Por Cecilia Hopkins
Ubicada entre los barrios de
Almagro y Caballito, La Fábrica, Ciudad Cultural funciona en todos
los espacios que ofrece el gran edificio de IMPA (Industrias Metalúrgicas
y Plásticas Argentinas) una vez que finaliza el horario de trabajo.
Desde hace unos meses, en el tercer piso se está presentando Cosmogonía
bestial, espectáculo que dirigen Claudia Marocchi y Patricia Sánchez.
El depósito, que guarda prolijamente parte del stock de las bandejitas
de aluminio que la fábrica produce, es el lugar ideal para ambientar
una historia con aires retro-futuristas referida al origen del universo
y, más precisamente, al origen y desarrollo del hombre. A partir
de escenas aisladas, los actores van contando una fábula sangrienta
que tiene la clara voluntad de denunciar las atrocidades cometidas por
la humanidad en todas las épocas y latitudes. Tanto en su estética
como en su temática, el montaje está muy emparentado con
las primeras creaciones del grupo catalán La Fura dels Baus. Por
consecuencia, este espectáculo también parece descender
de los primeros estrenados por la Organización Negra, un grupo
que definió su imaginario allá por 1985, cuando el grupo
español se presentó en el festival internacional de Córdoba.
Siguiendo de cerca la estética furera, entonces, los 34 actores
que participan de la trama que también visten un look cercano
a la tradición punk, con sus borceguíes, correajes y ropas
destruidas evolucionan por el recinto generando imágenes
que puedan impactar al espectador. Para esto utilizan de cortina sonora
una música que entrevera su ritmo batallador con sirenas y otros
sonidos fabriles, y hasta golpean tambores de combustible como elementos
de percusión, como hacían los catalanes en Suz-o-Suz. Otros
procedimientos expresivos incluyen poleas y arneses, bateas de aluminio,
cintas elásticas, camillas y otras estructuras de metal que introducen
con violencia en la sala, abriéndose paso entre los espectadores.
En tren de representar una civilización empecinada en lograr su
propia destrucción, el equipo de actores se divide en varios bandos.
Así, los capataces .-los más represores,
los hombres masa, los hombres pesadilla, recrean
un mundo en el que solamente sobreviven los que se amoldan a sus brutales
exigencias. Y para dejar por sentado que la representación no es
otra cosa que una metáfora de los tiempos que corren, se proyectan
imágenes sobre torturas y asesinatos de guerra, entre otros actos
de violencia. A lo largo del espectáculo apenas se habla. Sin embargo,
hay un momento en que la palabra es usada por los personajes a modo de
descargo y es cuando una gran jaula con ruedas ocupa el centro del espacio.
En su interior son encerrados tres prisioneros que cuentan por turno sus
desdichas usando fragmentos de Frankenstein, de Mary Shelley, Informe
para una academia, de Kafka, y La casa de Asterión,
de Borges.
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