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DE LA GUARDA VUELVE HOY A RECOLETA CON “VILLA VILLA”
“Queremos modificar esta realidad”

Después de girar con gran éxito por Europa y Estados Unidos, el grupo estrena sala propia en Buenos Aires. �Jugar de favoritos te cambia todo�, sostiene Diqui James, uno de los directores.

De la Guarda hizo crecer la esencia del “Villa Villa” original. “El espectador siente que forma parte de una celebración.”

Por Silvina Friera

El grupo De la Guarda desafía la idea tradicional de teatro. Lo hace a una velocidad vertiginosa, impuesta por un puñado de actores delirantes que caminan, saltan, juegan y se deslizan por las paredes y el espacio de la sala con una primitiva naturalidad. Se puede volar sobre la cabeza de los espectadores y despertar emociones de una belleza tan atípica como provocadora. Especie de okupas en eso de transformar los espacios vacíos y romper las reglas, De la Guarda devuelve a Buenos Aires el sentimiento festivo de Villa Villa, después de haberlo llevado a Nueva York, Londres y Las Vegas, entre otras ciudades, alcanzando una consagración internacional inédita en público y crítica. Más de un millón de personas, entre ellos Madonna, Leonardo Di Caprio, Mick Jagger o Michael Jackson, participaron del estallido que generan en escena. La revista londinense Time Out calificó a la agrupación dirigida por Pichón Baldinú y Diqui James como “el mejor teatro del mundo”, un elogio que intentarán justificar a partir de hoy (a las 21) cuando repongan Villa Villa, su obra más emblemática, en el Centro Cultural Recoleta, el mismo lugar donde la estrenaron el 1º de setiembre de 1995 y donde vienen haciendo funciones de preestreno desde la semana pasada.
Atrás quedó la carpa del debut, que soportó los avatares climáticos y adrenalínicos del uso. Con el regreso del grupo, Buenos Aires ganó una nueva sala .-con capacidad para 600 personas–, construida conjuntamente entre De la Guarda y la Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad. “Elegimos vivir en Argentina, aunque nos convendría estar en Estados Unidos o Europa, como los jugadores de fútbol que hacen carrera en el extranjero. Necesitamos armar quilombo acá porque queremos modificar la realidad de nuestra ciudad”, dice James en la entrevista con Página/12. A fuerza de remar contra la corriente, De la Guarda se propuso jugar de local con Villa Villa y sorprender con un certero cross a la mandíbula de los espectadores: nuevas escenas, más actores copando el espacio (14 en vez de los 9 de la puesta anterior, surgidos de un casting en el que se presentaron más de 1.100 personas) y un espíritu de pogo explosivo, originado por la música de Gaby Kerpel, que recupera el sentido del teatro como fiesta popular callejera y “bien al palo”, como suelen profesar.
El fenómeno que está generando De la Guarda crece al ritmo de una idea tan elemental como salvaje: “Llevar el cuerpo al límite de la euforia”, algo que en la poética del descontrol de Villa Villa es más una concepción estética que una provocación. “El público argentino es un ser hambriento, te absorbe cada gramo de energía porque lo necesita”, explica James. “Los argentinos somos viscerales. El rock tuvo en algún momento ese sentimiento de que todos estaban compartiendo una fiesta. Con nuestra propuesta el espectador siente que forma parte de una celebración”.
–¿Qué aspectos de “Villa Villa” cambiaron?
–Aprendimos cómo transmitir la obra para que la hiciera otra gente. Fue un crecimiento paulatino. Como la creamos actuando, sabemos qué pedir y eso nos facilitó la dirección. Después de hacerla tantos años y viéndola desde afuera, creo que decantó y quedó la esencia, lo que realmente funciona. El lenguaje se fue profundizando y a la vez universalizando. Perdió todo el amaneramiento, lo que hacíamos de vicio.
–¿Consiguieron sacarse de encima la etiqueta “under”?
–Para el público que nos veía y los críticos representábamos un riesgo. Ahora De la Guarda es algo seguro, la gente sabe que la va a pasar bien. Una de las cuestiones que le dan fuerza al arte y a la cultura es cuando el público sale a buscar. Esto pasaba en los ‘80, la gente salía a buscar lo que no estaba en los medios. Eso generó todo un movimiento muy rico.
–¿Se vive ahora un momento similar?
–No. La gente tiene necesidad de encontrar lo nuevo en el teatro, pero no está saliendo a buscar. Si alguien se anima a hacer una encuesta en lacalle, seguramente el resultado arrojaría que “el teatro es aburrido para el 90 por ciento de las personas que viven en este país”. El teatro está casi muerto, al borde del colapso. Me parece que no hay un lugar que convoque a la gente. Estamos medio perdidos, no sabemos a dónde ir a ver algo nuevo. Falta la infraestructura para que el teatro crezca. Hay que generar espacios para que la gente que tenga ideas nuevas las pueda hacer. Sin espacios las ideas nuevas no se hacen. Ahora que nuestra sala empieza a funcionar pueden aparecer artistas que se atrevan.
–¿Por qué el teatro está casi muerto?
–Me pega mucho cuando veo obras realizadas por jóvenes que repiten automáticamente la metodología que le enseñaron en la escuela de teatro. Cuando fui a mi primera clase del Conservatorio Nacional en el 84, la profesora me dijo: “el teatro es la convención que existe entre el espectador y el actor de que esto que es mentira es real”. El espectador ya no cree más en ese pacto, nadie te cree nada que no sea verdad.
–¿Cómo hacen para mantener la mística grupal cuando hay tantas expectativas puestas en ustedes?
–Es muy fuerte. Nos criamos yendo al choque, sabiendo que lo nuestro valía, pero sin ninguna expectativa. La primera vez que viajamos a Londres, llegamos de abajo a golpear y justo sale la tapa de Time Out que dice que somos, quizás, “el mejor teatro del mundo”. Nos dieron vuelta la tortilla en un segundo porque venían a vernos los críticos, la “cream” londinense. Fue fuerte el shock pero salimos ilesos. La expectativa genera más vértigo que salir al choque porque crecimos peleando y jugar de favoritos te cambia todo.

 

Un maratón, en sala propia

El reestreno de Villa Villa, seis años después de su debut, se concretará hoy a las 21 en el Centro Cultural Recoleta, luego de una serie de funciones para prensa en invitados, que se extendieron hasta el martes. Con sala propia, construida especialmente para espectáculos teatrales no convencionales, el regreso de De la Guarda promete prolongarse hasta el verano. En principio, las funciones serán todos los miércoles (21 hs.), jueves (21), viernes (21 y 23), sábados (20.30 y 23) y domingos (18.30 y 21). Las localidades están a la venta en Dexter Shops, Tower Records, Teatro Sky Opera y en el Centro Cultural Recoleta, o llamando a Ticketmaster, al 4321-9700. La sala nueva será donada al Centro Cultural, una vez terminada la temporada.

 

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