Por Susana Viau
En 1996, Raúl Moneta
le malvendió a Hernán Corach las oficinas de la avenida
Belgrano al 600 en las que el joven abogado instaló su amplio estudio
jurídico, el mismo que su padre, Carlos Corach, suele utilizar
para entrevistas y reuniones desde que dejó la función pública.
A la casualidad que unió tan conspicuos apellidos en una operación
inmobiliaria se suma un hecho aún más curioso: la propiedad
fue transferida por Moneta a la familia directa del ex ministro del Interior
en 25 mil dólares, un pésimo arreglo puesto que el financista
y sus socios la habían adquirido un año antes exactamente
al doble. Carlos Corach fue uno de los funcionarios del anterior gobierno
que, según se asegura, frecuentó con más intensidad
la amistad de Moneta, paradigma de los negocios y la banca del menemismo.
En verdad, no fue Moneta sino su tío Benito Jaime Lucini el encargado
de llevar la voz cantante en la reunión de directorio de República
Propiedades. Ateniéndose al acta número 25, la reunión
se llevó a cabo con un calor de Dios padre, en pleno receso veraniego,
a las seis de la tarde del 2 de febrero de 1996. En su calidad de presidente
de la sociedad, Lucini toma la palabra y expone que como es de conocimiento
de los Señores Directores, se ha presentado la oportunidad de vender
el inmueble de la avenida Belgrano 687 esquina Chacabuco, en esta capital,
a precio razonable en ponderación con la oferta inmobiliaria existente
en la plaza.
Luego de un intercambio de ideas, prosigue el acta, se
resuelve por unanimidad lo siguiente: I) Vender al señor Hernán
José Corach la Unidad 23 del 6º piso de la finca de esta ciudad,
calle Chacabuco Nº 683/87/95 por el precio total de 25 mil dólares
estadounidenses billetes (U$S 25.000), pagadero al contado. El intercambio
de ideas debió haber sido una auténtica batahola y
cruce de acusaciones y responsabilidades, a la luz del negocio chino que
Lucini proponía a los restantes miembros del directorio.
Es que trece meses antes, en el acta de directorio 16, se asentaba la
siguiente operación: la compra del mismo inmueble de la avenida
Belgrano 683-87-95, unidad 23 del 6º piso a la sociedad Mefer S.A.
al precio razonable de cincuenta mil dólares. En una
caída en picada, la propiedad se había devaluado en un 50
por ciento en menos de un año.
En realidad, las actas eran el mero asiento de decisiones tomadas previamente
y seguían fórmulas rituales, incluidas las del intercambio
de ideas, el precio razonable y el horario siempre recurrente
de las seis de la tarde.
Los antiguos vecinos del edificio juran, sin embargo, que los Corach llegaron
al lugar antes de la venta de 1996 e iniciaron grandes tareas de remodelación.
En ese año Moneta dueño junto a Lucini del Banco República,
una entidad mayorista de poca monta que se había desarrollado vertiginosamente
al calor de las privatizaciones y en asociación con el Citibank
en los primeros años de la década del 90 se
hizo adjudicatario de los dos bancos oficiales de la provincia de Mendoza,
el Banco de Mendoza y el Banco de Previsión Social, en una licitación
de perfiles poco regulares. Moneta fusionó poco después
las dos entidades que, unificadas bajo el nombre de Banco Mendoza, fueron
parasitadas por el República mediante continuas y cada vez más
voluminosas operaciones de call. Esa sangría y los
ruinosos préstamos a vinculadas, concedidos en cantidades mucho
mayores a lo permitido por el Banco Central, llevaron a la débacle
al banco que la provincia de Mendoza había saneado al costo de
un riñón.
El 9 de abril de 1999, el República y el Mendoza (que sólo
pudo sobrevivir tres años en manos de Moneta, Lucini y sus socios
de Magna Inversora) cesaron su actividad. Tal como demostró la
investigación realizada por el contador Luis Balaguer, alma mater
de la denuncia llevada a Estados Unidos por Elisa Carrió y Gustavo
Gutiérrez, el Banco Mendozahabía sido simplemente una fuente
de financiación para el República. A su turno, el República
y sus offshores Adamson Inc., UFCO, American Exchange, eran boca de suministro
del Federal Bank. Y el Federal Bank abastecía las inversiones del
CEI, el mayor holding de comunicaciones armado en la década.
