Por Pablo Rodríguez
El mundo occidental tiene
una imagen completamente distorsionada del Islam. Lo identifica con la
violencia, pero es mucho más que eso. Bruce Lawrence, titular
de cátedra en el Departamento de Religión de la prestigiosa
Universidad de Duke (EE.UU.), vivió en Siria, Líbano, Egipto
e Irán, entre otros países musulmanes. Y concluye de esas
experiencias que una cosa es el Islam, y otra cosa el islamismo, esa ideología
que asusta al mundo occidental. E incluso dice que existen algunos islamismos,
como el de Indonesia, que se parece a la ética protestante
de Max Weber. Invitado a la Argentina por la Universidad Torcuato
Di Tella para participar de un taller conjunto con la Universidad de Duke
y con profesores de la Universidad de Buenos Aires, Lawrence dialogó
con Página/12 sobre la influencia del islamismo en el mundo musulmán,
y particularmente en el actual conflicto palestino-israelí.
¿Qué opina de la afirmación de Gilles Kepel
sobre el hecho de que el islamismo ya no funciona como antes en
Medio Oriente?
El islamismo no funciona ahora como en los 70. La Guerra Fría
permitía que los movimientos islámicos oscilaran entre los
dos bloques con cierto poder y que a la vez atacaran a otros países
árabes, como Arabia Saudita, Irán, Afganistán, Sudán
y Argelia. Con el fin de la Guerra Fría, los movimientos islámicos
se quedaron sin polos entre los cuales pivotear.
Pero el islamismo no ha perdido su influencia en Medio Oriente.
No, por supuesto que el islamismo conserva un gran atractivo como
ideología. Siempre lo tendrá: ni Estados Unidos, ni Europa,
ni Japón, ni los países musulmanes han resuelto sus desigualdades
y sus injusticias, y en definitiva de eso se alimentan los movimientos
islámicos. Sobre todo esto se aplica a Hamas, porque la situación
del pueblo palestino en la actualidad es indignante. Es el más
oprimido de los pueblos árabes, si exceptuamos a los kurdos. Si
cualquier acuerdo definitivo de paz entre Israel y la Autoridad Palestina
no incluye el derecho del retorno de los refugiados palestinos, seguirá
habiendo un movimiento islámico como Hamas.
Pero si hubiera que separar un poco las aguas, ¿el crecimiento
de Hamas es una cuestión de religión o una cuestión
de nacionalismo?
Es imposible separar las aguas. Hamas afirma que únicamente
la búsqueda de un Estado islámico asegurará la independencia
palestina. Esto implica que Hamas se opone a la presencia de los palestinos
que no son musulmanes, como los cristianos. Tomemos el caso de Hanan Ashrawi,
diputada palestina, cristiana y uno de los personajes centrales del pueblo
palestino. Ashrawi dice que el islamismo de Hamas es estratégico,
que proclaman la adhesión al Islam pero en realidad luchan por
la nación palestina. Sin embargo, cuando Jomeini llegó al
poder, Abdolassan Bani-Sadr, el primer presidente del Irán islámico,
creyó que se podía sacar de encima a Jomeini una vez que
usaba su ideología islámica para encarar la guerra con Irak.
Es evidente que no fue así y que al islamismo no es fácil
usarlo.
Arafat estaría intentando usar el islamismo de
Hamas.
Exacto. Arafat sigue teniendo como horizonte los Acuerdos de Oslo
pero a la vez necesita a quienes los niegan, Hamas. Y no sólo porque
Hamas se hace importante en tiempos de violencia, sino también
porque tiene toda una red de escuelas, orfanatos, etc., que lo hacen fuerte
para el pueblo palestino en general. Arafat está viejo y débil
y lo que tiene que firmar es casi imposible para cualquier líder
palestino. Yo viví en Siria durante ocho meses. Los campos de refugiados
de todas las guerras desde 1948 son realmente enormes. Hay tres generaciones
de refugiados palestinos.
Usted nombró a Siria. ¿Cuál es la influencia
del islamismo en un país cercano a Irán y a las puertas
de Israel, cuyo gobierno representa a una minoría, la de los alauitas?
