Por Julio Nudler
Daniel, ¡mi máquina
está rota!, le dijo por teléfono a Daniel Marx (secretario
de Finanzas) un incrédulo Federico Sturzenegger (ídem de
Política Económica) al ingresar a internet y ver que el
riesgo país volaba, precisamente el día siguiente a la aprobación
por decreto del Déficit Cero. La trepada lo desconcertó,
porque al encender su computadora iba feliz al encuentro de un impactante
repunte de los bonos de deuda argentinos. Y lo que ahora mismo escrutaba
en la pantalla era exactamente lo contrario. Pero Marx lo tranquilizó
respecto del funcionamiento de su PC: Fede, estamos en free fall
(caída libre). La anécdota, contada el jueves en la
Universidad Di Tella por Sturzenegger hijo, revela que este equipo económico,
como también le ocurrió al de José Luis Machinea,
no gana para sorpresas. De alguna pérfida manera, los mercados
y, aún peor, la economía, la demanda de consumo, la
inversión siempre reaccionan al revés de lo que se
espera en las insalubres oficinas de Hipólito Yrigoyen 250. Ahora
que la Argentina ha conseguido un nuevo paquete del Fondo Monetario, quizá
convenga tomar con pinzas la optimista lectura oficial sobre las virtudes
terapéuticas del Déficit Cero, para no hablar de lo increíblemente
difícil que será llegar a él. Las claves del momento
son: una, la real factibilidad económica, social y política
de equilibrar las cuentas públicas a través de una carnicería;
otra, la incógnita sobre la efectividad del remedio fiscal para
una economía cuyos verdaderos problemas son otros, y sobre todo
la convertibilidad misma.
El seminario de la Di Tella tuvo un primer nombre sorprendente: Summer
Camp, luego corregido cuando alguien cayó en la cuenta de que en
Estados Unidos será verano, pero que aquí es invierno. No
obstante, el espíritu global prevaleció, deparando
experiencias como la de escuchar a Guillermo Mondino, jefe del Gabinete
de Asesores de Economía, exponiendo en inglés, pese a ser
funcionario público, estar en Buenos Aires y disertar ante una
platea con una amplia mayoría de hispanoparlantes (quienes no entendieran
el español tenían un servicio de traducción simultánea
a su disposición). En esencia, Mondino se dedicó a describir
las terroríficas consecuencias que tendría para el país
cesar en los pagos de su deuda.
Sturzenegger debió emplearse a fondo para defender las medidas
de su jefe, Domingo Cavallo, de los duros ataques que les dirigieron otros
economistas, aunque aquél y éstos estén básicamente
de acuerdo en todo. Sólo la pasajera circunstancia de que el primero
forme hoy parte del Gobierno los hace aparecer enfrentados. Sturzenegger,
por otra parte, aportó algunas perlas a la larguísima sesión.
1) Dijo que en cumplir con el Déficit Cero se nos va la vida,
en lugar de nos va la vida, ya que lo primero sugiere una
lastimosa pérdida de tiempo. 2) Al enumerar las grandes lecciones
que recibió el país, ubicó al rodrigazo en 1976 (hasta
que alguien le sopló que fue en 1975, y que en 1976 había
pasado otra cosa). Allí la Argentina habría aprendido que
debía abrir su economía (lo que haría muy pronto
Joe Martínez de Hoz). 3) En 1982, la guerra de las Malvinas les
enseñó a los argentinos que debían recuperar la democracia.
¿No fueron también los 30.000 desaparecidos? Conviene recordar
también que, según Sturzenegger, el tipo de cambio
fijo está démodé.
Guillermo Calvo, economista jefe del BID, que moderó uno de los
paneles, cerró la jornada con amplios elogios a la calidad académica
de los debates (en verdad, hubo más opiniones políticas
que análisis económico) y a la gran inteligencia de los
economistas participantes. Pero sobre el pucho se preguntó: Si
los argentinos somos tan inteligentes, ¿por qué nos va tan
mal? Y aunque su presidente, Enrique Iglesias, lo amordazó
desde que indujo con unas vitriólicas declaraciones un salto en
el riesgo argentino y Cavallo reclamó que lo echaran a patadas,
Calvo no puede con su genio.
Esta vez se las agarró con los brasileños. Decir que
Brasil flotó su moneda afirmó no es preciso.
¡Brasil explotó! (en enero de 1999).Luego mantuvo más
o menos fijo el dólar por mucho tiempo, y ahora volvió a
explotar. Es decir que flota cuando le va mal, y tiene tipo de cambio
fijo cuando le va bien. Ahora flota porque le está yendo muy mal.
Además, cuando alguien mencionó el euro, a propósito
de la convertibilidad ampliada, observó que en la economía
argentina hay algo más concreto que el euro: los patacones.
Su argumento es que si esta clase de moneda empieza a circular, ello implicará
una desdolarización de la economía. Y mencionó un
precedente: Liberia desdolarizó creando sus propios patacones.
