Por Maximiliano
Montenegro
Después de 12 días
de negociación y sobre el final de una jornada en que el riesgo
país se encaminó a niveles cercanos a los de Nigeria, el
FMI anunció el salvataje financiero para Argentina.
El monto real de fondos nuevos es de 8000 millones de dólares,
una cifra relativamente modesta. Pero fue presentado como un megapaquete
de 22 mil millones de dólares, al adicionársele los recursos
del blindaje pendientes de desembolso, prometidos por el propio
FMI, el Banco Mundial, el BID, España y un conjunto de bancos privados.
La gran sorpresa en el comunicado es un párrafo en el que se dice
que las autoridades (del Fondo) están también considerando
la posibilidad de una operación voluntaria y basada en el mercado
para aumentar la viabilidad del perfil de la deuda argentina. Así,
Washington quiere que se empiece a negociar con los acreedores privados
algún mecanismo de reestructuración o canje de la deuda.
Entre las condicionalidades del acuerdo figuran la necesidad de cumplir
a rajatabla con la ley de déficit cero, incluso para el 2002, lo
que significaría un ajuste de 6000 millones de dólares sobre
el presupuesto del año próximo; la modificación de
la actual ley de reparto de fondos a las provincias; y se habla también
de avanzar con la reforma del Estado mientras que, de manera
ambigua, se menciona el fortalecimiento de los bancos públicos,
lo que algunos interpretan como una presión para que se abra al
capital privado la propiedad del Banco Nación.
También hubo un apoyo explícito del Tesoro norteamericano
a la decisión del Fondo, con la que se afirma se busca
una solución sostenible a largo plazo a los problemas económicos
argentinos (ver aparte).
El comunicado fue difundido cuando ya habían cerrado los mercados,
después de un día en que el riesgo país volvió
a trepar hasta los 1662 puntos, y en el que la city se inundó de
versiones, que ya hablaban de una reprogramación consensuada
de la deuda hasta la diversa suerte que correrían los depósitos
bancarios en ese hipotético escenario. Pese al anuncio, en Washington
sigue la polémica sobre Argentina entre los que creen que
esto sirve para algo y los que creen que no sirve para nada, según
admitió un analista de un banco de inversión a este diario.
Como en la novela de Gabriel García Márquez El coronel
no tiene quien le escriba, durante las últimas dos semanas,
De la Rúa se levantaba todas las mañanas con la esperanza
de que éste fuera el gran día, el día del anuncio
del salvataje de Washington a la Argentina. Pero, a diferencia de aquel
coronel retirado que esperaba esperó sin éxito su pensión
por el resto de su vida, para De la Rúa ese día llegó
ayer. Sólo que la notificación vino acompañada con
lo compromisos que asumió el gobierno para poder hacerse de los
recursos que, como es un nuevo préstamo, después deberá
devolver con sus correspondientes intereses.
Sobre el final del comunicado se aclara expresamente que el Comité
Ejecutivo (del Fondo) planea considerar el aumento (de los préstamos)
a principios de setiembre, cuando haga una revisión de los resultados
fiscales que muestre el gobierno argentino. Entonces, ya se sabrá
cómo fue la recaudación de agosto y si el gobierno será
capaz de instrumentar un nuevo recorte en el gasto público para
asegurar la plena aplicación de la ley de déficit
cero. El documento del FMI señala que el gobierno argentino
se comprometió, además, a que asegurar que el ajuste
fiscal sea sostenible en el mediano plazo. Teniendo en cuenta que
antes del 15 de septiembre deberá ingresar al Congreso el proyecto
de Presupuesto 2002, es evidente que Washington está reclamando
también déficit cero en ese presupuesto, lo que significaría
un ajuste fiscal adicional de unos 6000 millones de dólares.
El paquete financiero, que desde hoy Cavallo dirá es de 22 mil
millones de dólares, se integra de la siguiente manera:
Los nuevos fondos, que el FMI
propone agregar al crédito stand-by vigente, suman 8000 millones.