El caso de los alauitas es bastante especial. En el Islam, Alá
es Dios y Mahoma su profeta. Allí comienza el problema de las interpretaciones
del Islam, porque algunos creen en Alá y otros en Mahoma. Los alauitas
creen en Alá y a la vez en que su profeta es Alí. Alí
es el yerno de Mahoma. Ypara los chiitas, que gobiernan en Irán
y son una minoría en el mundo islámico respecto de los sunnitas,
Ali es más importante que Mahoma. Los alauitas van más allá:
dicen que Ali es directamente Dios. Es como si los judíos dijeran
que no creen en Jehová, sino que Dios es Moisés. Por lo
tanto, los alauitas están más cerca de los chiitas que de
los sunnitas, se consideran como hermanos. Ahora bien, ¿por qué
hoy gobierna la minoría alauita en Siria, donde el 90 por ciento
de la población es sunnita? Porque trabaron una alianza militar
con los franceses, que dominaron colonialmente a Siria. Los alauitas eran
perseguidos en Siria y Francia los convirtió en una casta militar
que le serviría para su dominación. Cuando Siria se liberó
de Francia, conservó su casta militar gobernante.
Hace años se puso de moda la tesis de Samuel Huntington del
choque de civilizaciones para explicar el islamismo. ¿Hoy
tiene algún sentido esa tesis?
No. Si Huntington no fuera profesor en Harvard, el tema del choque
de civilizaciones hubiera sido denigrado. De hecho, no es una tesis:
es una broma. ¿Cómo puede decir que la religión es
el problema? Es como pensar que las cruzadas fueron un asunto meramente
religioso. Huntington es profesor de Harvard y escribe bien. Pero confunde
los tantos, empezando por la equivalencia entre nación y religión.
En general, se tiende a pensar a los países islámicos,
no importa de qué región, como un bloque homogéneo.
¿Cuál sería la diferencia entre el islamismo de Africa
del Norte y el de Medio Oriente?
Creo que para entender el islamismo en Africa hay que diferenciar
los países que estuvieron bajo la dominación británica
de los que estuvieron bajo el colonialismo francés. En Nigeria
o en Sudán, los británicos dividieron las regiones separando
tribus y credos distintos, con lo que las tensiones tienden a calmarse
en lugar de exacerbarse. En Argelia, todo se concentra en el norte, en
Argel, porque Francia dominó a imagen y semejanza de su Estado:
todo concentrado en París. Entonces, las tensiones también
se concentran. El gobierno militar de Argelia no puede descentralizar
nada porque corre el peligro de caer. Entonces, culpan al islamismo. Yo
sé por buenas fuentes que el gobierno de Argelia está detrás
de los atentados brutales que dice que son cometidos por los grupos islámicos.
Estos grupos existen, pero el gobierno los necesita magnificarlos para
inventar un enemigo. El islamismo en Africa del Norte es bastante menos
influyente que en Medio Oriente.
Usted escribió sobre el islamismo en Asia. ¿Qué
sería lo característico de la influencia islámica
en países como Malasia e Indonesia, a quien no se los asocia tan
claramente con el Islam como ocurre con Medio Oriente?
Es bueno que lo pregunte, porque en 10 o 20 años, la cuestión
islámica en Asia será más importante que en Medio
Oriente o en Africa. ¿Por qué? En primer lugar, porque Asia
(China, Japón, el sudeste asiático) será la fuerza
económica fundamental de la economía global. En Tailandia,
Filipinas, Brunei, hay minorías musulmanas. En Malasia e Indonesia,
los musulmanes son mayoría, y el Islam es muy diferente al de Medio
Oriente o Africa. El Islam es interpretado en términos comerciales:
si no se obtiene éxito económico, no se puede ser musulmán.
Suena parecido a la ética protestante que describió
de Max Weber.
Sí, podría ser el capítulo musulmán
de Max Weber. Podría decirse que la ética musulmana es necesaria
para garantizar la expansión del capitalismo en Asia. El Islam
de Indonesia defiende valores básicos sobre la familia y la comunidad
relacionados con la obtención del éxito económico.
Y respecto de otros islamismos, el de Indonesia es bastante más
tolerante con otras religiones. En algún sentido se puede relacionar
el caso de Indonesia con el de Turquía, donde hay una sociedad
civil muy activa. Se suele escuchar mucho sobre el peligro islámico
en Turquía, pero hay una gran cantidad de gente, por lo general
profesionales, que participan de esta especie de islamismo civil. Es importante
que se comprenda esto, porque se tiende a confundir musulmán con
islámico. Hay muchos países musulmanes, pero pocospaíses
con un Estado islámico. Hay formas de pertenecer al Islam que no
tienen que ver con lo que se conoce como islamismo.
Giovanni Sartori dice que el Islam es incompatible con la democracia.
El islamismo, la búsqueda de un Estado islámico, es
incompatible con la democracia, simplemente porque el islamismo quiere
sustituir la autoridad del Estado por la de la religión. Pero el
Islam no es incompatible con la democracia. En los debates sobre el tema,
siempre me encuentro con lo mismo: cuando se citan casos como el de Indonesia,
quienes piensan que el Islam es incompatible con la democracia dicen:
Entonces, los indonesios no son buenos musulmanes. No tiene
sentido demonizar así al Islam.
