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Riesgo
Por Antonio Dal Masetto

 No tengo idea de lo que es el riesgo país, pero me produce los mismos efectos que los cambios climáticos. Sale el sol, me pongo contento. Llueve, me agarra la melancolía. Con el riesgo país, igual. Escucho que subió unos puntos y me deprimo. Baja y me agarra la euforia. ¿Qué es esto? Por suerte la buena literatura es un antídoto infalible contra este tipo de pestes y en las últimas semanas me topé con tres libros de reciente aparición. Dos novelas, Setembrada, de Eduardo Belgrano Rawson, y Puras mentiras, de Juan Forn. Y uno de cuentos, La mujer ducha, de Juan Sasturain. Fue un placer leerlos y, con respecto al acoso del riesgo país, un saludable paréntesis. Pero el maldito sigue ahí, agazapado. Así que voy a una plaza porque, lo dije antes y lo sostengo, las plazas son el mejor lugar si uno anda buscando respuestas para lo que sea. Y justo hay un grupo de jubilados hablando del tema.
�Yo se lo explico muy fácil este asunto del riesgo país �dice uno�. Estamos a punto de ser invadidos, ésa es la triste verdad. Se aliaron los brasileños, los chilenos y los uruguayos, y en cualquier momento nos invaden. El marido de mi hija, que es camionero y anda por todos lados, cada vez que vuelve de un viaje me cuenta: se están moviendo, se nos vienen. Cuesta creer que los hermanos yoruguas sean capaces de clavarnos un cuchillo, a lo mejor se quedaron con la sangre en el ojo por la isla Martín García. La cuestión es que cuanta más actividad de tropas en las fronteras, más sube el riesgo país.
�Pido disculpas por ser tan directo, pero debo decirle al amigo acá presente que el marido de su hija, por más camionero que sea, no sabe nada. Es cierto que el riesgo país está relacionado con una amenaza de invasión, pero el peligro es la infiltración amarilla, los asiáticos se quieren apoderar de nuestras riquezas, se cansaron del arroz, quieren comer carne, se vuelven locos por el bife de chorizo. Los amarillos siempre fueron así, acuérdense de aquellas películas de cuando éramos chicos y los chinos todo el tiempo conspiraban en las sombras para destruir el mundo. Y fíjense en un detalle: el riesgo país sube proporcionalmente a la cantidad de supermercados que ponen los chinos. En mi barrio se abrieron dos e inmediatamente el riesgo país pegó un salto de cien puntos. 
�Con todo respeto, creo que están delirando. No se puede creer de lo que es capaz la fantasía popular. Yo tengo la posta y llegó el momento de hacerla pública. Lo que hay acá es un virus que nos mandó una organización internacional que tiene su sede en el Tibet. Me lo dijo mi nieto que fuma marihuana en una pipa que se trajo de Katmandú. Fíjense una cosa: apareció de nuevo la aftosa y se fue para arriba el riesgo país. Primero les tocó a las vacas, después serán los caballos, los perros, los gatos, los canarios y al final los cristianos. Y cuando nos tengan a todos enfermos, ahí nos someten. Por eso, en casa, mi señora le mete lavandina a todo para combatir el virus. Hasta el mate lo ceba con unas gotas de hipoclorito de sodio. Háganme caso, métanle a la lavandina sin asco y van a ver cómo el riesgo país empieza a bajar. 
�Señores, debo reconocer que se van arrimando a la verdad, pero la información que les llega viene muy bastardeada. El tema es éste: los argentinos somos cabeza de playa de una invasión marciana, los extraterrestres están haciendo una prueba piloto con nosotros. Nos eligieron porque somos gauchos duros, hechos a las asperezas de la pampa. Si nos ganan a nosotros, tienen el mundo en sus manos. Mientras tanto nos envían ondas cerebrales para desestabilizarnos emocionalmente, para que perdamos nuestra firmeza gauchesca. Los científicos del gobierno lo saben y montaron un sistema de mediciones de la temperatura emocional de la gente. Los censores están en todos lados, en los molinetes de los subtes, en los relojes de los taxis, en los carritos de los supermercados, en lasbutacas de los cines, acá mismo, en los bancos de las plazas. Cuanto mayor es la desestabilización emocional, mayor posibilidad de invasión extraterrestre, por lo tanto mayor riesgo país. ¿Ven este casquito que tengo bajo la gorra? Está hecho con membrana para techos, una aleación de aluminio, polietileno y brea, la barrera perfecta contra las ondas que mandan los marcianos. No pierdan tiempo, vayan, ármense uno y hagan correr la bola. La invasión puede ser en cualquier momento. 
Agradezco a los jubilados y me despido. Por empezar, camino a casa me compraré un bidón de 5 litros de lavandina contra el virus del Tibet. Eso sí, no pienso comprárselo a los chinos por barato que lo tengan. Además voy a fijarme bien que la lavandina no sea importada ni de Brasil ni de Chile ni del Uruguay. Después me consigo un trozo de membrana para techos y me hago un lindo casquito protector contra las malas ondas de los extraterrestres. Voy a ensayar todo. A ver si este asunto del riesgo país deja de meterse en mi vida. Prometo contar los resultados. Mientras tanto recomiendo ir probando con los libros de Belgrano Rawson, Forn y Sasturain.



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