Por Michael Ellison
e Ian Traynor
Desde Nueva York y Moscú
El presidente George Bush designó
ayer a un fuerte impulsor de su controvertido plan de un escudo antimisiles
para el cargo militar más alto de Estados Unidos, mientras Washington
hacía cada vez más claro que se propone deshacerse del principal
obstáculo al proyecto con o sin la ayuda de Moscú. Bush,
subrayando su determinación a avanzar con el esquema del hijo
de la Guerra de las Galaxias, nombró al general de la Fuerza
Aérea Richard Pyers como titular de Estado Mayor Conjunto de las
Fuerzas Armadas, y no era ningún secreto que su apoyo a las defensas
antimisiles favoreció su candidatura. Hemos estado buscando
a alguien que lleve esta posición a los parámetros más
altos de excelencia, alguien que esté dispuesto a pensar diferente
sobre la misión de nuestros militares dijo Bush. La
pregunta fundamental es cómo debemos organizar nuestra defensa
ante las verdaderas amenazas que enfrenta Estados Unidos, no sólo
ahora sino también los años por venir.
La selección del general Myers, que fue piloto de guerra en Vietnam,
pone en posición otra pieza de la estrategia del presidente para
abandonar el tratado de misiles antibalísticos (ABM) de 1972 con
Moscú, que prohíbe la defensa antimisiles. Antes de designar
al general Myers, un saxofonista de 59 años que anda en una motocicleta
Harley-Davidson, Bush había señalado su intención
al declarar: Vamos a retirarnos del tratado ABM según nuestro
cronograma, en el momento que resulte conveniente para Estados Unidos.
Estas declaraciones se produjeron mientras John Bolton, subsecretario
de Estado norteamericano para Control de Armas, terminaba en Moscú
varios días de conversaciones que acabaron en estancamiento. Pese
a tres semanas de discusiones intensas que incluyeron a la asesora de
Seguridad Nacional Condoleezza Rice y al secretario de Defensa Donald
Rumsfeld, así como dos cumbres en los últimos dos meses,
las posiciones rusas y norteamericanas se han endurecido. Bolton admitió
que los rusos no han cambiado demasiado su actitud, que insiste en el
carácter sagrado del tratado, e hizo claro que los norteamericanos
no quieren enmendar o revisar el tratado, sino que los dos países
lo abroguen. Si los rusos se niegan a hacerlo, Estados Unidos se retiraría
unilateralmente del tratado, cumpliendo con el preaviso de seis meses
en lugar de violarlo.
Bolton prolongó su estadía en Moscú para reunirse
con el canciller ruso Igor Ivanov, que ayer volvió de sus vacaciones.
Fuentes bien informadas dijeron que las conversaciones estaban en una
parálisis, y que el presidente Vladimir Putin probablemente tratará
de llevar el asunto al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y
convocar una sesión especial de la Asamblea General sobre desarme.
Aunque tanto Bush como Bolton enfatizaron ayer que no había una
fecha límite para una abrogación por Estados Unidos del
tratado de 1972, la cumbre Bush-Putin estipulada para noviembre en el
rancho presidencial en Texas es vista por lo general como el momento de
decisión.
A comienzos de esta semana, el Pentágono anunció que en
cuestión de días empezaría a despejar la zona de
un polígono de pruebas en Alaska para convertirla en un centro
de comando y control y de silos de misiles. La construcción empezaría
en abril próximo pero no se completaría hasta 2003 o 2004,
según dijo una portavoz. Mi impresión es que en este
momento sólo están tratando de empujar a los rusos en la
dirección que quieren, pero saben que presionar demasiado abre
el peligro de envalentonar a la coalición de países opuestos
al plan opinó Jan Lodal, secretario de Defensa adjunto para
Asuntos Políticos en la administración Clinton. El
presidente claramente quiere que esto se termine, y el tratado innegablemente
está bloqueándoles el camino.
El general Myers, un ex jefe del Comando Espacial de la Fuerza Aérea,
es actualmente vicepresidente del Estado Mayor Conjunto, y ha estadotrabajando
con Donald Rumsfeld en un estudio de cambios en la estrategia militar.
El nombramiento de Myers deberá ser confirmado por el Senado.
* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.
SE
HUNDE EL CONGRESISTA DEL CASO DE LA PASANTE
El alumno tonto de Bill Clinton
Por Michael Ellison
*
Desde
Nueva York
Los padres de la pasante desaparecida
del Capitolio, Chandra Levy, acusaron de mentiroso a su buen amigo,
el congresista Gary Condit, quien ve cómo su intento de salvar
su carrera se convirtió en un tiro por la culata. Levy fue
ultrajada, declaró Billy Martin, abogado de los padres de
la chica de 24 años, a quien no se la ve desde el 30 de abril pasado.
Martin habló casi inmediatamente después de que Condit rompiera
su silencio sobre el asunto en una entrevista televisiva transmitida en
la hora de mayor audiencia, como parte de un plan mediático para
devolverle su golpeada reputación.