Quizás esa demonización sea producto de la visión
que tiene parte de Occidente de lo que no es Occidente. A la hora de ilustrar
el término musulmán o Islam, las
fotos retratan a gente quemando banderas de Estados Unidos o Israel, enfurecidos,
como si fueran bárbaros.
Cuando Israel realiza ataques en territorio palestino, no se ve
a los israelíes con la estrella de David disparando: se va a los
palestinos heridos en el terreno. Cuando el ataque es palestino, se ve
las manifestaciones de Hamas, los disparos al aire, etc. El Islam está
identificado con la violencia. El término Islam está
sobredeterminado, tiene una significación fija que impide ver lo
que realmente es.
Hay casos, como el de Irán o el de los talibanes en Afganistán,
que podrían justificar esta significación.
He estado muchas veces en Irán. No es ese país lleno
de mullahs (clérigos musulmanes) y de mujeres con el velo en su
cara. Es un Estado islámico, pero su sociedad civil es muy fuerte.
Y lo va a ser cada vez más, como muestra la tensión entre
el ala conservadora de Alí Jamenei y la reformista del presidente
Mohamed Jatami. El 60 por ciento de la población iraní tiene
menos de 25 años: no conoció a Jomeini ni a la revolución
de 1979. Y Jamenei no tiene hoy el poder que tenía antes Jomeini.
Irán cambiará mucho en los próximos 20 años.
En cuanto a los talibanes, ellos sí son una espantosa excepción
en el Islam. Lo que hay que decir de los talibanes es que son un producto
de la Guerra Fría. Los talibanes fueron apoyados por Estados Unidos.
Ahora controlan la ruta de la droga en Asia Central y están vaciando
la región. Puede parecer sorprendente, pero uno de los países
con mayor cantidad de refugiados es Irán. Los talibanes son el
polo contrario de Indonesia. E Irán está en el medio de
ambos polos.
HABLA
EL ESTUDIOSO FRANCES GILLES KEPEL
Los movimientos islámicos perdieron
su atractivo
Por Hermann Tertsch *
La tesis principal de La Jihad.
Expansión y declive del islamismo, de Gilles Kepel, está
en la ruptura de una alianza que ha resultado muy efímera entre
las grandes masas de jóvenes desheredados y sin otra esperanza
que la ideología religiosa y lo que el investigador francés
califica de burguesía del bazar. Pero, en contra de
lo que afirman otros especialistas, para Kepel esa alianza ya no existe
y tampoco su amenaza.
Explíquenos un poco en qué basa su teoría.
Creo que el principal problema al analizar los movimientos islámicos
en el pasado fue que nos concentramos en la ideología y olvidamos
otros factores como las fuerzas sociales participantes en el mismo. Hasta
ahora nos habíamos fijado sólo en las masas de los desencantados.
Yo por el contrario mantengo que los movimientos islámicos eran
socialmente ambiguos. Estaban compuestos por jóvenes pobres urbanos
y también por lo que llamo la burguesía del bazar.
Esos dos grupos lograron cooperar porque otro factor los unió en
cuestiones morales, religiosas y políticas, pero no en cuestiones
sociales. Esta intelectualidad es la que producía el discurso y
la ideología que mantenía la cohesión entre los dos.
¿Se refiere al clero?
Depende, en los países sunnitas no era el clero, eran estudiantes
formados en profesiones como medicina o ingeniería, que descubrieron
a través de ideólogos nuevas formas de interpretar los textos
sagrados y se enfrentaron a los doctores tradicionales de las leyes. En
Irán, por el contrario, el clero chiíta logró secuestrar
muy pronto a este movimiento intelectual. Este es el motivo del éxito
de la Revolución Islámica en Irán y el fracaso de
los intentos revolucionarios en los países sunnitas.
¿Por qué no sucedió entre los sunnitas?
Porque la burguesía del bazar no se subió
al tren, por decirlo de alguna forma. Allí, los ideólogos
del movimiento islámico no eran de los suyos, para ellos eran jóvenes
de educación secularizada con barba. El presidente egipcio
Anuar el Sadat fue asesinado por un grupo en el que había intelectuales
radicales y jóvenes pobres urbanos. Las clases medias piadosas
en Egipto no se unieron al movimiento porque le tenían miedo. En
Argelia, tras la victoria arrolladora del Frente Islámico de Salvación
(FIS) en las elecciones municipales de 1990, en vez de seguir haciendo
crecer el movimiento y ampliar su base de poder y sus alianzas, los líderes
del FIS comenzaron a dividirse y enfrentarse. La facción de Alí
Bel Hach decía aquello de que cuando ganaran las elecciones generales
(después anuladas por el Ejército) nos desharemos de todos
aquellos que hayan mamado la sangre envenenada de Francia. Cuando Alí
Bel Hach decía aquellas cosas, las clases medias que ven la televisión
francesa se unían cada vez más para luchar contra quienes
amenazaban con matarlos. Otro fenómeno interesante es el de Afganistán.