De ellos sólo estarían disponibles, una vez que se apruebe
formalmente el préstamo, 5000 millones. La intención es
queesos recursos se destinen al recomponer las reservas en dólares
del Banco Central, que cayeron en 13 mil millones desde marzo. Los restantes
3000 millones quedarían para futuros desembolsos como garantía
de la colocación de nuevos bonos en el mercado voluntario de crédito,
mecanismo por el cual se buscaría aliviar los vencimientos de la
deuda para el próximo año (ver aparte).
Los fondos que formaban parte
del blindaje, que no había sido desembolsados, y que
ahora se agregan al salvataje. Son 6000 millones del acuerdo
vigente con el FMI; otros 4500 millones entre el Banco Mundial y el BID
(Banco Interamericano de Desarrollo); 2500 millones de la red de seguridad
del sistema financiero aportados por un grupo de bancos privados internacionales;
y el resto provendría del remanente de ayuda bilateral, como el
caso de España.
Este nuevo salvataje financiero tiene por objetivo frenar
la corrida contra los depósitos bancarios. En lo que va de agosto,
la fuga sumó 3353 millones. Mientras que en julio la salida fue
de 9312 millones (ver aparte). En los papeles del gobierno, el dinero
de Washington serviría para tranquilizar a los ahorristas, mostrándoles
que están los recursos en caso de que quisieran retirar sus depósitos
y/o cambiar sus pesos por dólares a la paridad fija de 1. En la
realidad, nadie tiene la certeza de que esa fórmula vaya a funcionar.
Sin embargo, aún si se lograra ese objetivo, todavía quedaría
pendiente el problema principal, que ni el blindaje ni el megacanje pudieron
en su momento resolver. Cómo hacer para que la economía
vuelva a crecer, única manera de escaparle a una nueva crisis financiera
dentro de pocos meses más. En especial, cuando por delante el único
plan a la vista es mucho más ajuste fiscal.
Ese tacaño
de Greenspan
Otra mala noticia para el ahorrista argentino: Alan Greenspan
redujo ayer nuevamente la tasa directriz, esta vez a un insignificante
3,50 por ciento anual. En tiempos no lejanos, los economistas autóctonos
celebraban esta clase de decisiones de la Reserva Federal estadounidense,
deduciendo que abarataban el costo de la financiación para
la Argentina y estimulaban la migración de capitales hacia
las plazas emergentes. Luego, cuando la tasa de los Fedfunds (fondos
federales) quedó convertida en una mínima fracción
del riesgo país (sobretasa aplicada a la deuda argentina),
aquellas lecturas optimistas desaparecieron. Ahora, con la masiva
fuga de plazos fijos, cada vez más argentinos experimentan
lo que es dormir tranquilos porque pusieron su plata a salvo de
algún nuevo Plan Bonex, y a la vez lo que es sufrir cuando
mensualmente reciben un sobre desde el Caribe para ver el magro
interés ganado, que Greenspan se empeña en reducir
cada vez más.
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Un paso en un largo
camino
El secretario del Tesoro de Estados Unidos, Paul ONeill,
al saludar el acuerdo entre Argentina y el FMI, destacó que
es un paso importante mientras continuamos trabajando en una
solución sostenible en el largo plazo para los problemas
económicos de Argentina. Hay mucho trabajo adicional
por hacer, y continuaremos trabajando con el FMI para encontrar
la forma de ayudar a Argentina a recuperar el crecimiento,
apuntó. Al anunciar el acuerdo, el presidente Fernando de
la Rúa recordó que dije que íbamos a
ganar esta batalla, y la estamos ganando. El anuncio, agregó,
aparta la incertidumbre y debe traer confianza en el desarrollo
de nuestra economía. Domingo Cavallo, en tanto, destacó
que la Argentina trabajará con el FMI, otros organismos
multilaterales y los países miembros del G-7 para distender
el costo de su financiamiento. El representante de Comercio
Exterior de Estados Unidos, Robert Zoellick, señaló
su deseo de reunirse con el Mercosur para incrementar las relaciones
comerciales, en el contexto del tratado 4 más 1
(Mercosur más NAFTA) suscripto en 1991.
