Nunca hubo demasiada vuelta
de hoja, pero ayer el presidente George W. Bush lo dijo con todas las
letras: Estados Unidos se retirará del tratado de misiles antibalísticos
ABM firmado en 1972 con Rusia, marcando un nuevo hito de afirmación
unilateralista para una administración que ha abjurado del protocolo
de Kyoto sobre medio ambiente, el acuerdo contra pruebas nucleares y los
compromisos con Europa sobre Yugoslavia, entre otros compromisos internacionales.
Pero este nuevo anuncio supone un alteración estratégica
radical del equilibrio mundial, porque el tratado ABM ha sido en estas
tres décadas la piedra angular del sistema global de control de
armamentos, y su abrogación desencadenará casi seguramente
una nueva carrera armamentista.
En una de sus declaraciones más explícitas sobre el tema,
Bush dijo a los reporteros que el acuerdo, suscrito hace unos 30 años,
entorpece la capacidad de Estados Unidos de salvaguardar la paz al prohibir
el despliegue de un escudo de defensa antimisiles, y agregó que
había dejado esa situación en claro al presidente de Rusia,
Vladimir Putin. Vamos a retirarnos del tratado ABM según
nuestro calendario, dijo Bush, para agregar algo inconsecuentemente
que no tengo un calendario específico en mente. No
obstante, funcionarios gubernamentales han dicho que deben tomarse decisiones
cruciales antes de que Bush y Putin se reúnan en noviembre en el
rancho del primero en Crawford, en el estado norteamericano de Texas.
El tratado ABM requiere que cualquiera de las partes notifique con seis
meses de adelanto su intención de abandonarlo.
El subsecretario de Estado John Bolton concluyó esta semana conversaciones
sobre armas en Moscú, en uno de varios encuentros bilaterales recientes
sobre el tema. Estados Unidos, dijo luego, desea trabajar junto con Rusia,
o bien para encontrar una manera de retirarnos mutuamente del tratado
o, de alguna forma, avanzar juntos más allá de las limitaciones
que el tratado ABM impone sobre nuestro esfuerzo de desarrollo (de un
escudo antimisiles). Pero Bolton dijo también que una retirada
unilateral estadounidense del tratado ABM ya está en el mercado
y predijo que no perjudicaría las relaciones con Moscú.
Ayer Bush dijo a reporteros, en la escuela primaria de Crawford, aledaña
a su rancho de Texas donde pasa sus vacaciones de verano, que Putin está
al tanto de la posición estadounidense. He dejado en claro
que yo creo que el tratado entorpece nuestra capacidad de salvaguardar
la paz, dijo. Sé que el señor Putin está
al tanto de nuestro deseo de avanzar más allá del tratado
ABM y así lo haremos. En julio, al margen de la cumbre anual
del Grupo de los Ocho en Génova, Italia, Bush y Putin acordaron
vincular el tema de defensa antimisiles con los de recortes en sus respectivos
arsenales nucleares y ordenaron a sus funcionarios acelerar las conversaciones
sobre una nueva relación de seguridad.
Washington dice que necesita un escudo antimisiles para defenderse de
posibles ataques accidentales con esas armas o de otros que pudiesen lanzar
lo que llama Estados paria, como Irak, Irán, Libia
y Corea del Norte. Pero en realidad, la prioridad entregada por la administración
al escudo antimisiles subraya una clara voluntad hegemonista, ya que ese
escudo promete dejarle las manos libres para atacar a cualquiera en
especial a Rusia y China sin temer una represalia devastadora. Una
vez que la nueva realidad se consolide, se estaría bajo una especie
de dictadura nuclear unipolar de Estados Unidos.
Y más allá de las frases diplomáticas, los militares
rusos han dejado claro que sus contramedidas para reaccionar al escudo
consistirán en aumentar su arsenal de misiles. Esto es porque la
eficacia del escudo disminuye según la cantidad de misiles que
tenga que neutralizar.
BRASIL
LE DARIA UNA BASE ESPACIAL A EE.UU.
Se alquila cen.esp.nuev.s/e
El gobierno brasileño
tiene una idea original: alquilarle a Estados Unidos una base
militar en la localidad de Alcántara, cercana al Ecuador y de gran
importancia estratégica, para que se desarrolle allí un
centro espacial, dedicado en principio al lanzamiento de satélites.
Claro que este convenio tiene algunas cláusulas extrañas
por tratarse de un alquiler: el locatario, Estados Unidos, pone la tecnología
y condiciona al dueño, Brasil, a que la futura base espacial no
sea utilizada por países como Cuba o Libia. Como si todo esto fuera
poco, cuadra muy bien con el escudo antimisiles que planea instalar Estados
Unidos (ver nota principal), y que de hecho originó el rumor de
que en el sur de nuestro país se instalaría otra base a
cambio de ayuda económica. La mayoría de los legisladores
brasileños, incluidos algunos oficialistas, rechazan el proyecto
por tratarse de un atropello a la soberanía nacional.
Este no es un acuerdo por el cual Brasil se vende a los intereses
norteamericanos, aseguró el canciller Celso Lafer, en compañía
del ministro de Ciencia y Tecnología, Ronaldo Sardemberg. Lafer
y Sardemberg comparecieron ayer ante la Comisión de Relaciones
Exteriores de la Cámara de Diputados brasileña y no encontraron
más que oposición al proyecto. De la forma en que
está el acuerdo, no será aprobado, admitió
el presidente de la comisión, Helio Costa, miembro de la coalición
de gobierno. Tal como están las cosas, diplomáticos estadounidenses
consideraron que el gobierno brasileño podría verse obligado
a retirar el acuerdo del Parlamento para evitar una derrota vergonzosa.
La base de Alcántara tiene una ubicación ideal para el lanzamiento
de satélites espaciales, y de hecho las agencias espaciales de
Italia, Rusia y Ucrania ya manifestaron su interés en trabajar
allí. Pero el gobierno brasileño arregló con Estados
Unidos. El problema es que en el convenio es Estados Unidos quien pone
las condiciones. Además de la prohibición de uso para Cuba
y Libia y de la utilización de tecnología norteamericana
para la instalación de la base, este convenio impide la presencia
de poblaciones en la cercanía de la base, lo que obligaría
a desplazar a una tribu indígena y una comunidad de descendientes
de esclavos rebeldes, radicados en la región desde hace más
de 200 años.
Lafer defendió la participación norteamericana en el proyecto
ya que es el único modo en que el centro espacial sea viable
desde el punto de vista comercial. Sardemberg agregó que
Estados Unidos hace las mismas exigencias a todos los países con
los cuales firma acuerdos espaciales como parte de su política
para evitar la proliferación de armamentos. ¿Proliferación?
El mayor proliferador del mundo es Estados Unidos, retrucó
el diputado Neiva Moreira, del opositor Partido Democrático Laborista.
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