Las pulseadas por el cierre
de listas en la Alianza y el ARI
fueron diferentes, pero igual dejaron heridos. Ibarra juega
algo que no estaba en juego. Las bolillas negras del PSD.
Liliana Chiernajowsky afuera. Chacho y Lilita Carrió.
Scioli, candidato de De la Rúa.
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COMO
FUERON LAS NEGOCIACIONES
Listas o no tan listas
El imprescindible ritual
del cierre de listas de candidatos para las elecciones legislativas
del 14 de octubre no ha escapado a la mayor crisis de mediación
entre la sociedad y el poder que atraviesa la Argentina desde la
recuperación democrática de 1983. La política
y los políticos, obligados actores centrales de dicha mediación,
han tejido sus coaliciones respetando necesidades, en algunos casos,
tomando riesgos, en otros, desechándolos, en varios, pero
todos, todos, sabiendo que el electorado argentino, agobiado por
la crisis económica, la decepción, la falta de confianza
en el sistema y carente de esperanzas, lejos está de congratularse
con este comicio (este en particular).
He aquí un curioso comportamiento que no solo no escapa a
este estado de ánimo generalizado sino que lo remarca: los
partidos grandes y establecidos, los que menos conmueven los espíritus
de la gente pero, oh paradoja, tienen más chances de acumular
diputados y senadores en el Parlamento el peronismo, la Alianza
en los distintos distritos, y los partidos provinciales cerraron
sus nóminas en la mayoría de los casos con más
de 24 horas de antelación. Contrariamente, los partidos o
coaliciones en formación, paridos a la luz de la crisis de
representación, del cansancio de un gran sector de la sociedad,
el ARI y el Polo Social (con sus grandes diferencias), se debatían
al cierre de esta edición en la pulseada por incorporar y
arrancar de sus listas uno que otro pretendiente de uno que otro
sector.
El Gobierno nacional miraba con desdén esta liturgia de la
que fue expulsado ante la defección de sus hombres en distritos
claves para su lucimiento público: la Capital Federal, donde
Rodolfo Terragno se dio el gusto de ganarle al propio Presidente
en su patria chica, y la provincia de Buenos Aires, donde la estructura
del radicalismo es abiertamente hostil al Golem en que devino el
Gobierno nacional, otrora de la Alianza.
No obstante, hay algunos funcionarios que, conocedores del oficio,
mueven sus mesas de arena para obtener algún rédito
el 15 de octubre o algunas semanas después. Allí encuadran
al conteo por senador que obtendrán en todo el país
que mejorará en número a la bancada actual (a
pesar de que nada dicen de las posiciones que sostendrán
esos mismos senadores cuando deban votar en el recinto), y
ese engendro en ciernes dado en llamar plebiscito para abaratar
los costos de la política, una consigna más pertinente
al CEMA, FIEL o cualquier autoritarismo que al de una clase dirigente
necesitada de recobrar el favor popular (lo que podría lograr
tomando medidas que favorezcan a la población y no a los
intereses que defienden el CEMA y FIEL, por ejemplo).
El triunfo de Terragno en la interna radical porteña no sólo
agrió el humor ya de por sí económico
del Presidente y sus laderos; fue, además, un revulsivo en
el Frente Grande de la Capital. Producido dos días después
de la decisión de Elisa Carrió de no candidatearse
a senadora por este distrito que mantuvo a pesar de las presiones
en contrario de los socialistas, la victoria terragnista instaló
un sentimiento de euforia en el viejo Palacio Municipal: ahora,
con un candidato de discurso respetuoso del de aquella Alianza de
1997-99, y la ausencia de Lilita (preferida absoluta según
los sondeos contratados hasta el momento), el triunfo estaría
al alcance de la mano. Tal certeza impulsó a Aníbal
Ibarra a ubicar a su hermana, Vilma, presidenta de la comisión
de hacienda de la Legislatura porteña y una de sus operadoras
cruciales, secundando a Terragno en la boleta. Quiero a alguien
mío en el Senado, dijo Ibarra cuando cerró la
polémica desatada entre sus colaboradores sobre la postulación
de Vilma.
Antes de que Lilita rechazara su no-nata candidatura y Terragno
dejase fuera de carrera a las mesnadas de Fernando de la Rúa,
la estrategia planificada en la jefatura de Gobierno porteño
era bien otra. Ibarra había optado por sobrevolar las elecciones,
reconcentrarse en la gestión y bendecir a todas y cada una
de las listas que respetasen la letra de laAlianza original
y tributaran al espacio de pensamiento progresista de
la Ciudad. De esa manera, el ex fiscal obtendría siempre
un triunfo electoral. La excepción la hubiese constituido
si alguna expresión explícitamente contraria al Gobierno
porteña hubiera ganado la elección, esto es, Gustavo
Beliz o el menemista Daniel Scioli.
En ese tiempo, dos importantes operadores del jefe de Gobierno se
lanzaron a convencerlo sobre la necesidad y los beneficios que obtendría
Ibarra si rompía la Alianza y llegaba a un acuerdo con el
ARI de Carrió y Alfredo Bravo, antes de las elecciones. Ibarra
desechó tal alquimia y optó por el apoyo ecuménico
a todos los progresistas porteños. Hasta imaginó una
nómina de peronistas progresistas a la que también
patrocinaría. Alberto Fernández, referente del matrimonio
Kirchner en la Capital, llegó a conversar tal posibilidad
con el jefe de Gobierno. Pero Ibarra truncó la iniciativa:
si Cristina Fernández de Kirchner no se candidateaba a senadora
por esta ciudad, el intento carecería de sentido.
El escenario varió, los operadores ibarristas ambos
legisladores porteños cambiaron de opinión,
y el ex fiscal dispuso que su hermana acompañe a Terragno.
