Después de más
de dos años de negociaciones, correcciones y consultas entre senadores
y diputados, y tras una eternidad en la historia del país, fue
aprobada la primera ley de Ciencia y Tecnología con apoyo estrictamente
unánime de todas las bancadas, sin disidencias. La norma articula
y coordina las diferentes patas del sistema de ciencias y tecnología
argentina, organiza comisiones, crea un registro de investigadores y un
banco nacional de proyectos de investigación y fija pautas de encuentro
entre empresas privadas, gobiernos, universidades e investigadores. Consensuada
y aprobada en todas las comisiones, antes de su tratamiento fue matizada
en discusiones con la comunidad científica y universitaria, y estuvo
abierta a todo tipo de opiniones en dos audiencias públicas y en
una página web. Pero como todo lleva su tiempo, el proyecto debe
volver ahora al Senado, su cámara de origen, para ser aprobado
definitivamente.
La imagen es sencilla y tiene su costado pedagógico: el mismo día
en que se trataba el demorado proyecto, en el despacho de Adriana Puiggrós,
titular de la Secretaría para la Ciencia, la Técnica y la
Innovación Productiva nacional, se reunían los secretarios
del rubro, de todas las universidades públicas del país
para organizarse en una red de contactos y puesta en marcha de proyectos
en concreto. Puiggrós ejerciendo de bisagra. La reunión
fue exitosa y el acuerdo puesto en marcha. Lo curioso es que en términos
de la legalidad formal, todo lo tratado en la reunión de secretarios
era ilegal. Al menos, en el sentido literal: no hay ley que de un marco
al acuerdo de los secretarios como a casi ninguna actividad científica
en la Argentina.
Ayer, la demorada Ley marco de la Ciencia y la Investigación tuvo
su día de gloria tras la votación unánime en Diputados.
Hasta ahora, casi todos los organismos relacionados con la investigación
científica, como el Conicet, funcionaban creados o enmarcados por
decretos pero no por ley, describió a Página/12 un
especialista en el tema.
Además de dar un marco legal a las instituciones más importantes
de la actividad, la norma votada ayer establece redes de cooperación
horizontales y verticales, que permiten articular políticas públicas
con el sector privado. En esas redes participarán investigadores,
universidades, empresas privadas, gobiernos provinciales y el Estado,
para llevar adelante planes de desarrollo de vacunas, agroindustria, o
cualquier actividad que reporte beneficios al país. Crea además
un registro de investigadores y un banco nacional de datos de proyectos
de investigación que permitirán identificar y articular
ofertas y demandas de organismos e instituciones que componen el Sistema
Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación.
La Ley es clave porque es el primer paso para evitar que Argentina
siga siendo abandonada por sus técnicos, sus profesionales y sus
sabios, y deje de subsidiar a los países ricos del mundo,
aseguró el frepasista Alejandro Peyrou, presidente de la Comisión
de Ciencia y Tecnología.
La sesión de Diputados fue seguida con ansiedad desde el despacho
de Puiggrós. Ordena el sistema de Ciencia y Tecnología,
nunca hubo una ley, sostuvo la funcionaria. Establece diferentes
consejos, los articula entre sí, genera espacios para investigadores,
laboratorios, capacitaciones, conexiones con el exterior, imprescindibles
para que el estado tenga cómo producir conocimiento científico
y tecnológico.
La Ley Marco recibió un consenso que difícilmente pueda
repetirse en otras áreas del debate legislativo: obtuvo apoyo unánime
por todas las comisiones legislativas por las que pasó. Todas las
bancadas del Senado acordaron con todas las de Diputados en aprobar la
ley sin modificaciones de fondo. De hecho, ayer, el tratamiento del proyecto
en general y artículo por artículo (en particular) se completó
en una misma votación. Además, fue expuesta en un encuentro
de secretarios de Ciencia y Técnica de todo el país, fue
tema en setenta reuniones con grupos de investigadores y representantes
sindicales del área, pasó por dosaudiencias públicas
de más de 500 personas, y recopiló propuestas volcadas en
una página web.
