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El Déficit Cero no será tan duro para proveedores

Sin herramienta legal para podar contratos ya existentes y dado que para los futuros los contratistas subirían los precios, el Estado aspira a descuentos
en complicadas negociaciones.

Marcos Makón, secretario de Moderni-zación. Controlará las condiciones laborales de los estatales.

Por Cledis Candelaresi

Las restricciones que el Déficit Cero impuso sobre los estatales y jubilados prometen ser menos duras para los proveedores y contratistas del sector público. Fernando de la Rúa tiene a la firma un proyecto de decreto que habilita rescindir los contratos en ejecución cuyos titulares no admitan una reducción del precio, pero no prevé ninguna quita sobre los que ya fueron ejecutados. Con las empresas proveedoras de servicios públicos, en tanto, se abrió una negociación que aspira a conseguir algún descuento consensuado en las tarifas. Menor es el amparo que rige para los agentes públicos sobre quienes el Gobierno planea un control más riguroso de horario, adscripciones, vacaciones y contratos, para evitar, entre otras situaciones, que quienes se retiran cobrando una indemnización reingresen al staff público con algún ventajoso contrato.
El principal e ineludible compromiso asumido con el Fondo Monetario Internacional para obtener el último auxilio financiero es el déficit cero, que obliga a la Nación a gastar sólo cuanto recauda. En función de esta pauta, se dispuso para el trimestre en curso un recorte del 13 por ciento sobre jubilaciones y salarios públicos, que también debía hacerse extensivo al resto de erogaciones estatales.
En el caso de las contrataciones, sin embargo, esa poda no puede hacerse automáticamente. Por el contrario, el gobierno concluyó que no es posible ninguna quita para los contratos ya ejecutados o servicios prestados. Tampoco es técnicamente factible prever una “rebaja” para contratos futuros, simplemente, porque esto haría que las empresas hagan cotizaciones más altas.
Pero el proyecto de decreto redactado por la Jefatura de Gabinete habilita a las distintas dependencias públicas a rescindir los contratos en ejecución, si no fuera posible renegociar el precio con el contratista. Como alternativa, faculta a prolongar el plazo (por ejemplo, retrasando de 2 a 4 años la entrega de una obra y, por consiguiente, su pago).
Con las empresas privatizadas, el gobierno ya encaró una serie de negociaciones para abaratar las tarifas. La intención es aprovechar la condición de gran usuario del Estado para conseguir descuentos importantes. Incluso, aprovechar las ventajas de la desregulación de algunos servicios, por ejemplo, teléfonos: si las cuentas públicas lo permitieran, se compraría un equipo que sirva para direccionar automáticamente las llamadas interurbanas para elegir a la compañía que cobra menos.
La redacción del aludido proyecto de decreto fue competencia de la secretaría de Modernización del Estado, desde la cual el frepasista Marcos Makón trabaja en una reforma administrativa que también debe contribuir al equilibrio fiscal. La presunta economía –según insisten desde esta dependencia– no será el resultado de achicar la grilla de personal por despidos (salvo por la eliminación de contratados) sino de suprimir algunas situaciones irregulares o presuntamente injustas para el empleado de planta permanente. Aquí algunas de las reglas que prometen cambiar la fisonomía del aparato estatal:
Mayores exigencias de tareas sobre los contratados que sobrevivan al recorte actual: todas las dependencias del Estado deben reducir un 30 por ciento sus presupuestos destinados a contratos) cuyos nombres figurarán en un registro especial a difundir a través de Internet. Se está elaborando un padrón del personal estatal, que servirá también para controlar los regímenes de incompatibilidades.
A la prohibición de percibir una jubilación y trabajar en el Estado, el Gobierno sumará la de trabajar en el sector privado y, al mismo tiempo, tener un contrato en el sector público que le genere conflicto de intereses. Por ejemplo: una persona que trabaja para una empresa privatizada y, al mismo tiempo, para el ente regulador encargado de controlarla. Hoy no hay norma que bloquee esas situaciones.
Quienes se hayan ido del Estado cobrando un retiro voluntario, por cinco años no podrán reingresar a la plantilla estatal ni como contratados ni para desempeñar un cargo político. La intención es evitar que el pago de a veces costosas indemnizaciones a personal (muchos ex agentes de la AFIP cobraron por encima de los 200 mil dólares) que luego vuelve a ser contratado, incluso, por la misma dependencia pública de la que se retiró.
Se revisarán los regímenes de vacaciones y licencias, que en algunos casos Makón consideró “abusivos” o deficientemente controlados. También se limitarán las adscripciones, por las cuales un empleado trabaja en una repartición pero cobra por su sueldo a través de la otra, enturbiando el padrón.
Estos puntos integran la reforma administrativa, apenas un capítulo de la Reforma del Estado que, a juicio de Makón, indefectiblemente debe incluir la reforma política. A juicio del funcionario de Jefatura, sólo cuando las campañas electorales cuesten menos, los partidos dejarán de presionar sobre la estructura pública, promoviendo la aparición de ñoquis.

 

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