Por Verónica
Gago
El lema es Nicaragua
unida: la tierra prometida. Con esa fuerte carga mítica se
largó ayer la campaña electoral del Frente Sandinista de
Liberación Nacional (FSLN) para las elecciones presidenciales del
4 de noviembre próximo, que ya perfilan al histórico comandante
Daniel Ortega como el candidato favorito. Después de las sucesivas
derrotas electorales que comenzaron con la debacle del FSLN hace 10 años
a manos de la coalición derechista UNO que llevó al
poder a Violeta Chamorro hoy el sandinismo vuelve a convertirse
en una opción de poder. Entretanto, Estados Unidos ensaya cómo
enfrentar la avanzada izquierdista y ya desempolvó a los funcionarios
que en los 80 supieron operar a los contras;
la Iglesia nicaragüense se sumó a la ofensiva y llamó
a votar contra Ortega. A pesar de haber dejado de ser noticia en el mundo,
el FSLN nunca desapareció del mapa político: su electorado
promedio no dejó de ser del 38 por ciento y durante estos diez
años funcionó como la segunda fuerza política del
país. La pregunta es, entonces, qué cambió del escenario
político nacional para que el sandinismo vuelva a ser la alternativa
partidaria con más chances para gobernar Nicaragua.
La crisis social y económica sin precedentes que arroja a casi
la mitad del país un 48 por ciento en la extrema pobreza
y a más del 60 por ciento por debajo de la línea de pobreza
es una de las primeras causas que hoy explican que Daniel Ortega aventaje
en tres puntos a su principal contrincante, el candidato del gobernante
Partido Liberal Constitucionalista (PLC), Enrique Bolaños, empresario
de 73 años, poco carismático, y al que popularmente lo llaman
Bola de años. Sin embargo, no se trata sólo
de la vieja tesis de que cuanto peor, mejor. La década que pasó
desde la derrota electoral sandinista de 1990 hasta hoy parece haber disipado
el fantasma de la guerra que impulsó, en gran medida, aquel revés
en las urnas y que fue posiblemente la clave de todo el proceso.
Así lo explica a Página/12 Ricardo Zúñiga,
analista político y miembro de las Comunidades Cristianas de Base:
En 1990 era objetivamente fácil para las otras fuerzas políticas
endosar el costo de la guerra con todo su dolor y su muerte
al FSLN. Hoy en día hay una memoria diferente en las personas que
van a votar por primera o segunda vez: la guerra es un referente que no
vivieron. El conflicto con Estados Unidos desgastó
la base social sandinista, dividió al país y generó
la convicción que si el FS ganaba las elecciones, continuaba la
guerra y la crisis, amplía Carlos Fernando Chamorro, hijo
de la ex presidente y durante muchos años director del diario sandinista
Barricada. Sin embargo, la memoria histórica de quienes sí
vivieron la revolución sandinista es, también, un elemento
central. La condición de pobreza ha traído a la memoria
popular lo que fueron los logros sociales de la revolución sandinista
y parte de la gente tiende a creer que un gobierno sandinista tendría
una mayor sensibilidad con los pobres que un gobierno liberal; eso está
pesando mucho en la toma de decisiones subraya la comandante Dora
María Tellez, actual presidenta del Movimiento Renovador Sandinista
(MRS), escisión del sandinismo histórico encabezada por
el antiguo vicepresidente del gobierno de Ortega, Sergio Ramírez,
y que está en estos días en plenas negociaciones
para integrarse al Frente.
Qué cambió,
qué sigue igual
Sin embargo, el sandinismo del 2001 tiene poco que ver con el que tomó
el poder a fines del los 70 y gobernó durante los 80.
Tellez responde que estas diferencias son obvias: Un partido que
estuviera presentando una propuesta que es la misma de hace veinte años
es una cosa completamente caduca. Es como comprar un Ford del año
54: es muy bonito pero ya no camina ilustra; la propuesta
del Frente tiene que ver con la realidad actual, con un gobierno que tiene
un marco institucional dereferencia y reglas de juego definidas. Es decir:
una revolución es una página en blanco pero un cambio de
gobierno es sólo eso.
Más allá de las reformulaciones de la época, la continuidad
histórica del sandinismo en su convocatoria actual es la opción
por la justicia social. Es decir, aún en términos
más genéricos, el FSLN sigue expresando una alternativa
política para una distribución de la riqueza más
equitativa. Creo que la gente está conciente que hoy no es
posible pensar en un proyecto revolucionario por todo lo que significa
la globalización en un mundo unipolar pero sí muchos tienen
la expectativa de que un gobierno del FSLN puede representar mejor sus
intereses y puede conseguir una mejor redistribución de la riqueza
en medio de nuestra escasez, apunta Zúñiga. De todos
modos, varios análisis políticos se apuran en advertir que
un triunfo de Ortega sería algo puramente simbólico porque
los márgenes de maniobra política y económica son
demasiado estrechos, especialmente si como anuncia Ortega
ya no se trata de expropiar a nadie. Entre los diagnósticos más
escépticos, Chamorro, actual director del semanario Confidencial,
explica: El discurso de Ortega hoy es de un populismo moderado,
es repetir constantemente todo lo que no va a hacer, que son aquellas
cosas que se le atribuyen como errores al sandinismo: las confiscaciones
de propiedad, el servicio militar obligatorio, el enfrentamiento con Estados
Unidos y la iglesia y la libertad de expresión.
