Por Silvina Friera
La crueldad inherente a las
relaciones sentimentales y el desprecio por las mujeres fueron una de
las principales obsesiones del mejor dramaturgo escandinavo, August Strindberg
(18491912). En la tragedia El padre, que escribió en 1887,
reflejó descarnadamente el tormento de un hombre que duda sobre
la paternidad de su hija. La culpable de los infortunios del protagonista
es su propia esposa, una criatura perversa, que para el autor sueco representa
el peor de los infiernos. Mañana a las 15, Film &
Arts estrena la versión que el cineasta Bo Widerberg realizó
especialmente para la televisión sueca en 1988, con sólidas
actuaciones de Thommy Berggren y Ewa Fröling, dos experimentados
actores que trabajaron en varias películas de Ingmar Bergman.
Abrumado por el derrumbe de tres matrimonios y la locura que minaba su
salud, Strindberg descargó su escepticismo por el sexo femenino
en una extensa producción que incluye novelas, cuentos, sátiras,
poesías y más de 70 piezas teatrales. Aunque fue educado
en la escuela realista, su obra recoge todas las tendencias que cierran
el siglo XIX e inauguran el XX. Entre las más importantes de su
etapa naturalista se destacan El padre, La fuerte y La señorita
Julia. La mayoría de sus dramas expresan enfrentamientos psicológicos
irreductibles, que se resuelven de un modo violento. La obra de Strindberg
sedujo a muchos realizadores que adaptaron al cine y la televisión
varias de sus piezas más paradigmáticas: la primera versión
fílmica de La señorita Julia fue realizada por el director
sueco Alf Sjöberg en 1951. La última, hace 3 años,
por Mike Figgs. Widerberg, uno de los cineastas suecos más importantes
después de Bergman, ganador de un Oso de Plata en el Festival de
Berlín por La belleza de las cosas, recrea con sutileza la atmósfera
del living de la casa de campo, en las afueras de Estocolmo, donde transcurren
los tres actos de El padre.
La disputa inicial entre el Capitán y Laura por la educación
de su hija Berta desnuda un entramado psicológico convulsivo, signado
por la fatalidad: la devastación mental de un hombre y el triunfo
de la mujer en el dominio de la situación familiar. El guión
de Widerberg (19301997) se sumerge en las desventuras de la víctima,
ese esposo que al principio asegura que dentro del matrimonio no
hay dudas respecto de la paternidad. Paulatinamente, agobiado por
las intrigas de Laura, el capitán va transitando por el camino
de la incertidumbre y la desarticulación de los cimientos de esa
aparente familia ideal que creyó construir. ¿Cómo
sabes si siempre te fui fiel?, dispara Laura ante la estupefacta
mirada de su marido. Strindberg justificó su misoginia con una
frase punzante que pone en boca del Capitán, una suerte de alter
ego del escritor: La mujer tiene una instintiva inclinación
por la mentira.
A pesar de que el teatro es esencialmente un arte vivo complejo de emular
a través del lenguaje cinematográfico y televisivo, la versión
de El padre se sostiene gracias a un riguroso trabajo actoral y una puesta
que refleja el nihilismo y las desdichas que atormentaron al autor de
Acreedores y Espectros. La cámara de Widerberg desenmascara los
conflictos subyacentes en ese espacio familiar sombrío que se resquebraja
inevitablemente en cada acción. Con El padre, Strindberg canalizó
su propio desprecio y temor hacia la mujer, ese ser inferior y sin escrúpulos,
que gana la batalla por la supremacía de la situación familiar.
En la escena final, el llanto ahogado de Berta resume paradójicamente
la desgracia: víctima y testigo del ocaso de su padre, la hija
funciona como el botín de guerra del enfrentamiento matrimonial.
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