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�En el país hay gente atornillada
que no permite que haya evolución�

�Un artista debe asumir la responsabilidad de representar su cultura�, dice el bandoneonista Dino Saluzzi quien, antes de salir de gira por Europa otra vez, se presenta hoy y mañana en el Astral con una banda que incluye a varios familiares.

 
Saluzzi ensaya una serie de cruces que engloban al tango, el jazz y el sonido de los cañaverales salteños.
Desde su primera salida, a fines de los 60, el bandoneonista viene mostrándose en escenarios de todo el mundo.

Por Karina Micheletto

�Sí, es en sí bemol, pero ahora vamos a ver qué expresión le damos�, sentencia Dino Saluzzi en salteño casi puro. Una y otra vez, el acorde se empeña en no salir. �Es que hay algo que se me ocurrió anoche, por eso no he podido dormir�, explica, y todos sonríen, porque ya conocen de qué se trata. Alrededor de Dino Saluzzi están Celso, Matías y Zenón, sus hermanos, y su hijo José. Más tarde llegará al ensayo el baterista Horacio López, único �infiltrado� en esta formación familiar. �Es verdad que ciertas ideas me quitan muchas noches de sueño�, dirá más tarde el bandoneonista. �Es que los precios de la creación artística son reales. De alguna manera uno paga, con la nostalgia, con la distancia, con el fracaso o el triunfo incomprensible. A veces me aplauden muchísimo y yo me siento mal, porque íntimamente sé que no di lo mejor�. Así se explica también cierta fama de �malhumorado� ganada con los años. �Un artista verdadero tiene orgullo�, repite ante Página/12. �Debe saber que es la voz que la gente escucha, debe hacerse cargo de la responsabilidad que implica representar un país y una cultura. Eso no es nada fácil, se lo aseguro�.
Timoteo Dino Saluzzi nació en Campo Santo en 1935. A los siete años empezó a aprender los primeros rudimentos de su padre, Cayetano, quien tocaba guitarra, mandolina y bandoneón. Ya en Buenos Aires, integró la mítica orquesta de Alfredo Gobbi, donde aprendió a tocar tango. Fue a fines de los 60 que el director suizo George Guntz lo descubrió y lo invitó a tocar a Europa. A partir de entonces, el bandoneón de Saluzzi recorrió el mundo, contó que el hombre que lo toca tiene que ver con los cañaverales salteños, pero también con Buenos Aires y todos sus tangos posibles, y con las ciudades que visitó y el jazz que aprendió a amar y componer. 
Creador de una música sin fronteras precisas, en las que un standard de jazz puede imbrincarse con un tango como si siempre hubiera sido así, Saluzzi está acostumbrado a ir y volver con su bandoneón a cuestas. Ahora viene de tocar, solo, en el Zeitfluss Festival de Salzburgo, y en pocos días parte a otro festival internacional en Suiza. Hoy y mañana se presenta en el teatro Astral, junto a Celso en bandoneón, Matías en bajo eléctrico, Zenón en saxos, José María en guitarras y Horacio López en batería. Actuarán también Koki y Pajarín Saavedra, y la puesta en escena será de Daniel Rosenfeld, el joven cineasta que un día se acercó al músico al final de un espectáculo y, sin conocerlo, le propuso hacer Ensayo para bandoneón y tres hermanos, el film que sigue a los Saluzzi por Salta y Europa, estrenado hace pocos meses en Buenos Aires. . 
�¿Por qué decidió encarar un repertorio folklórico en este show?
�Yo toco asiduamente con orquestas sinfónicas, con bandas de jazz. Disfruto lo que hago, pero a veces me vienen estas ganas de hacer cosas que tienen más que ver con lo que soy yo. Y no es casualidad que en tiempos de crisis como estos uno sienta más que nunca la necesidad de ir a la base de nuestra música. No quiero llamarla música argentina para no pasar por uno de esos nacionalistas que un día se ponen la escarapela y creen que se trata de eso. La propuesta que quiero hacerle a la gente es la de volver a lo que somos, a nuestras bases más primarias. Vamos a ver en qué resulta, sinceramente no lo sé. El trabajo este es una suerte de salto al vacío, como componer una obra, nunca se sabe lo que va a pasar. Yo jamás voy a perder mi condición de amateur, para mí cada vez es la primera vez. 
�¿Por eso esta vez toca con toda la familia, incluido su hijo?
�Es que mis hermanos son los únicos con los que puedo compartir una misma dicción en la música. Si yo le digo a Celso �acá tocá como si estuvieras haciendo una chacarera�, sé que va a entender exactamente lo que quise decir, es algo que no le puedo pedir a cualquiera. O, �te acordás de fulano de tal, quiero algo en esa onda�. Esas cosas no se pueden escribir, están fuera de toda posibilidad de transmisión aterceros. Esa es la razón por la cual tocamos con mis hermanos, por el color único que le podemos dar a nuestra música. Pero también nos aburrimos, entonces nos peleamos, nos separamos, andamos un tiempo cada cual por la suya, hasta que nos aburrimos de nuevo. Y tocar con mi hijo es aprender de alguien que viene de una edad y un lugar distinto, él está estudiando composición y es muy libre con lo que hace. Me da mucha alegría poder hacer esto en un país en el que hay tanta gente atornillada, ocupando espacios que no permiten la evolución del pensamiento artístico argentino, tanto en la música como en otras áreas. 
�¿Se refiere a quienes ocupan lugares de decisión en políticas culturales?
�No, esos son los administradores de turno, que como llegan pasan. Digo que hay gente que está atornillada desde hace cincuenta años, y al achicarse tanto el ámbito de la mano de la mediocridad, empieza a faltar espacio para los que quieren hacer cosas nuevas. Y si no, ¿por qué no tenemos representantes internacionales? Algo está pasando. No tienen entrada, esto habla de una absoluta incomprensión, mezquindad y ceguera.
�La muestra de la Semana Argentina en Madrid, de la que usted participó a fines de junio, tenía la intención de abrir el campo.
�Sí, pero no se puede abrir el campo en esos términos. Nosotros fuimos a tocar en un club de jazz de ciento cincuenta personas, donde no funcionaba el sonido. Creo que la intención de la Secretaría de Cultura es loable, pero los que están por debajo, lo que tratan con los artistas y deciden cómo se van a hacer las cosas son los que terminan definiendo. Y quizás los que están arriba desconocen ciertas cosas. 
�Entonces, la evaluación que usted hace es negativa.
�No del todo. Hay dos maneras de mirarlo. Una es quedarse en la crítica de todo lo que está mal. La otra es ser responsable y tomar decisiones. Yo no puedo decir �se tiene que hacer esto o aquello�. Simplemente, hago lo mío, lo mejor que puedo, responsablemente. Intento apartarme de esta sensación de sin salida, de tirabuzón para abajo que nos invade. No es tiempo de darnos esos lujos. Sigo pensando que el único camino que queda es el de la bondad de espíritu y la honestidad. Soy uno más que tiene esperanza. Ponga eso: Que Saluzzi es uno más que tiene esperanza, y que va a buscar rodearse de gente que es como él.

 

 

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