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JORGE GESTOSO CUENTA “LA DOBLE DESAPARECIDA”, UN DOCUMENTAL DE LA CNN
“Esta es una foto sin retocar de la realidad”

El especial que se verá hoy reconstruye el caso de una mujer que desapareció dos veces, en Argentina y Uruguay. Fidel Castro, Jimmy Carter y Horacio Verbitsky son algunos de los entrevistados.

Gestoso encabezó, junto a Darío Klein, un trabajo de investigación que demandó más de un año.

Por Oscar Ranzani

La desaparición de personas es un capítulo en la historia argentina que no cicatriza. Treinta mil seres humanos fueron eliminados a través del terrorismo de Estado entre 1976 y 1983. Uno de esos casos fue investigado por Jorge Gestoso, periodista de CNN en Español que lo tomó como paradigma: la producción que se emitirá hoy a las 22 reconstruye el caso de La doble desaparecida. Es decir, la historia de una mujer que desapareció en Argentina, donde fue detenida, torturada y arrojada al Río de la Plata, y luego en Uruguay, donde su cuerpo fue hallado por pescadores y volvió a desaparecer. Con 40 testimonios en 7 países, incluye entrevistas a Fidel Castro, Jimmy Carter y Horacio Verbitsky, entre otros. La investigación culminó exitosamente, ya que ubicó el paradero de la desaparecida y puso a su familia al tanto de lo ocurrido. “La idea surgió cuando hacíamos un programa sobre la guerra fría en América. Quisimos contar la historia de los desaparecidos. Hicimos contactos y elegimos este caso”, señala el uruguayo Gestoso en una entrevista desde Atlanta, Estados Unidos, con Página/12.
–¿Por qué este caso?
–Encontramos en Europa a un marino uruguayo desertor de la Prefectura y fuimos a verlo. El hombre se llevó fotos de cuerpos que habían aparecido en el río. Una era de una mujer que, a diferencia de otros cuerpos, estaba en perfecto estado. El marino nos contó que la foto de esa mujer le había impactado porque la veía muy parecida a la hermana de un amigo que había desaparecido en la Argentina. Comenzamos a preguntarnos quién era, dónde estaría, qué hacía, dónde trabajaba, qué pensaba.
–¿La persona era la que él sospechaba?
–El sabía qué había pasado con la persona en Uruguay. Sabía que, desde que recogieron el cuerpo, se lo habían entregado a un juez pero no sabía qué había pasado después. Con la investigación pudimos juntar las dos partes del cuento. En Uruguay se sabía oficialmente que había terminado en un cementerio. La Prefectura pudo tomarle las huellas digitales y, por una Convención entre países, cuando un cuerpo aparece flotando en aguas comunes, Interpol debe mandar las huellas a las dos naciones. La policía uruguaya envió las huellas a su par argentina y ésta identificó a la mujer. En Argentina se sabía quién era esa desaparecida pero no dónde estaba, y en Uruguay se sabía dónde estaba pero no quién era. Unimos los datos y, al cabo de más de un año de investigación, pudimos saber quién era. La historia del programa es el camino de la mujer.
–¿En Uruguay no se investigó?
–No, aunque la mujer presentaba claros signos de tortura. Los pescadores que la rescataron señalan que “a esta mujer la mataron”, era claro. La Justicia uruguaya simplemente ordenó que la sepultaran como NN.
–También había dictadura...
–Claro. El programa muestra la complicidad que había a través del Plan Cóndor. A medida que descubrimos cosas, esa persona podía representar un desaparecido típico. Es como el hilo de una película, porque pasamos de lo particular a lo general. Explicamos el contexto, por qué pasaba, cuál era la lucha y la ideología, qué pensaba cada parte, qué intereses había. Si un marciano lo viese tendría un panorama de lo que fue este capítulo en América latina.
–¿Qué obstáculos encontró?
–La colaboración a cuentagotas o nula de los militares. La gran pregunta es dónde están los desaparecidos. Los únicos que pueden contestar son responsables como Pinochet o Videla, que no hablan. Henry Kissinger tampoco. El era asesor de Seguridad Nacional de Nixon, podía saber detalles de la Operación Cóndor. Ford (que siguió a Nixon) tampoco quiso hablar. Sí pudimos hablar con Jimmy Carter, que siguió a Ford.
–El trabajo permitió dar con la familia y enterarla de lo ocurrido. ¿Cómo vivió ese momento?
–Es un tema donde hay que manejar la información con sutileza, con enorme respeto por el dolor. Los datos eran desagradables, una descripción detallada de la violencia sufrida por esta mujer, cosas que la familia no sabía. Tenía un caso muy delicado donde debía respetar el espacio, la sensibilidad y la confidencialidad de la información con la familia. Cuando hice el primer contacto les comenté que tenía información, pero que estaba dispuesto a dársela en la medida en que quisieran conocerla.
–¿Cómo se refleja el contexto histórico de los ‘70?
–Con bastante detalle. El documental es una historia conmovedora e ilustrativa. La gente que entrevisté me dio una lección de historia que me permitió entender qué pasaba por la cabeza de un lado y del otro.
–¿Qué visión del desaparecido traza el documental?
–Para decirlo de una manera gráfica, diría que muestra que la percepción que había en esa época era que había una amenaza roja, que el comunismo se estaba exportando. Entonces se clasificó toda una categoría que se llamaba “subversivos”, que era muy amplia. Dentro de los subversivos caían los que realmente peleaban con armas contra los gobiernos, los guerrilleros, pero también sindicalistas, profesores y maestros. Una de las personas que declara dice “con ideas disidentes”. Caían personas que hacían trabajos sociales en villas de emergencias. Esa es la visión del desaparecido: desaparecieron las personas que el Estado veía como una amenaza real, pero también gente que no era una amenaza armada.
–¿Considera que este trabajo colabora con la necesidad de recuperar la memoria sobre el tema?
–El marino uruguayo que desertó de la Prefectura vive en Amsterdam, a dos cuadras de un monumento al Holocausto judío, y nos llevó a verlo. El compara el pueblo judío con el latinoamericano y dice que el pueblo judío se encargó de mantener la memoria de lo que pasó. Los chinos, aunque no tienen nada que ver culturalmente, siempre van a saber que existió un Holocausto, al igual que los árabes, los europeos. El sostiene que los latinoamericanos no hicimos nada de eso. El programa le saca una foto a donde está el problema 25 años después. Lo que demuestra es que para los familiares de los desaparecidos que siguen en pena, con un dolor desgarrador porque no encuentran los restos, ellos siguen tan vivos como el primer día. Esta fotografía que sacamos al salir a la calle y buscar información, no sé cómo la puede leer el público. Hicimos un trabajo histórico, pero el único propósito es hacer periodismo. Sacamos una foto de la realidad y no la retocamos.
–Pero hay un mensaje general, por encima del caso que muestra...
–Absolutamente. Quedan claros los excesos que se cometieron en todo sentido. Se ven desde los abusos que se cometieron con la gente que se secuestraba, pero también cómo la guerrilla trataba a sus secuestrados. La cancha no estaba flechada en una sola dirección, la moneda tiene dos caras. La filosofía de nuestra compañía es mostrar esas caras, dejar que el público saque conclusiones.
–¿Cómo está presentado el tema de la lucha armada?
–Queda claro en la conversación con Castro, que señala que “creíamos que la revolución en América latina era posible. No sólo creíamos, estábamos convencidos de que era posible”. Los grupos guerrilleros más importantes tuvieron apoyo directo de Cuba. No hablo de Montoneros, porque es un tema en el que está metido el peronismo, complicado. Pero muchos miembros de otras guerrillas se entrenaban en Cuba.