Con su cara pálida y su voz quebrándose de tanto en tanto,
el miembro de la comisión de Inteligencia de la Cámara de
Representantes usó los 30 minutos de la entrevista para negarse
a confirmar uno de los pocos hechos conocidos del caso: que tuvo un affaire
con Levy. Estuve casado durante 34 años y sé que no
fui el marido perfecto, y ya hice mi parte de errores, dijo, empleando
unos términos que repetiría cuatro veces en la entrevista.
Pero más allá del respeto por mi familia y de lo que
la familia Levy me ha pedido específicamente, creo que lo mejor
es que no entre en detalles sobre Chandra Levy. Se supo más
tarde que el pedido específico estuvo de hecho basado
en una circular publicada por Martin, en el que él dice que los
padres de Levy no quieren saber nada sobre el tipo de relación
que tenía, sino dónde está su hija.
De todos modos, el abogado de Condit, Abbe Lowell, admitió más
tarde que la policía y el FBI sabían que existía
una relación física entre ambos. Sé que estaban
operando con esta hipótesis. Ellos sabían de la relación.
La policía considera el caso Levy como el de una persona desaparecida
y ya ha señalado que no considera sospechoso a Condit. El representante
demócrata de tendencia derechista le dijo a Connie Chung, en la
entrevista de la cadena ABC, que colaboró todo lo que pudo con
la policía y el FBI en los cuatro interrogatorios que le hicieron.
Pero Terrance Gainer, subjefe de Policía de Washington DC, dijo
que Condit no ha sido tan afable como dice: Nos llevó tres
entrevistas y mucho esfuerzo para llegar adonde llegamos.
Chung le preguntó a Condit sobre si había sido claro cuando
la señora Levy le preguntó si había tenido un affaire
con su hija. Condit respondió que él había contestado
a todas sus preguntas, que no mintió y que si la señora
Levy pensó otra cosa, pido perdón en caso de que no
se me haya comprendido. Pero Martin descartó cualquier equivocación:
Ella fue muy clara. Le preguntó a Condit, ¿tuvo
un affaire con mi hija, y él dijo no. No hay
ningún error. Se trata de una completa mentira, declaró
Martin. Condit está escondiendo algo. Por qué lo está
haciendo, es algo que no sé.
* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
OPINION
Por Claudio Uriarte
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La pelea que se viene
La designación del general Richard Myers al frente del
Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas norteamericanas es
el resultado de una interna que la Fuerza Aérea siempre tuvo
ganada contra la Marina en un enfrentamiento interarmas que la revisión
de la política de Defensa ordenada por Donald Rumsfeld sólo
ha ayudado a polarizar. Esto es así porque la Aeronáutica
será el arma madre de la nueva Fuerza Armada del Espacio
que es integral al plan de defensa antimisiles del jefe del Pentágono,
y porque la Marina es la que más tiene que perder (casi toda
la flota del Pacífico, para empezar) de lo que constituye
la próxima gran batalla de Rumsfeld, que consiste en una
reducción drástica de fuerzas convencionales de modo
de habilitar fondos para la muralla china que se propone construir
contra los misiles en tierra, mar, aire y estratosfera.
En esta batalla, el halcón de los halcones tiene un enemigo
paradójico: la casi totalidad del llamado complejo
militar-industrial en su configuración actual. El motivo
es que la reducción de fuerzas convencionales, incluyendo
el desmantelamiento de muchas bases en el extranjero y de casi toda
la flota de portaaviones, y su reemplazo por fuerzas de reacción
ultrarrápida basadas en unidades más pequeñas,
ágiles y high-tech, ataca directamente el poder y las fuentes
de ingreso de los que se benefician de que los militares sigan operando
como siempre. Esto no sólo incluye a militares sino a industrias
relacionadas y a senadores y representantes cuyos Estados dependen
en partes importantes del gasto militar como se lo vehiculiza hasta
ahora. En sus reuniones con los altos mandos de las cuatro armas
(Ejército, Marina, Marines Infantería de Marina
y Fuerza Aérea), Rumsfeld dejó que el enorme recorte
de impuestos operado por la administración Bush llevara a
los militares a confrontarse con una opción falsa entre modernización
y mantenimiento del nivel de fuerzas. La opción era falsa
porque Rumsfeld ya tenía todo decidido en favor de la primera
variable, lo que a medida que se volvió evidente llevó
esas reuniones a un clima crecientemente tormentoso. En una entrevista
reciente con la revista Time, el hasta ayer omnipotente Rummy
se queja de todo y de todos: de los militares que no lo entienden,
de los congresistas que lo malinterpretan, de los funcionarios que
filtran información y de los periodistas que la publican.
En su tono se advierte una frustración y temores crecientes,
porque el Senado tampoco es el mismo tras la reconquista opositora
de la mayoría.
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