Por Patricia Chaina
Un adolescente decide alterar
el circuito eléctrico de un centro de esquí sólo
para batir el record mundial de horas atrapados en una aerosilla.
La anécdota sirve para retratar una edad en la que el juego de
la vida comienza a tener límites, y el mayor desafío es
romperlos. Aunque el romanticismo de los primeros besos venga teñido
de crueldad, y la fantasía del final feliz quede en las estanterías
de los libros de cuentos. Ese es el mundo que retrata Ginger, la nueva
tira de la señal Nickelodeon (lunes y miércoles a las 19.30)
pensada para deleitar al público que se aburre de los cuentos infantiles.
Ginger Foutley luce el pelo de color zanahoria y una linda sonrisa. Tiene
doce años, cursa sexto grado y tiene dos amigas: Macie y Doddie.
Está dejando la niñez para entrar en la adolescencia. Su
mundo está cambiando de color. Por eso, la serie animada que la
tiene como protagonista desarrolla en cada episodio típicas situaciones
de adolescentes, con una resolución realista e inteligente para
cada conflicto. Así, el programa se distingue del promedio que
los dibujos animados manejan para ese segmento, esquivo y codiciado al
mismo tiempo por cualquier especialista en marketing. Este quizá
sea de los mayores logros de la serie creada por Emily Kapnek, a partir
de un concurso convocado por los creadores de Rugrats y Rocket Power,
la dupla KlaskyCsupo.
Ginger llega a la pantalla de Nickelodeon completando una propuesta sobre
la que hacen agua la mayoría de los canales dedicados al público
infantil: programación para preadolescentes quienes al entrar a
la secundaria, comienzan a ver cómo la niñez se aleja de
sus vidas. Ya no los satisfacen las propuestas naïve, ni las fantasías
animadas que estimulan la imaginación de los niños en edad
escolar. En la resolución de sus conflictos cotidianos, más
cercanos a la responsabilidad del adulto pero todavía impregnados
por la fantasía del mundo infantil, cristalizan actitudes, deseos,
logros y frustraciones que definirán su personalidad.
Esta es la piedra sobre la que la serie se construye como una propuesta
atractiva y consistente. La misma que sostiene otros dos programas con
los que Nickelodeon llega al publico adolescente: Making the band, con
cinco actores de entre 15 y 17 años cuya banda está coordinada
por el director artístico de los Backstreet Boys en la vida real.
Ya en el terreno de la animación, Rocket Power presenta a Otto
otro adolescente típico, experto en deportes extremos.
Ginger se sostiene en la sensibilidad de la protagonista. Estos
niños de 12 años dice Kapnek, su autora cometen
errores, tienen inseguridades, pero son completamente adorables. Aunque
son dibujos animados, representan a humanos reales que enfrentan situaciones
de niños reales. En sus primeros capítulos, Ginger,
la mayor de dos hermanos, todos hijos de una enfermera de clase media,
es presentada como una niña aplicada e ingeniosa, aunque ingenua,
capaz de planificar el robo de un cartel de un banco para hacerle un buen
regalo a la niña rica de su colegio. Incentivada claro por la más
mala y envidiosa de sus compañeras, Mariana, cuyo padre es policía.
Pero Ginger no termina presa. El castigo que recibe es el mismo que la
mayoría de las madres impondría a sus hijas en estas época:
cero salidas, juegos, computadora, TV y teléfono.
Como las historias secundarias van de la mano de los hermanos varones,
que se la pasan inventado aparatos para espiar a sus hermanas o fabricando
situaciones en las que puedan demostrar sus aptitudes, cada episodio cuenta
con un remate por demás digno. Cuando Courtney apuesta con Miranda
que durante un viaje de esquí ella logrará que un estudiante
francés se bese con Ginger, ni sueña con la irrupción
de otros dos congéneres entre ellos, uno de sus hermanos
dispuestos a modificar el circuito eléctrico que provee energía
para el desplazamiento de las aerosillas.
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