Por Fernando DAddario
Durante años, León
Gieco gastó energías en una tarea que, desde afuera, se
intuye ilusoria: derribar las barreras que separan a la realidad de su
representación. Ahora que la realidad golpea duro, el músico
popular más coherente que tiene la Argentina se calza el Winchester
y dedica su nuevo disco a los Bandidos rurales. Las alusiones, eufemísticas
o literales, que se desprenden de ese título no pueden eludir su
culto hacia quienes construyen la historia en los márgenes. La
militancia parece una misión que León asume como una asignación
de poderes. Porque aunque se define, modestamente, como un bolso
que hace shows, sostiene también en la entrevista con Página/12
que una canción puede salvar una vida, y que salvar una vida vale
mucho más que haber escrito Solo le pido a Dios.
León prefiere, en principio, darles a sus bandidos rurales
una connotación liviana. El transcurso de la charla se encargará
de incrementar la carga política. Los Vairoletto, Mate Cosido,
Martina Chapanay, Juan Cuello, entre otros homenajeados por Gieco, decantarán
naturalmente en la descripción de otros personajes devenidos en
héroes y/o villanos, según de qué lado de la historia
se mire. Pero León señala que su primera percepción
del tema le llega de su afición juvenil por las películas
de cowboys. Era fanático, me veía todas. Me acuerdo
de la historia de Butch Cassidy, que protagonizaron Robert Redford y Paul
Newman. Butch Cassidy terminó viniendo a la Argentina, anduvo por
la Patagonia, lo siguieron y lo mataron en el Norte. Y tiempo después
me puse a pensar que nosotros, acá, tuvimos nuestros propios cowboys,
que son estos personajes que nombro en el disco. Eran queridos por la
gente, no por todos, sino por la gente pobre, por los anarcos. Mate cosido
le afanaba a los ingleses, cómo no lo iban a querer. Y estos personajes,
cuando robaban, una parte del botín se lo quedaban y la otra parte
la repartían entre los hacheros y los indígenas. Por eso
se creó una especie de mito con ellos. Fijate que la tumba de Vairoletto,
en Alvear, está llena de placas, de velas. A estos tipos, de alguna
manera, los santificó la gente.
Gieco despega, por un rato, de cierto romanticismo inevitable cuando confluyen
realidad y leyenda. Y dice que también aquella época, principios
del siglo XX, estaba sometida por la corrupción. El poder
que tenían los policías, que eran como reyes, y los terratenientes,
era increíble. Y aún más atrás en la historia,
el Chacho Peñaloza también vivió en un tiempo sangriento,
en el que tipos como Sarmiento odiaban a los indios y a los gauchos. Corrupción
y sangre hubo siempre en la Argentina, porque siempre hubo dos maneras
de entender el país. Después, a partir del año 30,
esa lucha se institucionalizó a través de los golpes militares.
Y ahora, en democracia vivimos la consecuencia de las dictaduras, porque
no estarán los milicos, pero sobrevivió la manera de pensar
de los milicos y así seguimos...
Y hablar de bandidos hoy, admite muchas connotaciones...
Sí, no es casualidad. Este es un disco desesperado, porque
veo que en la Argentina estamos al borde de la quiebra, pero no sólo
de la quiebra económica, sino de la quiebra del alma. Hice un disco
de bandidos en un país que desde hace años está gobernado
por bandidos de guante blanco. ¿O qué es sino María
Julia Alsogaray? ¿Y Cavallo que ahora nos habla de una segunda
independencia cuando fue él quien en distintas etapas nos llevó
a esto? La mejor prueba de nuestra decadencia es que como pueblo hayamos
podido creerle a Cavallo.
En el disco hay alusiones a un pueblo que, según usted, es
medio quedado y débil.
Por eso, Bandidos rurales es un incentivo a la lucha, aunque es
cierto que en este país vivimos en una lucha permanente. Lo de
la debilidad tiene que ver con que sólo un pueblo débil
pudo haber votado a Bussi, a Rico, a Patti o a Menem para su segundo mandato.
