Por Silvina Szperling
Pour épater les bourgeois.
La frase se aplica perfectamente a Mamman, la sólida composición
coreográfica del francés Jean-Claude Gallotta, estrenada
por el Ballet del Teatro San Martín. Recibida con gran aceptación
por la mayoría del público asistente, la obra despertó
algunos impacientes repiqueteos de dedos sobre la falda en gente acostumbrada
a obras de ballet más acartonadas y menos revulsivas que Mamman.
Y es que Gallotta, apodado El Loco en sus años mozos época,
justamente, en que compuso ésta, su primera obra de repercusión
internacional (1985/88), combina un espíritu muy libre, una
total falta de prejuicios y preocupación por el qué dirán,
con una escritura coreográfica que extrema la simpleza en la propuesta
y en la forma de construir, de narrar.
Partícipe protagónico en los años 80 de la
nueva ola de la danza francesa (la nouvelle danse), Gallotta ha desarrollado
una trayectoria artística que le ha permitido acceder a mecanismos
de poder como la dirección de la Maison de la Culture de Grenoble
(su ciudad natal) o la conversión de su compañía
independiente Emile Dubois en uno de los Centros Nacionales Coreográficos
franceses, sin ceder un ápice en su estilo, temática y apertura
a lenguajes afines a la danza como el cine o la literatura. Por el contrario,
Gallotta tomó posesión del teatro que le fue asignado (convirtiéndose
en el primer coreógrafo francés director de un teatro),
que pasó a llamarse a partir de ese momento Le Cargo. A la
gauche de la gauche, como se definió en su charla con Página/12,
Gallotta no dudó nunca en acometer temas tales como las relaciones
entre los sexos, la violencia o los conflictos sociales en su trabajo.
Su actitud de desparpajado humor se pone en evidencia en Mamman.
Originalmente compuesta para 8 intérpretes, esta adaptación
para los 22 bailarines de la compañía del San Martín
logra superar los escollos de incorporación de lenguaje y velocidad
en el montaje propios de una reposición como la acometida por el
conjunto que dirige Mauricio Wainrot. Uno de los puntos de apoyo fuertes
a los que Gallotta apela en esta ocasión, es a la utilización
en roles clave de ciertos bailarines históricos del Ballet Contemporáneo,
como Miguel Angel Elías, Laura Cucchetti y Elizabeth Rodríguez.
Ellos cargan en sus cuerpos ciertos tics de los 80, vibran con la combinación
de música electrónica y ambient tan cara a la época,
y logran contagiar a todo el cuerpo de baile el espíritu de juego
que la pieza pide.
Partiendo de una investigación sobre la niñez y el crecimiento,
el coreógrafo trabaja sobre las ideas de paso del tiempo (aplicándola
al movimiento), la evolución en las relaciones interpersonales
y el espíritu de grupo. Es a tal grado transparente su método
de construcción coreográfica, tan musical su entrada y salida
al ritmo de la banda sonora, tan íntimos sus dúos y tan
expansivas sus escenas grupales, que los espectadores van entrando poco
a poco en empatía con los bailarines y, sobre el saludo de la compañía,
no hay ya quien no suelte el mismo grito de alegría que durante
la obra se ha convertido en una característica recurrente.
Un poco al modo de aquellas películas musicales nacionales en las
que el público comienza a mover el piecito al compás de
la música sin advertirlo, algunos se irán de la sala recordando
al personaje que repite mi cabeza, mi cabeza, otros, pensando
en el dúo de varones o el demujeres que juegan con la amistad homosexual
adolescente y cómo las riñas infantiles dejan paso a otro
tipo de acercamiento. Unos más, en la maravillosa secuencia en
la que un ostinato generado por una parte del grupo sirve de base a la
evolución espacial de varias parejas, cada una en su particular
forma de cortejo. Casi todos, en esos enormes despliegues energéticos
que la compañía completa describe a todo lo ancho y lo profundo
del escenario de la Coronado. A los de entre veintipico y cincuenta, Gallotta
seguro les cantó una canción conocida.
El
cantautor alternativo
El cantautor santiagueño
Raly Barrionuevo presentará mañana en La Trastienda su segundo
disco, Circo criollo. El músico es uno de los máximos referentes
del folklore alternativo, ajeno a la movida romántica de Los Nocheros
y al criollismo conservador de Soledad. Raly mezcla en su música
sonidos urbanos con la chacarera, y lo hace desde un perfil muy personal,
dándole valor a las letras. El músico, de 27 años,
fue premiado en el último Festival de Viña del Mar, en Chile.
El tema Ayer te vi, de Víctor Heredia (uno de sus padrinos
artísticos, y editor de Circo criollo en su flamante sello discográfico)
obtuvo con su interpretación la distinción Gaviota de Plata
a la Mejor Canción. Barrionuevo se dio a conocer hace seis años
en el Festival de Cosquín, pero no en la solemne plaza Próspero
Molina, sino en los márgenes del encuentro, en las peñas
jóvenes. Junto con artistas afines artísticamente, como
el Dúo Coplanacu, Gustavo Patiño e Ica Novo, entre otros,
produjeron por entonces un modo alternativo de acercarse al folklore joven,
lo que derivó en el otro boom del género. Luego
firmó contrato con el sello BMG, sello que le sugirió, sin
resultado, orientar su estilo hacia un target más comercial. En
La Trastienda, Raly interpretará canciones de sus dos discos, más
algunos temas inéditos.
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