OPINION
Es tan lindo ser rico
Por James Neilson
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Nada estimula sentimientos de superioridad personal mejor que disponer de mucho dinero, de suerte que no extraña que un norteamericano como Paul O�Neill sea propenso a despreciar a sus interlocutores argentinos que, a su vez, se ofenden porque los equipara con ugandeses y paquistaníes. Huelga decir que fronteras adentro casi todos piensan de la misma manera. Es por eso que la �clase política� se las ha arreglado para independizarse del resto del país. En efecto, buena parte de los males que se denuncian a diario �la corrupción endémica, la complicidad con criminales de guante blanco, la negativa a tomar en serio la evasión impositiva, los costos políticos indefendibles, los ñoquis y así largamente por el estilo�, pueden atribuirse a la voluntad de los �dirigentes�, que son tan humanos como el que más, de disfrutar de un nivel de vida que envidiarían aquellos esforzados �carpinteros y plomeros� norteamericanos cuyos aportes al fisco O�Neill dice querer mantener bien alejados de manos argentinas. Puesto que enriquecerse, aunque fuera modestamente, manejando con eficacia una economía muy atrasada les resultaría tremendamente difícil y los frutos eventuales tardarían en producirse, es comprensible que los políticos y sus amigos hayan preferido buscar un atajo. De encontrarse en la misma situación, sus congéneres de Estados Unidos actuarían igual.
Si bien el caso argentino, el de un país que fue considerado próspero pero que para perplejidad de muchos se ha depauperado, es muy especial, dista de ser único. En el resto de América latina, en Africa y en Asia, son muchas las elites de mentalidad similar que están alejándose de sus compatriotas para integrarse más rápidamente al Primer Mundo globalizado del cual se sienten parte.Una consecuencia inevitable de este fenómeno es un grado creciente de inequidad social: en la Argentina, y ni hablar de países que son más pobres aún, un orden tan igualitario como el sueco ya es inconcebible porque, entre otras cosas, para una minoría clave, que incluye a �los políticos�, los empresarios y otros de la �clase media alta�, significaría un ajuste tan contundente que la economía se desplomaría por completo, además de una revolución que en el fondo no cambiaría mucho. Sin embargo, por proceder de los países ricos virtualmente todas las normas no sólo de consumo sino también de política, sea de derecha o de izquierda, es necesario pasar por alto dicha realidad evidente, motivo por el que, pase lo que pasare, aquí el debate político seguirá teniendo mucho más que ver con abstracciones filosóficas que con hechos concretos. |
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