Así, Ibarra pone en juego algo que no estaba en juego: una
parte importante de su futuro político. Con la estrategia
anterior, Ibarra hubiese ganado sea cual fuera el ganador con
las excepciones anteriormente mencionadas, que realmente no tenían
demasiadas chances de concretarse, y hubiera mantenido un
lugar de privilegio entre las fuerzas triunfadoras de la elección.
Ahora, juega su apellido. Tiene posibilidades de triunfar, es cierto
dos encuestas dan ganador a Terragno por apenas dos puntos
como las tiene de perder.
Ibarra le otorga al Senado, una de las instituciones más
desprestigiadas y vergonzantes de la Argentina, una importancia
que no supera entre los porteños la que atesora la buena
gestión municipal. Ibarra privilegió una elección
que sólo importa a la clase política, al hartazgo
que la gente acuña con sus mandantes. Sus oraciones pronunciadas
ayer en el congreso del Frente Grande porteño donde
asumió como presidente, No debemos caer en la
tentación de ver adversarios donde no los hay. Tenemos que
tener la inteligencia de ver más allá del 14 de octubre,
se antoja contradictoria con la audacia de su jugada electoral.
Si gana la Alianza, el jefe de Gobierno habrá obtenido un
Senador, no habrá reafirmado su condición privilegiada
en el distrito ya que nadie pone en duda eso, y deberá atender,
de igual manera, al fenómeno emergente del ARI en la ciudad
autónoma. Si pierde, revivirá algo muy parecido a
la sensación de empezar de nuevo, con menos tiempo y más
desgaste. Más lejos quedará su sueño de ser
reelecto en 2003. Todo puede ocurrir.
Para Terragno, en cambio, todas serán brevas maduras en caso
de que el 14 de octubre reitere su victoria de hace 15 días.
El ex jefe de Gabinete estará en condiciones de reflotar
su añejo sueño incomprendido por muchos hasta
no hace tanto de tentar la suerte en la presidencial 2003.
Partos en el ARI
La faena del cierre de la lista porteña de diputados trajo
más que una amargura dentro del ARI y una ganancia que despunta
pírrica para el Socialismo Democrático, principal
bastión de la estructura a la que da vida Elisa Carrió.
La dura presión que metió el PSD a la diputada chaqueña
dejó fuera de la nómina a Liliana Chiernajowsky. Apelaron,
en su argumentación, a la portación de apellido (virtual)
de la vicejefa de Gabinete de la Ciudad: es la mujer de Carlos Chacho
Alvarez. Para el socialismo democrático, el ex vicepresidente
es algo así como el minotauro en el laberinto de sus desdichas
recientes.
Chiernajowsky mantiene un diálogo abierto con Carrió.
Fue la chaqueña quien en dos oportunidades le ofreció
la candidatura a diputada y peleó ayer, hasta el límite,
para incorporarla a la lista. La pretoriana cerrazón de los
socialistas no hizo posible el deseo de Lilita, que ya había
llegado al extremo la semana pasada, en una batalla similar quemantuvo
por la candidatura de Mario Cafiero en la provincia de Buenos Aires:
Carrió llegó a amenazarlos con su renuncia al ARI
si el peronista no ingresaba a la lista. Sólo entonces, los
socialistas dieron el brazo a torcer.
Carrió se siente una deuda con el PSD; cuando ella estaba
sola y a los gritos en el Congreso, ese partido la acogió,
se separó del bloque de la Alianza y prestó su estructura
para formar el ARI.
El favor envalentonó al PSD al punto tal de colocar primero
en las listas de diputados de varios distritos a sus hombres. Los
socialistas se sintieron con autoridad suficiente para repartir
bolillas negras helter skelter. De ello sabe la frepasista Graciela
Ocaña, mano derecha de Lilita en la comisión antilavado
y una de sus principales investigadoras. Ocaña sufrió
amargamente cuando sus compañeros fueros excluidos de la
lista bonaerense por su condición de ser: frepasistas de
pasado peronista.
La impugnación a Chiernajowsky congeló un movimiento
en ciernes no menor. El diputado José Vitar, segundo referente
del Frepaso en el Congreso (detrás de Darío Alessandro)
estaba a punto de cruzar el Rubicón. Traía la misión
de motorizar el ARI en Tucumán, su distrito, bajo el doble
patrocinio de Carrió y de su jefe político, Chacho
Alvarez, quien esta semana mantuvo varias conversaciones con la
diputada. Sin Liliana en la lista, los frepasistas quedaron con
un pie en el aire.
Este entramado obligará a Carrió, que no es candidata,
a cargar sobre su espalda la campaña de al menos tres distritos:
Capital, provincia de Buenos Aires y el suyo, el Chaco. El ARI logró
el mérito no menor de presentar candidatos en casi todos
los distritos del país.
Sapofagia
Scioli va a crecer. No hay que perderlo de vista,
sugirió a Página/12 uno de los pocos funcionarios-amigos
de Fernando de la Rúa. Acá hay una lista de
la Alianza y una lista de Acción por la República
y esas son las alternativas, dijo ayer el jefe de Gabinete,
Chrystian Colombo. Fue así que, ayudado por la derrota del
Presidente en la interna de la UCR porteña, como Daniel Scioli,
aliado al partido de Domingo Cavallo en el distrito, se convirtió
en el candidato del Gobierno.
El potaje se llama Frente Unión por Buenos Aires y son dosis
equilibradas del más puro menemismo con el más oportuno
cavallismo. Si usted, que está leyendo estas líneas,
es un delarruista convencido, puede votar entonces a un menemista.
Es una opción, a la letra de Colombo.
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