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CANJE
DE DEUDA CON AVAL DEL FONDO
La mano de ONeill
Por
Alfredo Zaiat
La sugerente frase
una operación voluntaria y basada en el mercado para incrementar
la viabilidad del perfil de la deuda argentina del comunicado del
FMI revela dos cosas:
1. El fracaso ostensible del megacanje de deuda organizado por la troika
Cavallo-Mulford-Marx.
2. La mano del secretario del Tesoro de Estados Unidos, Paul ONeill,
en la redacción final del acuerdo.
La sorpresa del convenio fue los 3000 millones de dólares que el
Fondo aportará para instrumentar otro canje de deuda. Ese dinero
es la respuesta a la solución reclamada por ONeill para Argentina.
De los dichos del hombre fuerte del Tesoro americano de las últimas
semanas, dejando a un margen los despectivos, el más relevante
se refirió a que el problema del país que le interesa tanto
como Uganda y Pakistán no era de dólares, sino de inteligencia.
Esa solución consistió, finalmente, en que se utilizarán
esos 3000 millones como garantía para emitir nuevo bonos, que servirían
para cancelar vencimientos futuros así como también para
trocar vieja deuda onerosa. Esa operación cerraría el programa
financiero del 2002, alejando así el fantasma del default inminente.
En el equipo negociador se definió que esos 3000 millones se aplicarán
como aval de bonos por un total de 12.000 millones. O sea, que un cuarto
de ese capital tendrá la garantía del FMI. Este es un esquema
similar al utilizado por Miguel Kiguel, en 1998, cuando siendo secretario
de Financiamiento de Roque Fernández utilizó dólares
del Banco Mundial para garantizar una emisión de títulos
públicos. La solución inteligente de ONeill
resultó, entonces, en multiplicar un dólar por cuatro, potenciando
así el salvataje financiero del Fondo. Que ese punto era lo que
obsesionaba a ONeill quedó en evidencia en el comunicado
que el Tesoro difundió simultáneamente con el del FMI, destacando
en su primer párrafo el acuerdo para un nuevo canje de deuda.
De ese modo, se reveló también el ruinoso megacanje de deuda
concretado hace menos de tres meses, que ahora se muestra inútil
para mejorar el perfil de vencimientos de los bonos, para hacer sustentable
el crecimiento y para disminuir la carga de la deuda. El FMI y el Tesoro
de Estados Unidos dieron su contundente veredicto a ese negocio
de Mulford, que Cavallo-Marx impulsaron con tanto entusiasmo, que reportó
una comisión de unos 150 millones de dólares para los bancos
organizadores de ese caganje.
OPINION
Por Martín Granovsky
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Wonder, Hope y Cash
Un chiste en inglés comenzó a circular justo ayer
en Internet. Traducido, pregunta: ¿cuáles son las
diferencias más importantes entre los Estados Unidos y la
Argentina? Los norteamericanos tienen a George Bush, Stevie Wonder,
Bob Hope y Johnny Cash. Los argentinos tienen a Fernando de la Rúa
pero carecen de wonder, hope y cash. No pueden esperar milagros
ni maravillas, y les faltan esperanzas y dinero.
El Gobierno usó el temor de los Estados Unidos a una caída
en cadena de los mercados emergentes para adquirir lo único
que puede comprar hoy en el mercado: tiempo. O esperanzas. O, si
zafa del ahogo financiero de estos días gracias al apoyo
del Fondo y el Grupo de los Siete, un milagro.
Este no es el blindaje tradicional, se entusiasmaba
anoche un funcionario relevante del equipo de negociadores que encabezaron
Daniel Marx en finanzas y el embajador Guillermo González
en política. Y un miembro del Gabinete fundó su sueño
para los próximos tiempos en esta frase: Los latinos
hacemos primero la norma y después aplicamos esa regla a
los casos concretos, pero los sajones empiezan por el caso concreto.
El caso vendría a ser, para el funcionario, la Argentina
y su chance de salir de la cesación de pagos. Y el sajón
sería Paul ONeill, el secretario del Tesoro norteamericano
que ayer, en un gesto inusual, respaldó los desembolsos del
Fondo con un comunicado propio sobre crecimiento, sustentabilidad,
déficit cero y comercio.