Pablo Gerchunoff, jefe de asesores en el equipo de Machinea, advirtió
que eso significa que también de la dolarización hay retorno,
algo que sus partidarios (Pedro Pou, ex presidente del Banco Central,
estaba entre las butacas) suponen imposible. Si de la dolarización
se puede volver, ¿cuál sería la diferencia con la
situación actual?
Luego de que Guillermo Perry, del Banco Mundial, contara que su abuela
le decía que la virtud está siempre en el medio, Pablo Guidotti,
secretario de Hacienda con Roque Fernández, disparó como
un extremista sobre el equipo Cavallo. Pero al menos se encargó
de recordar que, si bien la Argentina puede felicitarse de haber conseguido
más fondos del FMI, éste endureció notoriamente sus
exigencias, porque ahora la condicionalidad es el Déficit Cero
(en el acuerdo todavía vigente se convenía en cambio un
desbalance de $ 6500 millones para este año). De todas formas,
y como es obvio, Guidotti se mostró entusiasmado con esa meta.
Pero deslizó: Si finalmente no cumplimos con el Déficit
Cero, ¿qué fuimos a hacer al Fondo? Se aceptan conjeturas.
Según Mario Blejer, jubilado del FMI y flamante vicepresidente
del Banco Central, las medidas económicas que tienen caminos
de salida no son creíbles. Es decir: la convertibilidad funcionó
porque, una vez adentro, no se podía salir. Pero con el Déficit
Cero, dijo, no hay experiencia. Y además le ve un defecto: le falta
flexibilidad.
BEATRIZ SARLO.
¿Hasta cuándo van a abusar?
La Argentina recibió una ayuda del gobierno de Estados Unidos
y los organismos de crédito internacionales? ¿Hay
alguien fuera de la casta sacerdotal de economistas que tenga una
respuesta para la pregunta? Es más: ¿creeríamos
en la respuesta recibida?
De los economistas todo lo que puede decirse (aparte de los juicios
ideológicos y morales) es que equivocaron sucesivamente sus
diagnósticos: el déficit que Machinea dijo haber encontrado
era mayor que el que reconocían los menemistas; el déficit,
que le exigió a López Murphy su corto ímpetu
sacrificial, no le pareció de la misma magnitud a Cavallo,
que se hizo el dandy durante las primeras semanas de su ministerio
afirmando temerariamente que él no hablaba de números.
El blindaje, anunciado como la solución, se agotó
enseguida y tuvimos al presidente en la televisión diciendo
lo hemos logrado, para corregirse a los diez días
y decir de nuevo lo logramos cuando se hizo el megacanje.
En esta situación de entropía comunicacional, ¿hay
alguien que pueda entender el más opaco y el más evidente
de los problemas argentinos? Todo lo que sabemos con seguridad es
quiénes son las víctimas de este juego de equivocaciones
que se desarrolla en el gran teatro de la globalización dependiente.
Cuando la política (y la política económica)
son incomprensibles, no se puede esperar nada bueno. Cualquier optimismo
es insensato. Gobiernan personas que han fracasado en cada uno de
los momentos anteriores de esta crisis, personas que dijeron que
tenían una solución que no tenían y así
compraban un poco de tiempo en una situación que no da más
tiempo a nadie. Y lo peor es que, dirigiendo las cosas, están
aquellos cuyas ideas nos llevaron al punto al que hemos llegado.
Con Cavallo ya se probó todo. No voy a enumerar aquello de
lo que es directo responsable porque todo el mundo lo sabe. Es verdaderamente
asombroso (salvo que se trate de una superstición arraigada
en el cuerpo de un economista) que siga como ministro. Una sola
explicación: Cavallo es la garantía del capitalismo
tal como funciona en la Argentina, es decir un capitalismo expoliador,
corrupto, impaciente, temeroso de cualquier riesgo que amenace las
tasas gigantescas de sus ganancias, improductivo y desinteresado
del futuro del país.
No todos los capitalismos son iguales, ni todos los capitalistas
tienen este perfil depredador que un puñado de argentinos
comparten con los grandes gerentes y administradores de la llamada
globalización. Pero sucede como si en la Argentina estuvieran
cerradas las posibilidades de otro capitalismo (a la europea, para
decirlo rápidamente). Sólo en un país periférico,
dependiente y lejano se desencadenan agresiones tan venenosas como
las que organizan los calificadores de riesgo, los grandes burgueses
internacionalizados de la Argentina y los jefes de opinión
de los mercados mundiales. Esta es la cara más brutal de
nuestra condición: capitalismo globalizado, en un país
periférico y, además, secundario dentro de la periferia.
Cavallo (más allá de sus recientes y fugaces gestos
productivistas) se ha alineado desde el principio con los poderes
que impiden cualquier otra política. ¿Hasta cuando
abusará de nuestra paciencia? ¿Hasta cuándo
permitiremos ese abuso? Están jugando con fuego, no porque
se acerque una insurrección de masas, sino porque la existencia
misma del país está amenazada. Los excluidos no tienen
motivos para sentirse parte de una sociedad cruel: los que viven
en las torres de última generación y en los countries
deberían saber que los rodea un suelo inseguro y lleno de
grietas.
