aire frío, a más altura, y este ingreso de dos masas
de aire generó la inestabilidad atmosférica y el ingreso
de nubes.
Independientes del galimatías técnico-meteorológico,
las columnas de alumbrado público encendieron automáticamente
sus luces. Los autos sus focos. Entre ellos el 405, dos dos dos, de Quiavetta.
Venía yirando por Belgrano recapituló a Página/12
su sorpresiva y milagrosa experiencia forestal, con voz monocorde y tono
bajo que indicaban, claramente, que Quiavetta aún no había
salido del shock. Yirando como todos los días, desde temprano
temprano hasta tarde tarde. Estaba en Belgrano al 1400, venía despacio
al lado de la vereda y sentí un crujido, como una rama que se rompe.
Quiavetta estaba en lo cierto, pero en parte. Su oído, en juego
con su imaginación, sólo alcanzaron a descifrar esa parte:
una rama. Vamos, le hubiera ocurrido a cualquiera. Nada más afinado
que el oído de un taxista adiestrado para escuchar los escasos
psst psst o hey hey o taxi, con que se suele convocar sus servicios. El
ruido era de una rama. Y de otra rama, y otra rama, y otra rama, todas
juntas, tronco incluido, así como la naturaleza sabe construirlas,
con forma de árbol. Un jacarandá, decidido a convertir sus
casi 10 metros según los bomberos o de 4,80 según
el gobierno porteño de fálica altura en purita extensión
horizontal, era el causante del sonido precisado por Quiavetta.
El cree que jamás atinó a comprender que se le venía
encima. Lo confesó a este diario y lo volverá a confesar
a quien quiera oírlo. Pero su curiosidad y sus reflejos lo desmienten.
Al escuchar el sonido de madera crujiente miró hacia el costado
derecho, a través de su ventanilla: El tronco, esa mole,
se me venía encima. Traté de acurrucarme. Fueron décimas
de segundo. Me encogí. Cabe agregar que Quiavetta, en condiciones
normales y clima estable, es más bien menudo en virtud, una vez
más, de la madre natura que sabiamente hace. Con lo que el desgraciado
y al mismo tiempo afortunado chofer refiere que se encogió aún
más. Sólo de ese modo se comprende que haya salvado su vida.
El jacarandá cayó sobre el dos dos dos, hundiendo por completo
su techo pero a la altura del asiento del potencial e ignoto pasajero.
Puso el techo tocando el piso asegura Quiavetta, todavía
sorprendido. Yo me salvé raspando. Fue entonces que
atinó a pedir auxilio por radio. Lo sacaron por la ventanilla derecha.
La policía afirma que lo hizo por sus propios medios e inmediatamente.
Otros aseguran que lo ayudaron y que permaneció apretado por la
sombra del jacarandá durante casi media hora. Puede haber
sido un minuto o quince, no lo sé, reflexiona Quiavetta.
El dos dos dos quedó inutilizable. Ayer perdió toda la tarde
haciendo trámites. Ahora deberá discutir con el seguro,
o con el gobierno porteño, para que alguien, de algún modo,
se haga cargo de su suerte. Que es buena, pero se sabe, sólo con
suerte nadie se alimenta.
Y todavía falta
lo peor
Ayer el viento sopló, pero para hoy el panorama es aún
más desalentador: el Servicio Meteorológico Nacional
(SMN) informó que se prevé que el viento del
sudeste o del sector sur aumente su intensidad, esperándose
valores de hasta 40 o 50 kilómetros por hora. Por su
parte, Defensa Civil recomendó reforzar las medidas
preventivas, tales como no dejar nada en balcones ni ventanas
y conducir con especial cuidado. Además de la intensidad
del viento, el SMN pronosticó para hoy lluvias intermitentes,
con probabilidad de chaparrones y tormentas, con una máxima
de sólo 13 grados. Esta situación se mantendría
mañana, cuando habrá una mejora temporaria que se
extenderá hasta el domingo, día en que pueden volver
algunas inestabilidades. Para el lunes se espera una
ola de aire frío y oscuridad, como la que ayer el mediodía
ennegreció la ciudad.
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LOS
MAS AFECTADOS FUERON LA MATANZA Y LA PLATA
La sudestada que no perdona
La violenta sudestada desatada
esta mañana dejó un saldo de casi un millar de evacuados
en el conurbano bonaerense, especialmente en el partido de La Matanza
y la ciudad de La Plata. Los habitantes del sur del país debieron
soportar ráfagas de viento de hasta 100 kilómetros por hora.
Entretanto, en la Capital, hasta las 19 habían caído 15,9
milímetros, cifra que sin embargo se mantenía lejana a los
límites de capacidad de drenaje de la red de desagüe. Allí,
la oscuridad se mantuvo hasta el mediodía, a raíz de una
nube densa de entre 8 y 12 kilómetros de altura. La ciudad de Santa
Fe quedó incomunicada por vía aérea con el resto
del país debido a un banco de niebla que disminuyó la visibilidad
de 10 mil a 1500 metros. La zona de los lagos y la nieve, en cambio, gozó
de sol y buen clima.
La Matanza fue el distrito bonaerense más castigado. Alrededor
de 900 personas, de las cuales la mitad son chicos, debieron ser evacuados
empujados por el desborde del río del mismo nombre en las localidades
de González Catán, Virrey del Pino y Gregorio Laferrere.
El subsecretario de gobierno del municipio, Mariano Aiza, sostuvo que
desde el punto de vista sanitario la situación está
controlada. Los evacuados tienen alimentos suficientes, pero si el tiempo
desmejora como está anunciado, vamos a necesitar ayuda: ropa para
chicos, pañales y agua potable. El funcionario explicó
que la comuna abrió siete centros de evacuación. En
algunos barrios hay entre 70 y 80 centímetros de agua. En el barrio
Los Alamos, de Virrey del Pino, los bomberos debieron llegar a la gente
en bote porque la zona quedó totalmente aislada.
En La Plata, fueron evacuadas 78 personas de los barrios Villa Elvira
y Los Hornos. En el sur del país, especialmente en Santa Cruz y
Tierra del Fuego, se desataron vientos del oeste a más de 50 kilómetros
por hora, que en algunos momentos alcanzaron los 102. También descendió
la sensación térmica por debajo de los cero grados.
El aeropuerto santafesino de Sauce Viejo, única terminal aérea
que comunica la capital provincial con el resto del país, debió
interrumpir sus actividades a las 11 de la mañana por un banco
de niebla y llovizna, que redujo la visibilidad habitual de 10 kilómetros
a uno y medio.
Entretanto, en la Capital Federal, hasta las 19 habían caído
15,7 milímetros por metro cuadrado. Los vientos del sudeste, de
14 kilómetros por hora y la cantidad de agua caída no alcanzaron
los límites de seguridad, ni provocaron inundaciones, según
informó el gobierno porteño.
El fenómeno meteorológico no alcanzó las dimensiones
de una sudestada sino que constituyó, según el SMN, un centro
de alta presión ubicado en el norte de la Patagonia, y otro de
baja presión sobre el Pasaje de Drake, que provocaron las lluvias
en el norte de la provincia de Buenos Aires y el sur del Litoral y los
fuertes vientos en el sur del país.
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