La apuesta del Gobierno es detener la corrida bancaria, inducir
a que los tenedores de bonos argentinos los conserven y se frene
la estampida del riesgo país. A la vez, el canciller Adalberto
Rodríguez Giavarini y el ministro de Economía Domingo
Cavallo quieren interpretar la sustentabilidad como un círculo
virtuoso entre financiamiento, comercio y apertura de mercados.
La gran duda es cómo se usará el tiempo:
El gobierno nacional
deberá rediscutir en condiciones de extrema debilidad la
coparticipación entre el Estado central y las provincias.
El escenario es difícil en el Senado (donde el oficialismo
seguramente aumentará sus escaños) y en Diputados
(donde disminuirán). ¿Cómo actuarán
los gobernadores, muchos de ellos precandidatos del PJ para el 2003?
Por un lado están obligados a conceder, porque no tienen
dinero para pagar los sueldos provinciales y ése es su punto
débil. Por otro, una concesión sin límites
puede liquidarlos.
La reprogramación,
¿permitirá reestructurar la deuda o solo bicicletearla?
El déficit cero
ha quedado consagrado al nivel de un principio internacional. Incluso
con la baja de las tasas, ¿cómo hará Cavallo
para evitar su efecto profundamente recesivo y de desarticulación
social en medio del achicamiento del gasto público para educación
y compensaciones para los más pobres?
La Argentina tiene graves
problemas para la colocación de sus productos en los Estados
Unidos y Europa. Si por milagro esos mercados se abrieran hoy mismo,
cosa que sin duda ONeill no permitirá, ¿el país
podría convertirse en una potencia exportadora con un peso
sobrevaluado, un mercado interno desagiado, un nivel de desigualdad
peligroso inclusive desde el punto de vista capitalista puro y una
industria que solo exporta acero y aceites?
Como hubieran dicho los marxistas en los 70, hay que
definir un esquema de acumulación de capital, decía
ayer a este diario un importante funcionario del Gobierno. ¿Habrá
tiempo suficiente? Sería como preguntarse si se puede tener
hope de que se produzca un wonder. Porque cash, lo que se dice cash,
no es lo que sobra hoy en el mundo para países como la Argentina.
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Sigue
la pulseada
La oferta del G7 para una megacompra de la deuda. La privatización
de la DGI y Aduanas. El porqué de los
dichos de O�Neill. Qué queda y qué sigue de la negociación.
�Un
gobierno sin partido, sin poder en el Congreso ni en las provincias�,
señalan en EE.UU.
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Por
Raúl Dellatorre
La delegación
argentina encabezada por Daniel Marx creyó el viernes último,
a primera hora, que tocaba el cielo con las manos. Había acordado
con el staff técnico del Fondo Monetario los términos de
un apoyo financiero que le permitiría, supuso, superar la emergencia.
Pero el preacuerdo se trabó cuando llegó a manos
del secretario del Tesoro de Estados Unidos, Paul ONeill. Argentina
vuelve a la misma situación en tres meses, fue su conclusión
al analizar lo consensuado por los técnicos. Esas palabras parecieron
echar por tierra no sólo el preacuerdo, sino los términos
de la negociación desarrollada hasta entonces. A partir de ese
momento, lo que pasó a discutirse es cuál es la solución
de fondo para el problema externo de Argentina y qué tipo de compromiso
en un programa con fuertes sacrificios está dispuesto a asumir
la dirigencia política argentina. El auxilio financiero para
superar un ataque especulativo pasó a ser apenas un capítulo
de la discusión. En los nuevos términos de negociación,
planteada en torno a una reprogramación de la deuda apenas disimulada
por eufemismos, se abre una pulseada a la que no son ajena ideas tales
como la privatización de la DGI y la Aduana, y hasta la megacompra
de la deuda por parte de las potencias occidentales.