HALLAN
UN PLESIOSAURIO DEL CRETACICO EN RIO NEGRO
Un esqueleto de 70 millones
Toparse con una mole de 6 metros
de largo y una antigüedad que ronda los 70 millones de años
mientas se recorre en moto la planicie patágonica, puede sin duda
helarle la sangre a más de uno. Eso fue precisamente lo que le
sucedió a Daniel Cabaza, integrante de una expedición arqueológica
realizada durante la Semana Santa en Río Negro, aunque por razones
muy distintas a las imaginadas: esos huesos que asomaban de la tierra
resquebrajada no eran otra cosa que las falanges de un antiguo miembro
de la familia de los plesiosaurios, animales marinos que poblaron la zona
austral durante el período cretácico. La importancia del
hallazgo radica en el hecho de que podría tratarse de un fresnosaurio,
y sería el segundo ejemplar de esta especie en el mundo. De no
ser un fresnosaurio, el hallazgo se tornaría más relevante
aún: podría tratarse de una especie única en el mundo.
Daniel Cabaza es hijo y compañero de expediciones de Héctor
Cabaza, director del Museo de Lamarque y apasionado de los dinosaurios.
Cabaza padre habla con tanta familiaridad de esos animales que hasta parece
que estuvieran vivos. A los plesiosaurios les veníamos siguiendo
el paso desde 1997, cuando encontramos el primero, un egasmosaurio,
explicó a Página/12 Cabaza padre. Estuvimos paseando
los huesos hasta el 98, buscando alguien que supiera cómo
tratarlos, recuerda. Así fue que dieron con Zulma Gasparini,
una paleontóloga del Museo de Ciencias Naturales de La Plata, que
luego se incorporó al equipo.
Zulma fue quien nos impulsó a seguir profundizando en esta
variedad de saurios, señala Cabaza, y agrega, como si fuese
cosa de todos los días: los plesios andaban mucho por acá.
Tanto andaban que, en un período de tres años, el equipo
se topó con dos plesiosaurios y dos mosasaurios, otra variedad
de saurios marinos. Pero el hallazgo más importante llegaría
durante la Semana Santa de este año, cuando los Cabaza lograron
reunir un equipo de siete personas para recorrer las inmediaciones de
Lamarque, cerca de Choele-Choele.
Lo encontramos casi de casualidad, aunque sabíamos que en
esa zona podían aparecer restos de plesios. Mi hijo Daniel detuvo
su moto para descansar un rato y ahí nomás, entre la tierra,
se encontró los huesitos, recrea Héctor. Esos huesitos
eran las falanges; luego vendrían las vértebras, los huesos
del torso, y hasta las cuatro aletas. Lo pudimos desenterrar casi
todo, porque estaba... por un momento, Cabaza duda, como buscando
la expresión adecuada estaba muy quieto, quiero decir: no
lo había arrastrado el mar, ni había sido depredado por
otros animales.
La última excavación la realizaron el fin de semana del
9 de julio; luego tuvieron que suspender las actividades por el mal tiempo.
Pero Cabaza confía en que podrán encontrar las piezas que
faltan para completar el rompecabezas: la cabeza y los huesos que componen
el cuello. Mientras tanto, el esqueleto quedó en manos de Zulma
Gasparini y de su colega Leonardo Salgado, de la Universidad Nacional
del Comahue, ambos abocados a determinar si se trata o no de un fresnosaurio.
Los únicos restos de fresnosaurio existentes hasta el momento fueron
hallados en 1943 en la localidad californiana de Fresno, y se limitan
a unas pocas vértebras. Esas muestras coinciden con las que
nosotros tenemos, sólo que el nuestro está más completo,
diría que en un 90 por ciento, indicó Cabaza. Y
si no se trata de un fresnosaurio, entonces estamos ante una especie única,
agregó.
La importancia del hallazgo ilusiona a Héctor, que sueña
con un futuro mejor para su pasión devenida profesión: el
dinero para las herramientas, los víveres y los vehículos
sale del bolsillo (bastante raído, por cierto) de los miembros
del equipo; ni siquiera tienen un lugar adecuado para exhibir los fósiles
que fueron descubriendo. Es que todo esto está hecho a pulmón.
Nos mueve la pasión. Pasión por los saurios.
Producción: Silvina Seijas.
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