Oport.depto céntrico,lum.,chiche.
República Compañía de Inversiones se registró
en diciembre de 1991. La conformaban básicamente Raúl Juan
Pedro Moneta, su tío Benito Jaime Lucini y su cuñado Marcelo
Moy Padilla. El objeto declarado de la sociedad eran las actividades inmobiliarias.
Por República Compañía de Inversiones pasó
el edificio de Florida y Perón que fuera un negocio compartido
con el Citibank, quedando luego para usufructo del banco americano. La
sociedad fue asimismo la compradora de unas importantes parcelas en San
Isidro y, como se lee en las actas, de terrenos en Tres Arroyos y departamentos
en Barrio Norte, uno sobre la avenida Callao al 1300 y tres en la calle
Talcahuano al 1200. Esas constituyeron las únicas operaciones de
República Compañía de Inversiones entre 1991 y 1994.
República Compañía de Inversiones fue también
la que contrató los servicios de los arquitectos César Pelli
y Mario Roberto Alvarez para diseñar los planos y ejecutar la obra
de lo que bautizarían como Edificio República, en Tucumán
1, sede de Telefónica y del CEI. Pero no fue República Compañía
de Inversiones la que firmó el boleto de compra de esos terrenos
de Puerto Madero a Bunge & Born. Desactualizada, quizás en
función de la aparición de nuevos socios, lo hizo en su
lugar la fantasmagórica UFCO, United Finance Company, con domicilio
en Tortola, Islas Vírgenes.
Luego entrarían en escena Citiconstrucciones y República
Holdings. El edificio de Tucumán 1 tuvo un pasaje fugaz por la
lista de posesiones del Banco República. Si bien el Banco República
jamás llegó a escriturarlo, el inmueble figuró entre
sus bienes para aumentar los activos, disminuidos seriamente por la crisis
del Tequila y necesitados de una inyección que le permitiera acreditar
suficiente solidez para quedarse con la licitación de los bancos
mendocinos. Así, República Compañía de Inversiones,
sustituida por otras nuevas firmas, había dejado de funcionar.
Su existencia real no había logrado superar la fatídica
cifra de tres años.
Era, en realidad, un instrumento dedicado a comprar buenas propiedades
a precio vil, ya fuera porque procedieran de entidades en liquidación
o de particulares en situaciones de emergencia. Una de ellas había
sido, sin duda, el departamento de la avenida Belgrano que Hernán
Corach, además de abogado, dirigente de las juventudes menemistas,
escrituró a su nombre en 1996. Si Moneta, Lucini y Moy lo habían
obtenido barato en diciembre del 94, cuando pagaron 50 mil dólares
por la propiedad, los 25 mil que le cobraron al joven Corach resultaron
una auténtica bicoca, casi un regalo.
Pese a la creencia generalizada de que hubo lazos profundos entre Moneta
y el gobierno de Carlos Menem, pocos fueron los hechos concretos que hasta
ahora lograron dar consistencia a esa sospecha. Como indicios estaban
apenas la cabaña de Aguada de las Alturas, en Anillaco, puesta
a nombre de Aldo Semino, un hombre que aparecía también
en la sociedad Mora de Luna (la firma que concentraba buena parte de las
muchas parcelas que Alberto Petracchi compraba en representación
de Moneta en la zona de Pilar, Luján, General Rodríguez)
y un crédito de 250 mil dólares otorgado por el Banco República
a Saúl Menem e Hijos.
El acta de directorio del 2 de febrero de 1996 donde se refleja la decisión
unánime de República Compañía de Inversiones
de transferirle al hijo del ministro del Interior y hombre clave del gobierno
un amplio piso en la avenida Belgrano al valor de un monoambiente, parece
abonar la hipótesis de que aquellas relaciones no tenían
sólo fundamentos emotivos.
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