El Frente Sandinista está aliado con la Democracia Cristiana, con
el Movimiento de Unidad Cristiana, con un sector de los antiguos contras
y con los productores de café. Hoy Ortega sumará la alianza
con el Movimiento Indígena que lidera el disidente liberal y diputado
Steadman Fagot. Durante esta década, el mérito de Ortega
fue lograr mantener su electorado unificado, mientras que el candidato
de la derecha parece que no logra, esta vez, reunir a sus votantes tradicionales.
A esto se agrega otro factor que posibilita que el FSLN llegue al poder:
el acuerdo que Ortega hizo con el actual presidente, Arnoldo Alemán,
por el que se excluyen otras fuerzas políticas menores. Así,
sólo quedan en la palestra electoral el partido de gobierno (PLC)
y el Frente Sandinista, ya que el Partido Conservador apenas alcanza un
5 por ciento. El escenario es de una elección fuertemente polarizada.
Por esto mismo, muchos grupos disidentes del mismo sandinismo que
no están organizados partidariamente pero que sí tienen
diversas expresiones políticas e intelectuales posiblemente
vuelquen su voto, a último momento, por Ortega. Como dato que auspicia
estas próximas elecciones, los analistas toman como referencia
los comicios municipales del 5 de noviembre del año pasado, donde
los sandinistas obtuvieron una victoria cualitativa a pesar de la mínima
diferencia porcentual: triunfaron en 11 de las 17 capitales de provincias,
mientras que los liberales se impusieron en 5 y los conservadores sólo
ganaron en 1.
Para comprender el arco actual de las alianzas del sandinismo hay que
observar que Ortega, al sumar a un sector de ex contras, no
está acordando con las tropas mercenarias al servicio de los EE.UU.
que desestabilizaron su gobierno, sino con antiguos combatientes campesinos
antisandinistas que luchan actualmente por tierras que nunca les fueron
entregadas. Por otro lado, su alianza con el cristianismo responde a la
particularidad ideológica del sandinismo que siempre estuvo compuesto
por la corriente cristiana conocida como teología de la liberación;
basta recordar dos figuras claves del gobierno revolucionario: Miguel
DEscoto y Ernesto Cardenal.
La izquierda reverdece
A pesar de los años, la vuelta al poder del FSLN no puede subestimarse.
Hace 10 días la revista norteamericana Newsweek le dedicó
su tapa a Ortegay la tituló El regreso del rebelde.
El análisis que allí se hace de la región latinoamericana
parte de una evidencia: el resurgimiento de la izquierda.
El mapa que se traza es el siguiente: Hugo Chávez cultiva en Venezuela
denodados gestos de autonomía, Alan García estuvo a punto
de ganar las últimas elecciones en Perú en lo que marca
un inesperado resurgir del desprestigiadísismo APRA tras la dictadura
fujimorista, Luis Inácio Lula Da Silva está
primero en las encuestas en Brasil, a sabiendas de la explícita
simpatía del PT con uno de los mayores movimientos sociales latinoamericanos:
el MST. Según el análisis del semanario, también
los ex guerrilleros de El Salvador podrían volver al poder; Argentina
no queda afuera: Newsweek pronostica que la crisis social y económica
del país podría ver renacer la revolución.
En esta perspectiva de análisis, Estados Unidos hizo volver al
ruedo a funcionarios que parecían no ser más que piezas
de museo. George W. Bush -al que en Nicaragua no dudan en cambiarle el
apodo de Bush II por el de Reagan II, en alusión a su política
derechista resucitó a John Negroponte, Elliot Abrams y Otto
Reich, tres personajes fuertemente cuestionados por organismos de derechos
humanos e investigados por irregularidades durante sus gestiones. Los
tres forman parte del funcionariado norteamericano que dirigió,
en los 80, la guerra sucia en Centroamérica contra
las fuerzas insurgentes de la región. Pero los conflictos con Estados
Unidos no parecen ser sólo cosa del pasado. Hace quince días
se oficializó que el subsecretario de Estado, Lino Gutiérrez,
viajó a Nicaragua para, extraoficialmente, intimar a los partidos
de la oposición a unirse en un frente común contra Ortega.
Hace dos días llegó al país otro enviado especial:
el congresista estadounidense Cass Ballenger fue recibido por quien le
solicitara apoyo alimentario para el país, el candidato liberal
Bolaños.
Esta semana, un conflicto diplomático entre Honduras, Nicaragua
y El Salvador por la disputa de límites marítimos en el
Caribe, que terminó con la expulsión de dos diplomáticos
salvadoreños acusados de espionaje en Tegucigalpa, desató
controvertidas acusaciones. Ortega declaró que un eventual conflicto
bélico sería un montaje creado por los gobiernos de
Honduras y Nicaragua con el fin de suspender las elecciones
en nuestro país. Ayer, la Iglesia católica centroamericana
dijo ver pretextos artificiales y militaristas
en los conflictos bilaterales, mientras que Estados Unidos negó
haber fomentado tensiones entre ambos países. Honduras, por su
parte, rechazó tener complicidad con Nicaragua y rechazó
las afirmaciones de Ortega. Aún quedan 75 días de campaña.
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