Por Julio Nudler
Aunque pueda resultar más
cómodo atribuir a la animadversión del secretario del Tesoro
estadounidense, Paul ONeill, la exasperante tardanza del Fondo Monetario
en aprobar un nuevo rescate, la verdad no es exactamente esa. Más
razonable puede ser buscarla en la creciente convicción de que
la Argentina no puede ser salvada de la quiebra, a menos que encare cambios
radicales en su política económica. Está cada vez
más difundida, al menos en el exterior, la idea de que al país
no le bastará con eliminar el déficit fiscal, o incluso
que en estas condiciones no lo va a conseguir, y de que debe adoptar tres
decisiones complementarias: restructurar su deuda (con un nuevo cronograma,
un período de gracia en los servicios y una quita de capital),
abandonar la convertibilidad y dejar fluctuar el peso. No es que repentinamente
haya consenso en perjudicar a los acreedores del país: la alternativa
de una bancarrota caótica es mucho más dañina para
los intereses de éstos. En todo caso, el FMI, y por supuesto la
administración Bush, no puede arriesgarse a tirarle un cable a
la Argentina, y que poco tiempo después el país igualmente
se despeñe. Pero lo que todo el mundo sabe es que, como están
las cosas, eso es lo que probablemente suceda. No se trata solamente de
las difíciles condiciones económicas, sociales y políticas
en que se encuentra el país, sino del contexto internacional. Hoy
los mercados emergentes interesan poco y nada a los capitales, y el argentino
menos que menos. Por tanto, lo que saben en Washington y en Europa
también es que detrás de la plata que pongan eventualmente
los organismos multilaterales y el G-7, no habrá una corriente
de fondos privados entrando a la economía. En consecuencia, el
motor volvería a apagarse, el Déficit Cero resultaría
socialmente inalcanzable y la cesación de pagos se tornaría
ineludible.
Aunque el Fondo anuncie esta semana, o cuando le venga en gana, un programa
de auxilio paulatino, con desembolsos graduales, supeditados al cumplimiento
del Déficit Cero y otras condiciones draconianas, esta precaución
sólo le serviría para moderar los reproches por una nueva
dilapidación de recursos. Es probable que la Argentina se caiga
del bote en medio del río el mismo día en que Domingo Cavallo
deba volver a aparecer por televisión para anunciar un corte de
25 o 30 por ciento en sueldos públicos y jubilaciones. La verdadera
alternativa, según los economistas de visión crítica,
reside en un paquete de fondos que reponga las reservas perdidas por la
fuga, y que abra paso, casi de inmediato, a un replanteo de la deuda y
de la política cambiaria. En este sentido, la inyección
de recursos atendería, aunque sea en parte, al problema de liquidez
(corrida de depósitos, evaporación de reservas, altísimas
tasas de interés, corte en la cadena de pagos, hundimiento de la
recaudación impositiva), mientras que con las medidas complementarias
(reprogramación de la deuda y flotación del peso) se buscaría
recuperar la solvencia.
Los siguientes datos son apenas algunos de los que pintan una situación
internacional muy diferente de la que parece llevar a Cavallo a insistir
tozudamente en sostener las reglas básicas del programa que introdujo
en 1991:
* En lo que va de este año huyeron 1300 millones de dólares
(6,6 por ciento del total) de los fondos de inversión dedicados
a los mercados emergentes. El año pasado los abandonaron 1900 millones,
pero el éxodo ya viene de 1999.
* La cotización de acciones correspondientes a empresas de países
emergentes (los que en otras épocas recibían nombres diferentes,
como periféricos, subdesarrollados o tercermundistas) perdieron
en promedio un 29 por ciento de su valor el año pasado.
* El poco dinero que va al mundo emergente se concentra en unos pocos
países (hasta hace poco estaba Brasil entre ellos), desdeñando
totalmente al resto, entre ellos la Argentina.* La tendencia se profundizó
de tal modo que el lanzamiento de nuevas acciones de sociedades privadas
en los países en desarrollo disminuyó este año un
70 por ciento respecto del anterior.
Según explicaba estos días el analista Jonathan Fürbringer
en el New York Times, ya no se considera esencial, entre los inversores,
tener al menos cierta exposición a los mercados emergentes, como
forma de conseguir una rentabilidad media más alta sin elevar excesivamente
el riesgo. Algunos países desaparecieron directamente de
los radares de los inversores de fondos, dice Fürbringer, y
puede deducirse con facilidad que la Argentina es uno de ellos. En concreto,
si la diversificación de la cartera era un criterio indiscutido
hasta hace pocos años, y por diversificar se entendía incluir
apuestas en la periferia del globo, ahora ya nadie cree en ello. Lo que
entre otras cosas ocurrió es que ni siquiera sirve para sacarle
más jugo al capital porque los mercados emergentes tienden a bailar
al compás de Wall Street, sobre todo cuando ésta baja. A
esto se llama, finalmente, globalización.
