¿CAVALLO ESTÁ PINTADO?
Cavallo hizo todo mal. Este discurso unifica hoy a todos los economistas
liberales, pro establishment, a excepción de los economistas
liberales, pro establishment que integran el equipo de Cavallo,
y que si estuvieran fuera de éste también dirían
que Cavallo hizo todo mal. Pero aquéllos y éstos encontraron
una consigna común por la cual dar la vida: el Déficit
Cero. Es decir, el ajuste fiscal llevado abruptamente al extremo,
como presunta llave para resolver la pavorosa crisis argentina.
Esa consigna está inscripta en una causa más amplia:
la defensa de los derechos de propiedad. Al menos de algunos. Los
derechos de los tenedores de bonos (y, por tanto, ¡no a la
cesación de pagos!). Los derechos de los tenedores de pesos
(y, por tanto, ¡no a la devaluación!). Los derechos
de los tenedores de plazos fijos (y, por tanto, ¡no al pisado
de depósitos! ¿Preferirán por ende que se caigan
los bancos? Seguramente no. Allora?). Como no puede defenderse todo,
quedan fuera de la protección el derecho al trabajo, o a
la certeza del sueldo o la jubilación que se cobrará
a fin de mes.
Ahora, de pronto, De la Rúa es Menem y Cavallo es Machinea.
Yendo por partes, el Presidente definió al Déficit
Cero como el gran objetivo de su gestión, a alcanzar a cualquier
costo. Coherentemente, Mario Vicens, quien fue secretario de Hacienda
en el primer equipo económico de este gobierno, reclamó
el jueves más liderazgo y menos consenso, lo
cual puede interpretarse como un pedido de mano dura. Y hasta Raúl
Alfonsín (con quien Vicens fue director del Banco Central),
al proponer el restablecimiento del servicio militar obligatorio,
pareció sintonizar la misma onda.
En sus años de esplendor, Menem aplicaba un principio eficaz:
cuanto peor, mejor. Eran las políticas más duras las
que le granjeaban mayor apoyo. Además, y eso duró
toda su presidencia, del riojano se sabía qué esperar.
Su adhesión al liberalismo económico no admitía
desvíos. De la Rúa, en cambio, fue incierto: ¿estaba
con Machinea o con De Santibañes, con las multinacionales
o con las pyme? Después de cambiar a Machinea por López
Murphy, sustituyó a éste por un heterodoxo Cavallo.
Pero ahora, ya al borde del barranco, se dejó de ambigüedades.
Rodeado de una carpa chica de gurkas del ajuste (el único
no converso de los cuales es Rodríguez Giavarini), pretende
situarse más allá de la política.
Cavallo, mientras tanto, ha terminado pareciéndose a Machinea:
a partir del 10 de julio, cuando anunció el Déficit
Cero, aplica una política para la cual no es creíble.
Sencillamente porque hasta ese momento intentó caminos bien
diferentes. Pero toda su magia sólo obtuvo que el riesgo
país brincara de 800 a 1600 puntos. Finalmente, con el agua
al cuello, la Argentina consiguió un nuevo paquete del Fondo
Monetario. Pero fue Marx y no Cavallo quien se lo trajo de Washington
bajo el sobaco, con lo cual la imagen del cordobés, habituado
al protagonismo y al culto de su personalidad por su feligresía,
quedó desdibujada.
La realidad dice que De la Rúa puede hoy desplazarlo sin
costos, como cuando Menem prescindió de él cinco años
atrás, demoliendo el mito de la cavallodependencia. Según
apostó un economista de la ex Alianza, si hoy Cavallo
fuera remplazado por Marx, el precio de los bonos subiría.
Pero esto no significa que De la Rúa vaya a deshacerse ya
mismo del mediterráneo. Quizá prefiera conservarlo
hasta después de las elecciones, o esperar el momento en
que pueda despedirlo con alguna buena excusa, como no haber logrado
la reactivación tras el reciente paquete, o alguna escaramuza
que provoque Cavallo mismo con su intemperancia. En cualquier caso,
es difícil que el Presidente, si de verdad cree que la Argentina
va a despegar en el 2002, permita que el actual ministro capitalice
ese milagro.
Por de pronto, a Cavallo le esperan durísimas lides, como
la del presupuesto para el año próximo, a librar desde
ahora mismo, y la del terrorífico corte del gasto público
que, según los números de Guidotti,Secretario de Hacienda
con Roque Fernández, debe rasurar 2800 millones de pesos
en el cuarto trimestre. Esto partiendo de una situación calamitosa
en el Estado. Aquí la pregunta es qué gana Cavallo
quedándose. Y la única respuesta razonable es que
así conserva la esperanza de recuperar algo del capital político
que dilapidó estos cinco meses. Perdió a sus adeptos
del comienzo, como la Unión Industrial, que se siente de
nuevo traicionada por el mediterráneo, mientras que intereses
concentrados, como los del sistema financiero o las privatizadas,
no derramarían ninguna lágrima por él si partiera,
por más favores que le deben.
Mientras la generalidad de los economistas ortodoxos
se deliran por el ALCA (Fernando Navajas, economista jefe de FIEL
fundación con la cual la Mediterránea acaba
de celebrar un acuerdo de cooperación, como queriendo dar
pruebas de su abandono de la heterodoxia, afirmó que
el ALCA es el único proyecto de largo plazo que puede
tener la Argentina, ¡y Estados Unidos nos lo acaba de ofrecer!),
Cavallo amplió la convertibilidad al euro, lo cual carece
de sentido si el país piensa emblocarse con EE.UU. Por eso,
desde el núcleo duro del liberalismo no se le exige sólo
el Déficit Cero, sino también la abolición
de la cesta de monedas y del factor de empalme.
Más allá de que un acuerdo comercial del Mercosur
con Washington podría depararle más perjuicios que
beneficios a la Argentina, es aventurado tomar en serio la oferta
del Tesoro (Paul ONeill), porque a la hora de negociar será
el departamento de Comercio (Bob Zoellick) quien se sienta a la
mesa para decir a todo que no, empezando por la renuncia al antidumping
como arbitraria barrera. Pero, además del deseo de asestarle
una coz a los brasileños, al Tesoro norteamericano le interesó
incluir en el salvataje argentino la invitación a un acuerdo
de comercio para sumarlo al Déficit Cero y a alguna forma
de reducción voluntaria de la deuda como factor de sustentabilidad
de esta vapuleada economía. El convite sugiere que los exportadores
argentinos tendrán a su disposición el colosal mercado
estadounidense, y que por tanto mejorará el pésimo
cociente deuda/exportaciones, hoy en más de 5 a 1. Pero probablemente
sólo se trate de una operación de imagen.
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