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�Cuchi era algo así como la luz�

Un ciclo que concluye el
domingo homenajea al legendario Leguizamón. La Negra Chagra, una de sus discípulas, explica el sentido.

Placer: �El Cuchi tenía una
alegría permanente, un goce vital. Era alguien con un inmenso disfrute de vivir, de comer, de escuchar música, de escribir�

La Negra Chagra acaba de
participar en el homenaje al Cuchi.
El ciclo continuará los próximos dos domingos en el C. C. Borges.

Por Karina Micheletto

Gustavo “Cuchi” Leguizamón es hoy un símbolo para gran parte de los músicos del género folklórico, e ineludible punto de partida para las nuevas camadas de intérpretes. El mes que viene se cumple el primer aniversario de su muerte. Quienes lo conocieron, quienes aprendieron de él y enriquecieron con su obra sus propias creaciones, dicen que lo extrañan más que nunca. Todos los domingos de agosto, estos artistas se reúnen para homenajearlo, interpretando su obra en el Centro Cultural Borges. Este domingo actuarán Eduardo Spinassi, Rodolfo Sánchez, Laura Albarracín, Nora Sarmoria y Liliana Herrero. En los anteriores de agosto, pasaron por el mismo escenario Manolo Juárez, Chany Suárez, Oscar Alem, Silvia Iriondo, Lilian Saba, Raúl Carnota, Lorena Astudillo, Carlos Aguirre y la cantante Negra Chagra, ahijada artística y amiga de Leguizamón. Salteña, de voz dulce y acento marcado, Chagra se considera una discípula de Cuchi y de otro paisano suyo, Dino Saluzzi. Su carrera es atípica, comenzó en 1989 en Francia, donde empezó a cantar como solista. Su recuerdo más feliz de los inicios es una gira que hizo por la costa, acompañada por el Cuchi Leguizamón en piano.
Este año, Chagra reeditó Pruebas al canto, un disco en el que presenta una serie de clásicos del cancionero folklórico local, la mayoría de ellos de autoría de Leguizamón (están “La arenosa”, “Maturana” o “La pomeña”, por ejemplo), a los que suma letras de poetas menos conocidos como Julio Espinoza o Jacobo Regen. “La ciega luz mendiga”, un poema de Regen, no había sido grabada antes: fue compuesta e interpretada en piano especialmente por Leguizamón para este disco. Editado por el sello de La Trastienda, el CD cuenta con mezclas y dirección artística de Dino Saluzzi, y con la participación de Oscar Cardozo Ocampo, arreglador de artistas de la talla de Mercedes Sosa o Ariel Ramírez. En diálogo con Página/12, la cantante salteña explica por qué eligió interpretar la obra de Leguizamón como punto de partida: “Uno no se puede lanzar a buscar desde la nada, siempre es necesaria la raíz de lo conocido, lo familiar, lo que está desde siempre. A partir de ahí quiero buscar, es un camino que tengo que hacer y que empieza ahora. Pero sin dejar de lado mis referentes”.
–¿Cuál fue su relación con Cuchi Leguizamón?
–Fue mi amigo de toda la vida, de mi familia y mío cuando fui adulta. Fue mi profesor de Historia en la secundaria, y me acuerdo que siempre decía que enseñaba “historieta, más que Historia”. Cuando nos fuimos de viaje de egresados, de ratas totales, a Santiago del Estero y Tucumán, nadie nos quería acompañar. El se ofreció, y no sólo eso, sino que además tocó en los restaurantes más caros a cambio de que todos comiéramos gratis. Cuando estuve en París estuvo viviendo en mi casa, y anduvimos presentándonos en dúo. Para mí era una maravilla, porque si bien es cierto que era el señor que vivía a la vuelta de mi casa, siempre supe que era un tipo muy valioso, fuera de serie. Valoro profundamente el haber tenido la suerte de estar cerca de él, y que haya tenido tantos gestos de cariño conmigo. Cuando hice el disco no le quise pedir que grabara conmigo, porque me daba un poco de pudor. Pero él se vino de Salta especialmente y grabó dos temas.
–¿Qué cosas aprendió de él, más allá de lo musical?
–El Cuchi era un tipo que tenía una alegría permanente, un goce vital, no una alegría tonta. Era alguien con un inmenso disfrute de vivir, de comer, de sentarse a escuchar música, de escribir... Disfrutaba cada segundo y lo vivía a pleno. Cada momento era el mejor, te escuchaba cantar y eras la mejor cantante del mundo, comía un bocado de locro o una empanada y era lo más rico del mundo, y lo expresaba así siempre. Yo he tratado de seguir su ejemplo, como pude. Para mí, el Cuchi era como la luz A veces uno seentrampa en situaciones y cae en la queja, cuando en realidad la vida es un montón de cosas pequeñitas, bellas todas.
–¿Cree que después de su muerte se vislumbra una posta en el folklore local?
–Es una pregunta difícil de responder. Por un lado, hay muchos compositores que están vivos y son excelentes. Pero por otro, es como preguntarse si va a haber otro Mozart u otro Beethoven. No lo sé. En todo caso, habrá que salir a buscarlos. Por ejemplo, yo trato de rescatar a alguien como Julio Espinoza, que escribió algo tan lindo como “Vidala para mi sombra” con solo quinto grado. Murió en un neuropsiquiátrico, solo, enfermo. Y tiene una obra impresionante que no es conocida por casi nadie.

 

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