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“LA VIUDA ALEGRE” DE LEHAR EN EL TEATRO COLON
Historia de amor balcánico

Esta opereta orquestada
como una ópera se estrena el martes en una nueva puesta, con un elenco que incluye a Frederica von Stade.

Franz Lehár (derecha) acompañado por sus libretistas.
Victor Léon y Leo Stein escribieron “La viuda alegre”.

Por Diego Fischerman

Como la Freedonia de los Hermanos Marx, la Monrovia de los Tres Chiflados o la Feudalia de Les Luthiers, Pontevedro, en la opereta La viuda alegre (a pesar de algunas referencias directas a personajes de la historia de Montenegro) evoca, más que a un país en particular, a una región en la que puede suceder cualquier cosa. La acción transcurre en París, por supuesto, pero sus actores son oriundos de ese ignoto paisaje balcánico. Entre ellos están el embajador, su esposa enamorada del agregado francés y el secretario de la embajada, un hombre actualmente propenso a la bebida y antiguamente enamorado de una muchacha con quien no se casó debido a su pobreza (la de ella).
Los años han pasado, la joven es ahora la viuda millonaria de un banquero y la tambaleante economía de Pontevedro depende de ella. Si se casara con un francés, sus 20.000.000 de francos saldrían de Pontevedro por lo que resulta vital conseguirle un candidato de ese país. Ese es el punto de partida para que, durante casi una hora y media, se sucedan valses, enredos, canciones virtuosas, polkas y alguna czarda, como sostén de un divertimento típico de los gustos burgueses de la Viena de principio de siglo XX.
Estrenada en esa ciudad en 1905, esta opereta de Franz Lehár con libreto de Victor Léon y Leo Stein subirá a escena este martes, en el Teatro Colón, por primera vez en su versión integral en alemán (o sea con los diálogos incluidos). Con funciones también el miércoles 29, el viernes 31, el domingo 2 de setiembre, el miércoles 5 y el viernes 7, la otra particularidad de esta versión será la presencia de un elenco verdaderamente lujoso. La notable mezzosoprano Frederica von Stade, en el papel de Hanna Glawari, encabeza un reparto que incluye al barítono Thomas Allen como el Conde Danilo Danilovich, al excelente tenor Paul Groves (que deslumbró como Rakewell en la reciente puesta de The Rake’s Progress de Stravinsky) en el papel de Camille de Rosillon, Carlos Feller como el Barón Mirko Zeta, Carina Höxter como Valencienne y un grupo de importantes cantantes argentinos que incluye a Luciano Garay, Mónica Ferracani, Omar Carrión, Oscar Imhoff y Marcela Pichot en los papeles secundarios. La dirección orquestal será de Julis Rudel y la régie de Lofti Mansouri, con escenografía de Michael Yeargan, vestuario de Mini Zuccheri, iluminación de Roberto Traferri y coreografía de Rodolfo Lastra.
La viuda alegre se entronca con la tradición del singspiel (drama cantado): una especie de ópera popular cuyos puntos más altos habían sido El rapto en el Serrallo y La flauta mágica de Mozart y Fidelio de Beethoven. Como en la zarzuela española y en las posteriores comedias musicales inglesas y estadounidenses (que derivan a su vez de la opereta inglesa) aquí las canciones y partes musicales se alternan con secuencias habladas y el material musical proviene casi exclusivamente de danzas populares y de salón. Sin embargo, Franz Lehár –un compositor prácticamente especializado en la opereta– rompe en gran medida con esa herencia de género menor, sobre todo en relación con la orquestación. A diferencia de la orquesta habitual en las operetas (una orquesta más de teatro de variedades que de teatro de ópera) en este caso la partitura prevé el orgánico completo, incluyendo la cantidad de cuerdas necesarias como para tocar a cuatro partes, dos flautas, dos oboes y dos clarinetes e, incluso, alguna sutileza tímbrica como la trompeta con sordina que la partitura demanda para la escena de Valencienne con las grisettes. De hecho, la programación en el Colón no hace más que confirmar la tendencia por la cual La viuda alegre –junto con El murciélago– es una de las pocas operetas que suelen formar parte de las ligas mayores.

 


 

CANTA EL GRUPO VOCAL DE DIFUSION
Voces comunicantes

“Aun en las obras en que el principio organizativo descansa en cuestiones que podrían considerarse frías, como la cuenta precisa de las duraciones, por ejemplo, la comunicación tiene, para nosotros, un valor muy alto.” Quien dice esto es director de coro. Mariano Moruja conduce el Grupo Vocal de Difusión (GVD), uno de los que se destaca en el panorama local por el nivel profesional de sus interpretaciones. Y, también, por no temerle a un repertorio poco o nada transitado. El año pasado cantaron, en el ciclo de música contemporánea del Teatro San Martín, la obra Rothko Chapel de Morton Feldman y, antes, Cries of London de Luciano Berio. Y en la serie de conciertos que presentan el último domingo de cada mes incluyen, entre otras composiciones, Paz en la Tierra de Arnold Schönberg. “Mi posición es algo romántica para los tiempos que corren”, dice Moruja. “Quiero ser parte del lenguaje, hacer que la cosa continúe, que la música siga. Y, también me importa la manera en que los lenguajes conectan de una manera que es imposible para las palabras.” Mañana, a las 17, en la Iglesia de San Ildefonso (Guise 1941) el GVD (ganador del premio a la mejor interpretación de música contemporánea en el Concurso de Marktoberdorf) interpretará, además, O Magnum Mysterium de Morten Lauridsen, O Crux de Knut Nystedt, La despedida de la novia y Puente de canciones de Veljo Tormis, una selección de las Vísperas de Rachmaninov y Dos canciones sobre poesías de Quevedo de Moruja. El ciclo continuará, en el mismo lugar, los domingos 30 de septiembre, 28 de octubre y 25 de noviembre.

 

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