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Definiciones
Por Juan Pablo Bermúdez

El chico no debería tener más de tres o cuatro años. Subido a los hombros de su padre, miraba la cancha rumorosa con la fascinación infantil de la revelación de un lugar sagrado, que hasta ese momento sólo había visto por la tele. Llevaba puesto un gorro de Racing, al igual que su padre. Justamente era el comienzo del torneo y hacía frío y llovía... Ansiedad, comentarios, uñas mordidas, hasta que salió Racing (y los sufridos racinguistas entendían, en ese momento, la precisión de las palabras del célebre Diego Capusotto: �La alegría más grande que te da Racing es cuando sale a la cancha�) y el estadio estalló en gritos, ovaciones, explosiones y papelitos y cintitas. Y el chico, luego de abrir tanto los ojos que parecían el fondo de una cacerola, lanzó la pregunta imposible, el interrogante tan temido, la duda que los hombres no pueden dilucidar: �Papá, ¿por qué todos gritan tanto?�.
El hombre miró a sus ocasionales compañeros de platea y levantó las cejas al tiempo que sonreía. En realidad estaba pidiendo ayuda. ¿Cómo responder una pregunta semejante? ¿Cómo explicarle que ni siquiera le podía explicar por qué él mismo gritaba? Seguramente no supo de dónde, pero algo parecido a una respuesta empezó a asomar cuando antes de terminarla se dio cuenta de que era peor el remedio que la enfermedad: �Y... el fútbol es así�. Obviamente, el crío, que a esas alturas el padre deseaba no haber llevado jamás, redobló la apuesta con otra pregunta peor: �¿Así cómo?�. Ahí se armó.
El pedido de ayuda que se repitió en el mismo gesto paternal anterior, aunque con algo más de angustia a decir verdad, ya no pudo ser eludido por los solidarios hinchas. �Y... así, pibe, qué sé yo�, contestó de mala gana un sesentón con cara de años y años de frustraciones. �No, pará, che, el pibe pregunta algo�, salió en defensa un muchacho fanático de la Academia con atuendo ad hoc. �Ah, sí, entonces explicale vos�, lo desafió el pibe de no más de treinta. �Y, el fútbol es... emoción, pasión, amor, no sé... es todo eso, es más...�, atinó el muchacho, ya puesta en evidencia su ignorancia para tales lides.
Hacía diez minutos que el partido había empezado, pero en las diez butacas alrededor del angustiado padre y su curioso hijo nadie se había dado cuenta. Hurgaban en la memoria, pensaban frases ingeniosas, bromeaban entre ellos. �Cómo nos cagó este pibe�, admitió un pelado de voz finita y pinta de refinado para los insultos. El chico los seguía mirando desde los hombros de su padre que ni siquiera se había molestado en bajarlo, acaso como si quisiera mostrarles a todos al culpable del desorden. Alguien dijo algo acerca de los pies y enseguida un hincha de anteojitos y facha de intelectual dijo haber leído una novela del español Juan José Millás en la que los zapatos hablan entre ellos y unas zapatillas deportivas les explican a los otros que el fútbol consiste en dar de patadas a una cabeza de piel completamente idiota, lo que demostraba la superioridad de una extremidad respecto de la otra.
Los hinchas se miraron entre ellos con evidentes gestos de no haber entendido un soto (no un Soto con mayúscula). El debate, de alguna forma, les había servido para no aburrirse demasiado. El partido ofrecía poco y nada, y en las tribunas Racing casi no tenía contra quién pelear a los gritos. �El fútbol es un deporte, che, no jodan más con eso�, amenazó un anciano con la oreja pegada a la radio. �Sí, claro, un deporte al que utilizan todos los poderes para vaciarnos el cerebro�, casi gritó con bronca un pibe con una remera con la imagen del Che y con cara de no saber muy bien en qué grupo de rock tocaba ese cubano. �¿Y para qué mierda venís a la cancha entonces?�, le espetó el fanático racinguista. �Y, boludo,para que no le vacíen la cabeza con el �Gran Hermano��, dijo otro y todos se rieron.
Avanzaba el primer tiempo y nada. Ni en la cancha ni en las respuestas. El chico ni siquiera pedía una Coca de tan intrigado que estaba, sobre todo después de ver la cara de desconcierto reflejada en unos veinte tipos durante casi una hora. �Esa una religión, ¿no? Tiene catedrales, fieles, capellanes y ofrendas de títulos, y a los que no les gusta son tratados como herejes�, dijo el pelado de voz finita mientras le salía humo de la cabeza porque una bengala mal encendida le había agarrado los pocos pelos del costado. �Es la alineación de las masas, el instrumento del poder para idiotizar a la gente�, insistió el de la remera del Che. �Entonces vos sos un idiota�, respondió el fanático y casi hay trompadas. Los salvó el comienzo del segundo tiempo. Las hinchadas empezaron a gritar cada vez más fuerte y ya nadie miraba al chico.
�¿Alguien trajo un diccionario?�, preguntó el sesentón cuando el partido estaba parado porque un caído no se quería levantar del barro y todos se rieron. �¡Ya sé, tío! �dijo de repente un español que hasta ese momento no había hablado�. El fútbol es el balompié, pero en inglés mal escrito�, dijo y se quedó solo con sus carcajadas. �¡Pateá!�, gritó alguien. Y Arano le hizo caso y fue gol de Racing. Por primera vez en la tarde los atribulados hinchas se olvidaron del pibe y miraron a la cancha. Gol de Arano, Racing le ganaba 1 a 0 a Argentinos, en el comienzo de un nuevo campeonato. La gente no paraba de cantar y el chico se animó a levantar los brazos por primera vez, aunque no sabía por qué.
Hasta el final del partido �el empate de Insúa y el gol en contra de la victoria� no volvieron a tocar el tema, aunque el padre se acordó de Alcídez Antuña Cavallero �el filósofo del cuento de Valdano que de tanto tratar de entender al fútbol terminó descuartizando a una pelota para que hable y lo encerraron en un manicomio� y sintió un escalofrío.
El árbitro pitó el final del partido y la mitad celeste y blanca del estadio estalló bajo el frío y la lluvia. Cuando empezaban a irse, alguno quiso recordar que todavía no habían dado con la respuesta, pero no tuvo quórum. Ya en la calle, el chico empezó a ver a la gente que tenía el mismo gorro que él y que su padre, y la cara se le transformó. El también empezó a agitar los brazos y a balbucear las canciones con un lenguaje incomprensible. El pelado de la voz finita miró al padre y le sonrió. �No sé qué catzo decirle�, le confesó. �No te hagas problema, y no trates de explicarle qué es el fútbol�, le dijo el pelado mientras miraba al chico, que a esa altura empezaba a saltar y a gritar. �Hoy lo está aprendiendo.�



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