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MARCELO GIACCOBE.
Brutal e inexacto
Una nutrida cantidad de voceros políticos del gobierno
incluido el Presidente y la mayoría de los economistas
consultados por los medios durante los últimos meses, se
empeñaron en dejar constancia de que Argentina estaba al
borde del precipicio. La frase, brutal e inexacta, es suficientemente
elocuente y capaz de describir cómo se sentían, antes
del último acuerdo con el FMI, los operadores económicos
y políticos del país. Estar al borde del precipicio,
en este caso, podría interpretarse como un grito desesperado
clamando ayuda (externa) antes de que diéramos un paso más,
que ya no tendría dónde apoyarse. De tal modo, creer
que porque la ayuda internacional nos agarró del saco a tiempo
hemos encontrado, definido, o tan siquiera imaginado un rumbo hacia
el cual marchar es, cuanto menos, una notable exageración,
una falacia.
Las imágenes televisivas transmitidas el martes por la noche
mediante las cuales el Presidente y parte de su elenco ministerial
nos decían que ahora vamos a crecer, que ahora
es posible, etc, dando a suponer que minutos después
de recibir la noticia del apoyo crediticio que les devolvió
la respiración, ya sabían a dónde iríamos
como país (rumbo), son otra muestra de una torpeza improvisadora
que ha perdido sus límites bastante tiempo atrás.
El problema irresoluto del rumbo de Argentina no sólo no
tiene relación alguna con este último episodio crediticio
(por importante que fuera), sino que es muy anterior a la existencia
de este gobierno, que en todo caso tampoco lo resolvió. Hace
décadas que no vamos a ningún lado, que no definimos
un objetivo nacional, un proyecto de país de consenso mayoritario,
y hace años que estamos confundiendo el concepto rumbo nacional
con los objetivos temporales o rumbos particulares de los distintos
gobiernos de turno. Esto de modo alguno pretende quitarle valor
a las escasas, pero grandes conquistas que innegablemente acaudalan
los gobiernos democráticos desde el 83 en adelante:
democracia, estabilidad económica, libertad de expresión,
supresión del servicio militar, pacificación de las
fronteras, culminación del ciclo de violencia política
como método de resolución de los conflictos, etc.
Pero esas conquistas no definen un rumbo, es decir, no establecen
un objetivo como Nación. Son conceptos y logros trascendentes,
esenciales, pero no suficientes.
De tal modo, si el valor democracia, para tomar sólo un ejemplo,
no ha sido suficiente para construir una noción de rumbo
común, ¿cómo podría adjudicarse esa
potestad a un salvataje económico oportuno?
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ROSENDO FRAGA *.
Después del acuerdo
El nuevo acuerdo con el FMI plantea una pregunta central. El blindaje
con sus 40 mil millones en diciembre sólo dio dos meses de
tregua en los mercados y permitió bajar a 680 puntos básicos
de riesgo país. A su vez, el megacanje por 30.000
millones en junio sólo logró una tregua de un par
de semanas en los mercados y el riesgo bajó a 800 puntos
básicos. En consecuencia, la cuestión es por qué
ahora una nueva asistencia financiera de 8000 millones, que hasta
ahora ha permitido bajar el riesgo cerca de los 1400 puntos básicos,
puede ser eficaz para revertir la crisis de confianza que viene
sufriendo la economía argentina.
La política muestra que la última oportunidad
puede ser la penúltima y es por eso que las afirmaciones
de que esta vez la Argentina tendrá éxito en recobrar
la credibilidad porque es la última oportunidad
para evitar el default, con más bien voluntaristas. Es que
también el blindaje y el megacanje
fueron presentados como la última oportunidad y luego no
lo fueron. Pero la realidad fáctica va mostrando que los
procesos se van acelerando y cada nueva oportunidad que los mercados
dan a la castigada economía argentina se lo otorgan sobre
un piso de riesgo país más algo que la vez anterior.
En este marco, la Argentina enfrenta una encrucijada que no resulta
fácil, sobre todo cuando se está a menos de dos meses
de los comicios: el cumplimiento del déficit cero con el
costo político y social que ello implica o tentar el camino
de un default negociado de resultados inciertos. La
administración De la Rúa ha tomado el primer camino
y pienso que es el único posible.
Es que la alternativa del default negociado muestra
que es posible recién después de haber sufrido la
crisis y no antes de ella. Rusia en 1997 primero y Ecuador en 2000
renegociaron su deuda después del default pero no evitaron
caídas del PBI anuales próximas al 10%, convulsiones
sociales violentas y en el caso del segundo país, la caída
del gobierno por el golpe que realizaron los indígenas y
los militares de izquierda.
En conclusión, el nuevo acuerdo con el FMI pone a la Argentina
frente a un arduo camino para evitar el default, como es el cumplimiento
del déficit cero. No es un buen escenario, pero parece ser
el mal menor frente al riesgo del default.
* Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva
Mayoría.
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