Hay por de pronto dos conclusiones a extraer. Una es que la Argentina
no tiene mucho para ganar con el ascenso de algún peldaño
en la escalera de los emergentes. Aunque deje de ser un mercado maldito,
dentro de los subdesarrollados, no atraerá muchos capitales mientras
la tónica del mundo sea la actual. La segunda inferencia es que
si el efecto dominó de un impago de la deuda argentina resulta
débil, la razón de esta debilidad es simple: el poco movimiento
que hay en las bolsas del Sur. Lo del contagio financiero se parece a
la aftosa: cuantas menos vacas se muevan, menor la propagación
de la enfermedad. Sin embargo, siempre viajan algunas, y la epizootia
está afectando a toda la región, aunque la crisis argentina
dista de ser la única razón. En el caso de Brasil, hoy presenta
la peor combinación imaginable para la Argentina: una economía
bordeando la recesión, y un real fuertemente subvaluado. Este es
un factor decisivo para el pesimismo que predomina en torno de la prometida
reactivación.
Mientras la tecnocracia del Fondo Monetario da forma a un paquete de asistencia
estrictamente condicionado y de entregas escalonadas, la decisión
política del rumbo a seguir se complica por la alta proporción
de deuda pública que está en manos de tenedores argentinos,
o de entidades financieras que operan en el país. Algunos cálculos
hacen llegar esa proporción al 70 por ciento. Hasta el momento,
el Gobierno de la Alianza, incluso con el agregado del cavallismo, aplicó
una estrategia de doble faz. Por un lado, cuidó los intereses de
los acreedores, por inclinación natural o en defensa propia, y,
por el otro, condujo a una creciente tenencia de la deuda por parte de
los inversores institucionales locales, intentando incluso enganchar al
pequeño ahorrista. Esto instala dentro del escenario político
interno la pugna de intereses que arrecia frente al ineludible estallido
de la crisis.
Una de las pocas consultoras que asume abiertamente la inutilidad de una
solución limitada al Déficit Cero y el salvataje financiero
es Ecolatina, a punto tal que se ocupó en asegurar públicamente
la desvinculación de Roberto Lavagna, actual representante argentino
ante la Unión Europea y la OMC, supuestamente para ahorrarle recriminaciones
de Cavallo. En su último informe, Ecolatina alude a la renuencia
del Gobierno a acometer cambios drásticos de política, confiando
en que sólo se deberían obtener los fondos necesarios
para cerrar las necesidades de financiamiento hasta fin de año
y cubrir la salida de reservas, dado que ineludiblemente el crecimiento
económico futuro será suficiente para hacer frente a todas
las obligaciones públicas y privadas, pasadas y futuras.
Frente a esta postura, la consultora admite que el alivio financiero temporario
que se lograría vía FMI y otras fuentes podrá evitar
la cesación de pagos en lo que resta del año, pero también
cree que el carácter altamente contractivo de la nueva política
fiscal impedirá una recuperación de la economía en
los próximos meses. Su presagio es que en el 2002 se
hará evidente la imposibilidad de afrontar la pesada carga devencimientos
e intereses durante el período 2002-2005, con amortizaciones
por U$S 59 mil millones, ante lo cual irremediablemente se caerá
en default. Por ende, se puede esperar una pronunciada caída
del Producto el próximo año, aunque cuantificar su magnitud
será pura conjetura.
Otros escenarios incluyen variantes drásticas respecto de las cuestiones
que sólo el Gobierno sigue considerando tabú: la deuda y
el tipo de cambio, y también respecto de la dolarización.
En todo caso, los ecolatinistas concluyen que sin restructuración
de la deuda (con quita en el capital), la carga de intereses y amortizaciones,
en un contexto mundial de menor liquidez disponible para las economías
emergentes, acentuará el riesgo de default y de devaluación,
todo lo cual volverá nuevamente prohibitivo el costo del financiamiento
de las empresas. La encrucijada se rearmará sola.
Mañana entregan los
deberes en el Fondo
Ayer avanzó la redacción del informe que mañana
presentará la Argentina en el Fondo Monetario, destinado
a que el directorio del organismo apruebe un nuevo memorando de
entendimiento que sustente la entrega de recursos para fortalecer
las reservas. El texto que prepara Daniel Marx, secretario de Finanzas,
junto con Federico Sturzenegger (Política Económica),
Guillermo Mondino (Jefe de asesores) y Horacio Liendo (asesor externo),
contiene una minuciosa lista de compromisos, sobre todo fiscales,
comenzando por el Déficit Cero. Pero también involucra
a las provincias, a las que se quiere privar del piso asegurado
de coparticipación.
Mientras tanto, Domingo Cavallo inició ayer su jornada recibiendo
a una comitiva de banqueros locales, encabezada por Eduardo Escasany,
presidente de ABA. Los financistas se habrían mostrado muy
inquietos ante el ministro de Economía por la insoportable
tardanza del acuerdo con el FMI, ya que entretanto se les están
escurriendo los depósitos y el valor de sus entidades desciende
sin pausa. El anfitrión perdió por momentos el sosiego
y estalló que sus enviados a Washington estaban haciendo
todo lo posible.
Por la tarde, Cavallo mantuvo una extensa reunión de dos
horas y media con Fernando de la Rúa, durante la cual según
se dejó trascender lo puso al tanto de la marcha de
las tratativas con el Tesoro estadounidense y con el Fondo. Cuando
ya anochecía se inició un encuentro más amplio,
con presencia de Chrystian Colombo (Jefe de Gabinete) y del canciller
Adalberto Rodríguez Giavarini, de nuevo con el tema excluyente
del paquete salvador que se espera desde el Norte y el ajuste fiscal.
Voceros voluntariosos sugirieron subrayar que se negocia, gobierno
a gobierno, con el de Estados Unidos, dueño último
de la llave.
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