Nos pasamos la vida creyendo los títulos de los afiches que nos
pegan en la calle. Y también somos un paísloterista: creemos
que el que viene después nos va a salvar de todos los males.
¿Por qué bajó el perfil de su crítica
a partir de que asumió el gobierno de la Alianza?
Porque creo que algunas cosas mejoraron. Me parece que ahora la
política no mete tanto la cola en la justicia, y eso después
de diez años de califato menemista es un avance. Le di una chance
a este gobierno, como cuando empezó Alfonsín. Cuando al
poco tiempo empezaron los paros de Moyano, me pareció que no podías
culpar de entrada a la Alianza por los desastres que había hecho
el menemismo durante diez años.
¿Pero cree que la política económica y las
leyes de este gobierno cambiaron en algo la línea del menemismo?
No, sigue pasando lo mismo. En eso no cambió nada.
¿Se siente decepcionado?
Ni decepcionado ni esperanzado. No estoy defraudado porque nunca
tuve demasiadas esperanzas en este gobierno. Sí me decepcionó
Chacho Alvarez, porque se fue. De la Rúa no, porque yo no lo voté.
Sí me molesta verlo así, dormido, o cuando dice que le faltan
elementos para evaluar el informe de (Elisa) Carrió, o cuando dice
que no van a extraditar a Astiz porque lo van a juzgar acá, cuando
debería decir: no vamos a extraditar a Astiz porque acá
no lo vamos a juzgar.
¿Aquellos bandidos rurales son los piqueteros de hoy?
No en una relación directa, quizás sí en el
sentido de que tanto los bandidos rurales como los piqueteros están,
para los fachos, fuera de la ley. Antes los perseguían, ahora les
mandan a la gendarmería, o les mandan a Hadad para que los castigue
a través de su programa, como si esa gente no hubiese sido ya suficientemente
castigada, desde hace cientos de años, generación tras generación,
gobierno tras gobierno. Ahora, así como te digo que la situación
es distinta, porque aquellos bandidos les robaban a los ingleses y los
piqueteros no roban, sino que simplemente salen a manifestar porque no
tienen para comer, es una casualidad, o quizás no, que el disco
salió el mismo día que se hicieron los piquetes en todo
el país.
¿Tocaría en un piquete?
Sí, por qué no. Estuve hablando en su momento con
Pepino, uno de los líderes de los piquetes de Salta, que estaba
organizando en Orán el Monumento a la Gomera, un símbolo
de los piqueteros, una manera de demostrar que los tipos no tienen más
armas que una gomera. Quedamos que en cuanto pueda voy a andar por allá,
y lo mismo si me llama De Gennaro vería la manera de estar con
ellos. Yo estoy permanentemente en estas cosas. El martes fui a tocar
por Mariano, un pibe-rehén, en un asalto a un banco, al que la
policía mató. Así como canté y sigo cantando
por los desaparecidos de la dictadura, ahora hay que hacerlo por los desaparecidos
de la democracia, que son los pobres, o los 600 chicos que fueron víctimas
del gatillo fácil. A veces, me siento yo también como un
bandido rural, porque cuando hago un recital a beneficio, estoy sacando
la plata de un lugar para ponerla en otro.
En el disco usted habla de un rock que está quebrado,
pero reivindica a muchos de los rockeros de los 90, como Chizzo, Attaque,
A.N.I.M.A.L, etc... ¿Se refiere a una quiebra económica
o emocional?
Un poco de las dos cosas. Es que no puedo evitar comparar. Cuando
yo vine a Buenos Aires, era la segunda generación rockera, y me
sentía parte de un movimiento contestatario. Rock era sinónimo
de lucha. Hoy ya no es así. Cada uno está por su lado. No
estoy menospreciando el rock de los 90, porque inclusive yo siempre digo
que, después de los 80, el rock recuperó en la década
pasada una cosa más comprometida con la realidad, y me siento identificado
con muchos de sus músicos, pero... qué se yo, antes, si
no leías a Walt Whitman o no escuchabas a Dylan, no te podías
atracar a una mina. Ahora, el rock en conjunto está envuelto en
una cosa más light. Creo que la globalización le pegó
mal.
¿Por qué?