 

Entendiendo la lógica de los asesinos

–¿Qué parte del programa le parece especialmente lograda ideológicamente?
–A mí me parece muy importante un testimonio que ayuda a entender la lógica del terrorismo de Estado. El ex fiscal Luis Moreno Ocampo dice: “Esto no fue obra de hombres salvajes. Esto fue un plan sistemático llevado adelante por un Estado”. Y recalca que “esos asesinos en serie que uno ve por la televisión o en el cine son nada al lado de lo que hicieron los militares que practicaron este mecanismo. Acá no se levantó un loco bravo que haya dicho ‘vamos a hacer desaparecer gente’”. Una cosa interesante de ese testimonio es cuando explica cómo pensaban los militares. Me parece muy esclarecedor para una persona que no conoce este tema. Señala que los militares se dieron cuenta de que tenían que exterminar a este grupo de gente y, para exterminarla, no podían permitir que pasaran a la Justicia. Había que dar un golpe para tener el control total y cuando se tiene el control total, para romper los pactos de silencio, había que torturarlos hasta el punto de obtener la información. Pero pensaban que no los podían mantener presos porque aun presos, creían, seguían organizándose. De acuerdo al testimonio de Ocampo, el pensamiento de los militares se completaba así: “En el año ‘73 liberamos a todos los presos, y siguieron. Lo que hay que hacer es matarlos. Pero como tenemos que matar a más de diez mil, no podemos hacer lo que hizo Pinochet que empezó a matarlos con fusilamientos públicos y, de alguna forma, la opinión internacional se le dio vuelta. Los tenemos que matar en secreto”. Ocampo señala que ése fue el plan y la lógica y a mí ese momento del programa me parece fantástico por cómo te ayuda a entender por qué hicieron lo que hicieron. Ellos tenían un objetivo, había que liquidar esta categoría, como dice Horacio Verbitsky, la categoría que calificaban de subversivos. No sólo había que exterminarla sino que había que desaparecerla para no rendir cuentas a nadie.

 

Scilingo, el arrepentido

–Uno de los entrevistados es Adolfo Scilingo, militar que participó en los vuelos de la muerte. ¿Por qué eligió su testimonio?
–Porque Scilingo es el único militar de todos los que intervinieron en una etapa aberrante que admitió públicamente que existían los vuelos y, además, explicó cómo funcionaban. Además de eso, sostuvo que había participado en dos vuelos.
–En el caso que usted investigó, ¿participó Scilingo?
–No, Scilingo participó en vuelos posteriores. El golpe de Estado en Argentina fue el 24 de marzo de 1976 y la mujer cuya historia contamos apareció flotando en las aguas del Río de la Plata veinte días después.

 

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