Por Diego Fischerman
Como la Freedonia de los Hermanos
Marx, la Monrovia de los Tres Chiflados o la Feudalia de Les Luthiers,
Pontevedro, en la opereta La viuda alegre (a pesar de algunas referencias
directas a personajes de la historia de Montenegro) evoca, más
que a un país en particular, a una región en la que puede
suceder cualquier cosa. La acción transcurre en París, por
supuesto, pero sus actores son oriundos de ese ignoto paisaje balcánico.
Entre ellos están el embajador, su esposa enamorada del agregado
francés y el secretario de la embajada, un hombre actualmente propenso
a la bebida y antiguamente enamorado de una muchacha con quien no se casó
debido a su pobreza (la de ella).
Los años han pasado, la joven es ahora la viuda millonaria de un
banquero y la tambaleante economía de Pontevedro depende de ella.
Si se casara con un francés, sus 20.000.000 de francos saldrían
de Pontevedro por lo que resulta vital conseguirle un candidato de ese
país. Ese es el punto de partida para que, durante casi una hora
y media, se sucedan valses, enredos, canciones virtuosas, polkas y alguna
czarda, como sostén de un divertimento típico de los gustos
burgueses de la Viena de principio de siglo XX.
Estrenada en esa ciudad en 1905, esta opereta de Franz Lehár con
libreto de Victor Léon y Leo Stein subirá a escena este
martes, en el Teatro Colón, por primera vez en su versión
integral en alemán (o sea con los diálogos incluidos). Con
funciones también el miércoles 29, el viernes 31, el domingo
2 de setiembre, el miércoles 5 y el viernes 7, la otra particularidad
de esta versión será la presencia de un elenco verdaderamente
lujoso. La notable mezzosoprano Frederica von Stade, en el papel de Hanna
Glawari, encabeza un reparto que incluye al barítono Thomas Allen
como el Conde Danilo Danilovich, al excelente tenor Paul Groves (que deslumbró
como Rakewell en la reciente puesta de The Rakes Progress de Stravinsky)
en el papel de Camille de Rosillon, Carlos Feller como el Barón
Mirko Zeta, Carina Höxter como Valencienne y un grupo de importantes
cantantes argentinos que incluye a Luciano Garay, Mónica Ferracani,
Omar Carrión, Oscar Imhoff y Marcela Pichot en los papeles secundarios.
La dirección orquestal será de Julis Rudel y la régie
de Lofti Mansouri, con escenografía de Michael Yeargan, vestuario
de Mini Zuccheri, iluminación de Roberto Traferri y coreografía
de Rodolfo Lastra.
La viuda alegre se entronca con la tradición del singspiel (drama
cantado): una especie de ópera popular cuyos puntos más
altos habían sido El rapto en el Serrallo y La flauta mágica
de Mozart y Fidelio de Beethoven. Como en la zarzuela española
y en las posteriores comedias musicales inglesas y estadounidenses (que
derivan a su vez de la opereta inglesa) aquí las canciones y partes
musicales se alternan con secuencias habladas y el material musical proviene
casi exclusivamente de danzas populares y de salón. Sin embargo,
Franz Lehár un compositor prácticamente especializado
en la opereta rompe en gran medida con esa herencia de género
menor, sobre todo en relación con la orquestación. A diferencia
de la orquesta habitual en las operetas (una orquesta más de teatro
de variedades que de teatro de ópera) en este caso la partitura
prevé el orgánico completo, incluyendo la cantidad de cuerdas
necesarias como para tocar a cuatro partes, dos flautas, dos oboes y dos
clarinetes e, incluso, alguna sutileza tímbrica como la trompeta
con sordina que la partitura demanda para la escena de Valencienne con
las grisettes. De hecho, la programación en el Colón no
hace más que confirmar la tendencia por la cual La viuda alegre
junto con El murciélago es una de las pocas operetas
que suelen formar parte de las ligas mayores.
CANTA
EL GRUPO VOCAL DE DIFUSION
Voces comunicantes
Aun en las obras en que
el principio organizativo descansa en cuestiones que podrían considerarse
frías, como la cuenta precisa de las duraciones, por ejemplo, la
comunicación tiene, para nosotros, un valor muy alto. Quien
dice esto es director de coro. Mariano Moruja conduce el Grupo Vocal de
Difusión (GVD), uno de los que se destaca en el panorama local
por el nivel profesional de sus interpretaciones. Y, también, por
no temerle a un repertorio poco o nada transitado. El año pasado
cantaron, en el ciclo de música contemporánea del Teatro
San Martín, la obra Rothko Chapel de Morton Feldman y, antes, Cries
of London de Luciano Berio. Y en la serie de conciertos que presentan
el último domingo de cada mes incluyen, entre otras composiciones,
Paz en la Tierra de Arnold Schönberg. Mi posición es
algo romántica para los tiempos que corren, dice Moruja.
Quiero ser parte del lenguaje, hacer que la cosa continúe,
que la música siga. Y, también me importa la manera en que
los lenguajes conectan de una manera que es imposible para las palabras.
Mañana, a las 17, en la Iglesia de San Ildefonso (Guise 1941) el
GVD (ganador del premio a la mejor interpretación de música
contemporánea en el Concurso de Marktoberdorf) interpretará,
además, O Magnum Mysterium de Morten Lauridsen, O Crux de Knut
Nystedt, La despedida de la novia y Puente de canciones de Veljo Tormis,
una selección de las Vísperas de Rachmaninov y Dos canciones
sobre poesías de Quevedo de Moruja. El ciclo continuará,
en el mismo lugar, los domingos 30 de septiembre, 28 de octubre y 25 de
noviembre.
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