Y... antes los grupos de rock llenaban los estadios. Ahora los llena
Enrique Iglesias...
Bueno, los Redondos también llenan estadios...
Sí, está bien, pero los Redondos son algo así
como un secreto del arte. Son algo inexplicable. Yo los iba a ver cuando
el Indio Solari repartía los bollitos de ricota, y nunca pensé
que se iban a convertir en los Grateful Dead argentinos. Mercedes (Sosa)
siempre me dice: qué lástima que nosotros no somos
los Redonditos... Y claro, tanto la Negra como yo, para llenar un
par de teatros nos tenemos que reventar haciendo prensa, y los Redondos
mueven un dedo y tienen 40 mil pibes adonde vayan.
¿Cree que el rock no se compromete todo lo que debería?
Sí, pienso que debería hacer algo más. Yo no
digo que el arte cambia la realidad, pero puede acompañar la lucha
de los pueblos. Además, es muy fácil, siendo músico,
salvar una vida. No sé como muchos artistas no se dan cuenta de
eso y son más solidarios...
¿Es más trascendente tocar para un chico que necesita
operarse la médula o haber escrito Solo le pido a Dios?
Todo acto que sirve para salvarle la vida a alguien es mucho más
importante que la mejor canción. Cuando la directora del Garrahan
me dijo que con la plata que le dimos por la publicidad de Telefónica,
se hicieron 15 intervenciones, eso, para mí, significó más
que todo lo que me puede haber dado Solo le pido a Dios. Lo
que pasa es que pude hacer lo que hice porque alguna vez compuse esa canción,
y otras. Reconozco que siendo Gieco, pelear por las cosas es menos sacrificado.
¿Mirá, si no fuera músico, si hubiera tenido que
ir a pedirles a los gobiernos que ayudaran al Garrahan? Ya se hubieran
muerto un montón de pibes...
¿Por eso es el ídolo de los quemados?
No sé por qué. Lo de quemados lo digo
cariñosamente. Me identifico con ellos porque son los que están
mal, los que no tienen trabajo, los discapacitados, los que viven en las
villas...
Mucha de esa gente se identifica con la cumbia villera. ¿Qué
opina de ese género?
Es un estilo, que con otras variantes se da en muchos países
de Latinoamérica. En México, por ejemplo, tenés grupos
como Los Tigres del Norte, que te cuentan en una letra cómo pasaron
unas valijas a través de la frontera. Me parece que la cumbia villera
es una expresión auténtica. El otro día escuché
que unos pibes decían gracias a la cumbia no estoy robando.
Es muy fuerte eso. Ahora también me gustaría que las bandas
de cumbia villera que les va bien no se olviden de dónde son, que
no cambien de lugar. Que reivindicarse de la villa no se quede solo en
palabras, y que hagan recitales para juntar comida, y esas cosas. Pero
la reivindico como una música que está mal vista, como le
pasó en su momento al tango arrabalero.
La intolerancia también se manifiesta a través de
la xenofobia. ¿Algo de eso pensó cuando escribió
De igual a igual?
Sí, porque los xenófobos y los que aceptan la xenofobia
son dementes que no entienden nada. No se dan cuenta de que esos que llaman
ilegales son entrados a los países por los mismos capitalistas
que buscan garantizar mano de obra barata, y después los discriminan.
La frase: Si me pedís que vuelva otra vez donde nací/yo
pido que tu empresa se vaya de mi país parece haber sido
escrita especialmente para la crisis de Aerolíneas...
Pero no, ya la había escrito antes, aunque calza justo. Un
año atrás fui a tocar a España y unos colombianos
y ecuatorianos me entregaron un diario clandestino que hacían,
donde le decían precisamente eso a Aznar. Me pareció que
ahí tenía una canción...
¿Quiénes son entonces los ilegales?
Ilegal es Blair, que dejó escapar a Pinochet. Ilegales son
los jueces y los gobernantes que no permiten que se extradite a Astiz.
Entre ellos yyo no hay modo que nos pongamos de acuerdo, porque ellos
creen que ser ilegal es ser boliviano.