No fue la alusión de ONeill a que los argentinos se consumieran
la plata de los plomeros y los carpinteros norteamericanos,
en una entrevista con una cadena de TV, lo que motivó el telefonazo
de Cavallo al secretario del Tesoro el viernes a la tarde. El enojo del
mediterráneo obedecía, en realidad, a la impugnación
del funcionario de la administración Bush al preacuerdo con el
FMI. Lejos de lograr cambiar la opinión de ONeill, la charla
terminó con imputaciones cruzadas en tono elevado de un lado a
otro de la línea. Pero, como no podía ser de otro modo,
las reglas las fijó Washington: a partir del sábado, Marx
pasó a reportar directamente a Olivos. La negociación política
pasó a ser monitoreada por un minicomité compuesto
por Cavallo, Chrystian Colombo, Rodríguez Giavarini y Nicolás
Gallo.
Durante el fin de semana, los negociadores argentinos lograron convencer
a sus interlocutores de seguir trabajando, por ahora, bajo la hipótesis
de mantener la convertibilidad y el uno a uno con el dólar.
En cambio, no pudieron eludir consideraciones norteamericanas acerca de
una eventual quita sobre el valor de los títulos de
la deuda, y la reprogramación del cronograma de vencimientos. El
Grupo de los 7 estaría dispuesto a un aporte multimillonario para
recomprar la mayor parte de la deuda argentina, mencionaron, como
hipótesis de máxima, los representantes norteamericanos.
Con una deuda subvaluada, dicho monto actuaría como aspiradora
sobre los títulos argentinos circulantes en el mercado. Nadie se
animó a preguntar cuál es el costo que hubiera debido pagarse
a cambio.
La crisis argentina es la primera, de orden económico, que le toca
afrontar a la administración Bush, que es consciente que juega
en ella gran parte de su prestigio como líder mundial. Sólo
se involucrará a fondo si ve una solución viable; si no
la hay, buscará dejar en claro que a Argentina no la mató
Estados Unidos, sino que fue un suicidio; en estos términos hay
que interpretar las declaraciones de ONeill, fue la lectura
que le hizo a Página/12 un observador privilegiado, por su cercanía
al gobierno de De la Rúa y, a la vez, por sus vínculos con
banqueros internacionales.
¿Qué es una solución viable para Estados Unidos?
Aquella que le garantice a Argentina pagar sus compromisos, recaudar lo
suficiente para mantener el equilibrio presupuestario y mantenga un escenario
atractivo para las inversiones extranjeras. Todo ello no se logra solamente
enterrando el bisturí en el gasto público (provincias, educación,
etc) y privatizando el negocio de la salud (Pami, obras sociales) y la
previsión social (Anses). También requeriría garantías
reales, que los negociadores estadounidenses corporizaron en la
idea de capturar larecaudación impositiva y aduanera
para priorizar el pago de los vencimientos financieros. Algo así
como hipotecar, privatizando de paso para mejorar su eficiencia,
la DGI y la Aduana.
De esto se seguirá discutiendo en Washington. El equipo de Cavallo
no le hace asco a la propuesta, pero no imagina cómo lograrlo.
En la Casa Blanca saben que De la Rúa está al frente de
un gobierno sin partido, que no controla ni la primera minoría
en el Congreso y que la otra pata de poder, los gobernadores provinciales,
es mayoritariamente de la oposición. Además, a dos meses
de las elecciones, no hay chances para votar leyes sumamente antipopulares.
La ingeniería consiste en encontrar una fórmula que
eluda el paso por el Congreso, definen fuentes próximas a
las negociaciones. ¿Existe tal cosa?
La alternativa era un acuerdo nacional con los gobernadores,
que Colombo buceó en una conversación con Eduardo Bauzá,
senador justicialista, el domingo por la noche. La respuesta fue negativa.
La bomba volvió a quedar en manos de Estados Unidos, que debió
cargar en sus brazos el riesgo de un contagio que ya está
afectando a Brasil, Chile -el viernes sufrió una fuerte fuga de
depósitos e incluso España, por la exposición
de sus mayores empresas en territorio argentino. La concesión del
Fondo de anoche implica que Estados Unidos decidió soltar un poco
la cuerda, para no ahorcar a la víctima. Pero no se resignará
a abandonar la búsqueda de una solución de fondo,
aunque ello signifique mayores sacrificios para este castigado país
deudor.
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