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TELEVISIÓN

�GRAN HERMANO 2�, UN PRODUCTO CADA VEZ MAS CERCANO A LA CARICATURA
Llegar tarde donde nunca pasa nada

El programa parece confirmar aquello de que las segundas partes tienen problemas: mucha risa y pelea sin mayor motivo reemplazan la tensión dramática que desplegaban sus precursores. Las cifras de rating reflejan la diferencia. Pero nadie podrá acusar a la producción de tener �todo guionado�.


Esta vez, todos evitan puntualmente la lágrima fácil de �GH�.
Pablo juega de galán; Ximena se perfila como líder en la casa.


Los participantes intentan explotar su condición de espectadores de la primera versión del programa.
Roberto (abajo) vendría a ser la segunda versión del �bruto� Marcelo Corazza, ganador del juego anterior.

Por Julián Gorodischer

Los otros, sus precursores, también repetían muletillas, pero eran diferentes. Decían: �¿Me entendés?�, en muchas conversaciones, y se iban pasando la fórmula hasta gastarla del todo. Los nuevos, en cambio, prefieren aferrarse al �a full� de la acción continua y acelerada, como si no tuvieran tiempo para dedicar a los argumentos. Más infantiles, se mandan emisarios que, por ejemplo, avisan a Rosario (Silvina Luna): �Gustavo gusta de vos�. Instalan, en la casa del encierro, el código de un baile de colegio, el asalto de la infancia: una euforia permanente que no se abandona ni siquiera en el patíbulo de las nominaciones. El �Gran Hermano 2�, por cierto, desconoce los grises: sus arquetipos son siempre demasiado esquemáticos, cambiando sus cualidades según el caso. Las ocurrencias del �bruto� de la primera edición (Marcelo Corazza) fueron reemplazadas por las gracias del �primate� (Roberto) al que .-según Solita� no se le entiende lo que dice. Se trata, según parece, de llevarlo todo a su extremo, como si los polos garantizaran tensión dramática. 
Así las cosas, el alter ego de Gastón Trezeguet (Luchito) se comportó como un villano obvio a quien, el sábado pasado, ya dieron una patada que lo depositó en el exterior. Había dicho antes que estaba allí para jugar con los humanos como fichas y amenazó con �cargarse� a Carolina, cual papimafi, sólo porque la líder de las chicas se atrevió a reclamarle tras un desliz escatológico: �No te cagues en mi cama�. A la primera de cambio, casi todos cuestionaron a Luchito el tipo de contestación, y el sábado tuvo que irse de la casa con más del 70 por ciento de los votos. Por su parte, la sexy (Rosario) ya no es apenas una cara bonita, sino que acredita título de modelo profesional con manager incluido. La vida en directo, ese supuesto experimento de televerdad aplicado a la intimidad espiada, perdió algunos créditos. 
Lo cierto es que Bruce Louis (como rebautizaron los demás a Luchito) nunca se quebró, porque ésa no es la costumbre en esta continuación de la saga: estaría mal visto. El llanto fácil de los anteriores es observado como tontería o estrategia o debilidad. Los nuevos prefieren mostrarse como aquéllos a quienes nada les importa demasiado. La existencia de un payaso en el equipo ��el galán� o �Echarri�, o Pablo a secas� contribuye a que el clima constante sea un pum para arriba sólo opacado por las �guerras� (entre Ximena y Carolina, entre Máximo y Gonzalo). La voz del Gran Hermano decide subirse a la nueva ola, y propone a Pablo, en el confesionario, fraguar un sonambulismo para que el resto se lo crea, contando con la ayuda de dos cómplices. La acción, tras el episodio, empieza a girar en torno al monotema impostado. Solita, a la hora del racconto, dice �Esto es maravilloso�, y las risas de la platea se suman a la claque. 
Este �Gran Hermano� es una gran carcajada maníaca: la que despierta el galán enchastrado en el barro, la más dudosa que aparece tras los aportes de �Luismi� o Gonzalo. �Te quiero tocar las tetas�, blasfemó ante Solita, y después llegaron las disculpas de rigor: el arrepentido es perdonado. Pero esta versión es, también, un coro de mujeres enojadas. Parecía, en un comienzo, que ellas conformarían la inversión del complot: un ardid de chicas homogéneas (todas tienen 22 o 23 años) contra varones sin carisma. Se intuía una meditada selección de participantes en busca de una campeona que concentraría las vivas de rigor, y reemplazaría a Maguila en el podio. Dos semanas después, el clan femenino luce desmantelado: a ellas les gustan las confrontaciones, como si fueran nenas que pelean entre ellas para hacerse el vacío unas a otras, o vedettes en busca de más fama. Xime, �la frontal�, es la punta de lanza del fenómeno, y ya tiró sus dardos contra Magalí y Carolina. A las otras les queda alinearse detrás de sufavorita. En cualquier caso, la lucha en el barro es siempre inmotivada, �una cuestión de piel� (como dicen), apenas un cotorreo que nunca pretende justificarse, y que se sigue en la pantalla no como una trama de enojos que cautivan (una variable que repercute, tal vez, en la baja del rating, que en las emisiones semanales oscila entre 10 y 14 puntos, y los sábados entre 14 y 18) sino como el ruido que acompaña a cualquier situación de tedio prolongado. 
El extraño caso del �Gran Hermano 2� presenta más comentadores que hechos para comentar. Al panel del debate de los lunes (que incluye un psicólogo, un sociólogo, periodistas �especializados�) se suma la troupe de egresados de la casa anterior, ansiosos por meter un bocadillo. Y mientras tanto, como desafiante paradoja, los nuevos se hacen los graciosos, eluden las palabras graves, nunca se ponen emotivos, como si expusieran todo el tiempo lo que es sabido: ellos se encuentran avisados desde el vamos. Cuando aparece un amague de �gran conflicto� (Magalí confesó un novio maltratador; Gustavo dijo tener una madre suicida), las miradas de los comentadores se iluminan, y empiezan a derrochar interpretación, pero poco después la verba se defrauda: el tema serio no cotiza entre los nuevos, que vuelven a las andadas. El �quién gusta de quién� parece irresistible, y reemplaza la autorreferencia de la camada anterior. Nadie tiene ganas de escuchar �un bajón�; si los hicieron lindos y bien torneados, fue por algo. Entonces siguen con lo suyo, bien explícitos y sin filtros. En medio de un debate, Pablo avisa a Carolina: �Estoy teniendo una erección�. Y de vuelta al ruedo.
Sólo queda, entonces, esperar que la lesbiana o el taxiboy se revelen de una vez por todas (como prometieron los chimenteros desde otros programas parasitarios), y se genere esa cualidad de la que supo convencer �Gran Hermano 1�: ser una usina de temas para conversar, para asombrarse o, al menos, para descalificar con un lapidario �Está todo guionado�. Por ahora, es fácil entender que no, que las plumas no digitaron la eterna vacuidad de estas charlas adolescentes, esos histeriqueos mal terminados. Que no hay artificio detrás de la nada. Sin duda, es un punto a favor de la pretendida transparencia. Pero, al mismo tiempo, y mal que le pese a la carcajada continua de los nuevos habitantes de la casa, así �Gran Hermano� no tiene gracia.

 

 

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