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Babasónicos y la
ruta del glamour

La banda liderada por Adrián Dárgelos ofreció en El Teatro, ante 2500 fans, un set poderoso y austero, sin el manierismo de otros tiempos.


Babasónicos es el grupo más �clásico� entre los alternativos.
El sábado ofreció su primer show después de la salida de �Jessico�.

Por Roque Casciero

Su reciente disco, Jessico, logró una síntesis de la inventiva musical que hasta aquí Babasónicos había exhibido en forma despareja, como si los traicionara la ansiedad por establecer posturas estéticas más allá de las canciones propiamente dichas. A veces, con tanto look e inteligentes lucubraciones para los medios, costaba prestarles atención a las melodías o a las bases que el sexteto generaba. En su último trabajo, tal vez por una obligada economía de recursos (en especial, de tiempo), Babasónicos dio una nueva prueba de la vigencia del dicho �menos es más�. Por eso, desprovistas del barroco vestuario de otras épocas, las canciones de Babasónicos pegan rápido y a la mandíbula. El primer show de la banda después de la salida de Jessico fue una andanada de golpes certeros, con varios temas viejos y un puñado de futuros hits extraídos del nuevo trabajo. Como para dejar nocaut a los fans.
Afortunadamente, Babasónicos no perdió la costumbre de inventar una apariencia estrambótica e impactante para cada show. Adrián Dárgelos pisó El Teatro vestido como una suerte de Ziggy Stardust de Lanús: como el célebre personaje de David Bowie, tenía un atuendo (blanco) pegado al cuerpo y que dejaba al descubierto uno de sus hombros. El diminuto y movedizo cantante ocupó el centro de la escena, rodeado de luces que salían desde el propio escenario. A su derecha, ubicada de costado, estaba la batería de Panza, impecable en su look de �rotoso con glamour�: tenía una estola de plumas y pantalones cortos de fútbol. En escalones que rodeaban a Dárgelos, se ubicaron Mariano Roger, Gabo, Diego Uma y Uma T, todos vestidos como si hubieran saqueado una feria americana de Hollywood.
Aunque el sonido no fue del todo bueno, Babasónicos puso al rojo vivo a su público desde los primeros acordes de �Montañas de agua�, el segundo tema de la noche. Nuevas perlitas como �Pendejo�, �Los calientes�, �El loco� y �Yoli� fueron coreadas por todos como si se tratara de clásicos, cuando el disco que las contiene apenas lleva un mes en las bateas. Por momentos, el sexteto sonaba metálico y potente, más rockero y ruidoso que en los discos. Y la gente respondía gritando y pogueando como si fuese un show de Sepultura, para soltarse al baile desenfrenado cuando las bases se tornaban más discotequeras, como con �Sheeba baby�, �Paraguayana� o �Patinador sagrado�. El final, con �Drag dealer� y �Sátiro�, pareció llegar demasiado rápido.
Otras dos buenas noticias: primero, que Dárgelos abandonó ciertos manierismos y canta mejor que nunca; además, la banda logró una cohesión que antes le costaba exhibir cuando se trataba de llevar su música a los escenarios. Babasónicos parece haber comprendido que el glamour y la sencillez no tienen por qué estar en veredas opuestas, y su propuesta actual está destinada a abrirles mucho más puertas que las que lograron trasponer hasta ahora.

 

 

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