Estos
lodos
Por Juan Gelman
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A fines de mayo pasado varios
gendarmes interrumpieron el discreto lujo del foyer del parisino Hotel
Ritz: el juez Roger Le Loire había ordenado entregar al huésped
Henry Kissinger una citación para que concurriera al Palacio de
Justicia a testificar acerca de las desapariciones de cinco ciudadanos
franceses en el Chile de Pinochet. Ocurrieron exactamente cuando el entonces
secretario de Estado de Nixon y Ford era además miembro prominente
del Comité Interinstitucional sobre Chile y presidía el
Comité 40, organismo casi clandestino encargado de ejecutar las
operaciones totalmente clandestinas que Washington suele infligir a otros
países. El curiosamente Premio Nobel de la Paz 1973 no se presentó
y abandonó con apuro la ciudad, perseguido por los fantasmas
del Plan Cóndor, como titulara Le Monde.
Esos fantasmas también lo esperan en América del Sur. El
juez chileno Juan Guzmán tramita desde el 4 de julio un exhorto
para que Kissinger declare sobre el asesinato de su compatriota Charles
Horman el periodista personaje de Missing, asesinado después
del golpe militar que derrocó a Salvador Allende. El juez argentino
Rodolfo Canicoba Corral abarca más: en el marco de la causa que
instruye en torno a la Operación Cóndor, el 10 de agosto
solicitó al Departamento de Justicia de EE.UU. que Kissinger responda
a 12 preguntas. Están destinadas a determinar la información
que el Departamento de Estado dirigido por HK tenía sobre la aplicación
de ese plan asesino de siete dictaduras latinoamericanas que burló
las fronteras nacionales. Y vaya si la tenía, era el socio mayor.
Basta hojear el documento confidencial P 122027Z de mayo de 1976 que el
Departamento de Estado desclasificó en el 2000 y firma Kissinger
en persona. Es una carta a la embajada estadounidense en Buenos Aires
en que pide argumentos para hacer frente a una serie de preguntas
del Congreso y otros sobre el grupo de refugiados chilenos en Argentina.
El 6 de agosto del 76 la misma embajada envía a Kissinger
un telegrama de Philip Habib (documento 232217Z) que empieza con un Usted
conoce la serie de informes sobre la Operación Cóndor.
El funcionario yanqui advierte que los asesinatos planeados y dirigidos
por los gobiernos dentro y fuera del territorio de los miembros del Cóndor
tienen consecuencias muy graves que debemos enfrentar. La honda
preocupación (sic) del informante no es producto del horror
ante esas violaciones a los derechos humanos. Habib se aflige porque la
actividad antiterrorista de este tipo exacerbaría aún más
la crítica pública mundial a los gobiernos involucrados
y entonces, por ejemplo, tendrá graves impactos negativos
en la imagen de Argentina en el exterior en general, y en los esfuerzos
de refinanciación extranjera de Martínez de Hoz en particular.
El telegrama muestra con nitidez el empleo que Washington dio a las dictaduras
militares del Cono Sur: debían garantizar esa suerte de preglobalización
encarnada en los planes económicos que ejecutaban a la vez que
ejecutaban a opositores inermes. Así, y entre otras cosas, empezó
a engordar la formidable deuda externa que hoy castiga a la Argentina
y no sólo, alimentada por los gobiernos civiles que
sucedieron a las juntas militares. Aquellos polvos trajeron estos lodos.
Idéntica preocupación movió al embajador estadounidense
Hill a pedir audiencia al flamante ministro de Planeamiento de la dictadura
argentina, general Ramón Díaz Bessone. La entrevista tuvo
lugar a las 11 de la mañana del 5 de noviembre de 1976, según
consta en el telegrama confidencial (documento P 061845Z) que Hill dirigió
a Kissinger con copia a Bush padre, entonces director de la CIA. Como
el Departamento de Estado no ignora -.explica el embajador la creación
de un ministerio con mandato tan amplio podría conducir al socavamiento
y la destrucción del plan económico de Martínez de
Hoz. Díaz Bessone lo tranquiliza: él no iba a interferir,
todos los ministerios continuarían planificando en sus áreas
respectivascon sólo directrices muy generales de su ministerio
que los demás tendrían que acatar. Porque libertad
sin orden es caos, orden sin libertad es dictadura, ilustró
el general al diplomático.
El 20 de febrero de este año la periodista Elizabeth Farnsworth
entrevistó a Kissinger en el programa televisivo News Hour
y le preguntó acerca de su reunión con Pinochet en Santiago
el 8 de junio del 76. Visiblemente molesto y perturbado, HK adujo
que la mitad del tiempo la pasé diciéndole que debía
mejorar la situación de los derechos humanos de diferentes maneras.
Un documento desclasificado con antelación lo desmentía:
Simpatizamos con lo que está usted tratando de hacer aquí,
se registra en el informe que dijo a Pinochet. Farnsworth comentó
en el programa que en la reunión Kissinger sacó en
efecto el tema de las violaciones a los derechos humanos señalando
que le creaban dificultades para conseguir del Congreso ayuda para Chile.
Se conoce a quién ayuda esa ayuda.
El periodista estadounidense Christopher Hitchens, autor del lapidario,
breve y denso libro titulado The Trial of Henry Kissinger, comentaba no
hace mucho en el Club de la Prensa Nacional de Nueva York que este curioso
Nobel de la Paz, responsable del golpe de Estado en Chile de 1973, del
apoyo a dictaduras sangrientas de América Latina, Pakistán,
Indonesia y más, de la matanza militarmente innecesaria de centenares
de miles de civiles en el Sudeste asiático, este orquestador
de la represión global (Nora King), sabe que puede
ser objeto de demandas (judiciales) de familiares chilenos. Sabe que debe
tener cuidado cuando viaja. Mi corazón hace una fiestita cada vez
que escucho eso. Varios de sus asociados dicen que no está seguro
de que pueda volver a Europa. Ahora sólo es bien recibido en ciertos
salones de mala fama de Nueva York. A mi juicio, ése no es un castigo
suficiente.
No.
REP
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