Un estudiante de 50
años
En Bandidos rurales, la música de la mayoría de las
canciones está firmada por Luis Gurevich, habitual colaborador
de León. El artista de Cañada Rosquín, que
tiene años de escribir temas, explica por qué ya no
compone tanto como antes: Tengo ganas de ponerme a estudiar
y poder asombrar de nuevo con canciones mías. Necesito aprender
más música, orquestación, porque en estos años
sentí que me repetía permanentemente. Por eso decidí
buscar un parcero, que es Luis (Gurevich). También me gustaría
estudiar vocalización, para cantar mejor, y debería
saber mejor el inglés, porque quisiera grabar próximamente
con Bonnie Raitt y Jackson Browne. Tengo 50 años y me doy
cuenta de que tengo muchísimo por mejorar.
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De igual a igual
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Letra: L. Gieco - Música: L. Gieco y L. Gurevich
Soy bolita en Italia, soy
colombo en Nueva York
soy sudaca por España y
paragua en Asunción.
Español en Argentina, alemán en Salvador,
un francés se fue pa Chile, japonés en Ecuador.
El mundo está amueblado con maderas del Brasil
y hay grandes agujeros en la selva misionera.
Europa no recuerda de los barcos que mandó
gente herida por la guerra
está tierra la salvó.
Si me pedís que vuelva otra vez donde nací
yo pido que tu empresa se
vaya de mi país.
Y así será de igual a igual.
Y así será de igual a igual.
Tico, nica, el boricua, arjo, mejo, el panameño
hacen cola en la embajada
para conseguir un sueño.
En tanto el gran ladrón, lleno de antecedentes,
si lo para Inmigración pide por el presidente.
Estribillo
Los llamados ilegales que no tienen documentos
son desesperanzados sin
trabajo y sin aliento.
Legales son los que dejaron ir a Pinochet
Inglaterra se jactaba de su
honor y de su ley.
Estribillo
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La memoria
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Letra y música: L. Gieco
Los viejos amores que no están,
la ilusión de los que perdieron,
todas las promesas que se van,
y los que en cualquier guerra
se cayeron.
Todo está guardado en la
memoria,
sueño de la vida y de la historia.
El engaño y la complicidad
de los genocidas que están
sueltos,
el indulto y el punto final
a las bestias de aquel infierno.
Todo está guardado en la
memoria,
sueño de la vida y de la historia.
La memoria despierta para herir
a los pueblos dormidos
que no la dejan vivir
libre como el viento.
Los desaparecidos que se buscan
con el color de sus nacimientos,
el hambre y la abundancia que se juntan,
el mal trato con su mal recuerdo.
Todo está clavado en la
memoria,
espina de la vida y de la historia.
Dos mil comerían por un año
con lo que cuesta un minuto
militar.
Cuántos dejarían de ser esclavos
por el precio de una bomba al mar.
Todo está clavado en la memoria
espina de la vida y de la historia.
La memoria pincha hace sangrar
a los pueblos que la amarran
y no la dejan andar
libre como el viento.
Todos los muertos de la AMIA
y los de la Embajada de Israel,
el poder secreto de las armas,
la justicia que mira y no ve.
Todo está escondido en la
memoria,
refugio de la vida y de la
historia.
Fue cuando se callaron las
iglesias,
fue cuando el fútbol se lo comió todo,
que los padres palotinos y
Angelelli
dejaron su sangre en el lodo.
Todo está escondido en la
memoria,
refugio de la vida y de la
historia.
La memoria estalla hasta vencer
a los pueblos que la aplastan
y que no la dejan ser
libre como el viento.
La bala a Chico Méndez en
Brasil,
150.000 guatemaltecos,
los mineros se enfrentan al fusil,
represión estudiantil en México.
Todo está cargado en la
memoria,
arma de la vida y de la
historia.
América con
almas destruidas,
los chicos que mata el
escuadrón,
suplicio de Mugica por las
villas,
dignidad de Rodolfo Walsh.
Todo está cargado en la memoria,
arma de la vida y de la historia.
La memoria que apunta hasta matar
a los pueblos que la callan
y no la dejan volar
libre como el viento.
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