Cuando el Ejército rojo invade Afganistán en 1979, fue Zbigniew
Brzezisnki, asesor nacional de seguridad de Carter, quien pensó
que había que utilizar estos movimientos para luchar contra la
URSS. Así se evitaba tener a jóvenes de Montana o Illinois,
cuyas madres votan, luchando allí. Lo iban a hacer en su lugar
aquellos que no importaban a nadie. Eran llamados luchadores por
la libertad y hoy son terroristas y traficantes de drogas.
Pero la generación de los talibanes es otra, ¿no es
cierto?
Esto es cierto en gran medida. Y ya que vamos a hablar de cultura,
hay que partir de que existe una gran diferencia entre la década
de los setenta y la de los ochenta. En los setenta, los nuevos ideólogos
islamistas en general estaban interesados en leer libros, hacer política,
y sus libros estaban escritos en un lenguaje que entendía cualquiera
que hubiera ido a la escuela. En Afganistán, las cuestiones se
desarrollaron de forma muy diferente. Sus ideólogos fueron desarrollando
o inventandouna nueva escolástica que trataba sobre textos oscuros
prácticamente imposibles de entender que derivaban de supuestas
palabras del profeta Mahoma y que concluía que no había
nada qué hacer al margen de hacer la guerra santa. La posición
afgana llevó a una nueva generación de jóvenes a
considerar que la violencia es la única llave al éxito.
Al fin y al cabo así habían expulsado a los rusos del país.
¿Cuál es la relación del islamismo con la libertad
de expresión?
Hay un cambio muy importante desde los años setenta hasta
la actualidad. Cuando estuve estudiando árabe en Siria a finales
de los setenta nos recomendaron a los estudiantes ver la televisión
siria. Después de un tiempo nos declaramos en huelga, porque todos
los días daban lo mismo. Era Assad, Assad y no se sabe quién
más. Ahora la televisión ha estallado en todos los países.
Ningún régimen puede controlarla ya. En Teherán,
todo el mundo sintoniza las emisoras de radio de la BBC.
Hábleme un poco de la recepción de la literatura occidental
en general en los países islámicos. Porque hasta las comunidades
islámicas en Europa reaccionan, es mi impresión, con hostilidad
o apatía ante la misma.
Depende mucho. En lo que respecta a Europa yo creo que en Francia
es donde los jóvenes individuos de procedencia islámica
han alcanzado un mayor grado de integración. No se encuentran en
guetos como a principios de la pasada década. La nueva economía
ha integrado mucho a estos sectores. Hay muchos jóvenes escritores
de origen norteafricano que escriben en francés y lo hacen con
éxito. Cuando esta gente llega a sus países dejan allí
un pozo cultural y de comportamiento muy importante. La relación
entre las antiguas potencias coloniales y estos países ha cambiado
radicalmente. Después de la guerra de Argelia nadie quería
ser francés. Se consideraba alta traición. Hoy la gente
hace cola ante los consulados para recuperar la nacionalidad a la que
renunciaron en 1962 o para conseguir un visado con el que emigrar. Otro
factor importante es que en los setenta teníamos a la primera generación
popular letrada que fue formada por las élites nacionalistas. Estas
querían propagar la lengua escrita local con objeto de ganar legitimidad
cultural. Los jóvenes de aquella generación se hicieron
con el idioma, pero su cultura era muy superficial y acabaron utilizándolo
para unos fines que eran otros, bajo la influencia de ideólogos
islamistas. Estos les inculcaron que todo lo sucedido en 14 siglos de
evolución de las sociedades islámicas no tenía ningún
valor y era sólo decadencia. Que tenían que regresar a los
orígenes del islam puro de los comienzos. Ellos no tenían
ni idea de historia. Ni la adquirieron, porque sus ideólogos les
decían que lo único que había que saber era el libro.
Ahora el fenómeno es muy diferente. Tenemos una segunda generación
educada cuyos padres ya sabían leer y escribir. Y esta generación
ya tiene acceso al legado de la civilización islámica como
un todo, no sólo a la visión estrecha de la doctrina islamista.
Tienen acceso a Al Andalus, a Averroes, a Maimónides, a Avicena
y a tantos otros. Por eso tienden mucho más a desarrollar una visión
del legado y la herencia que incluye lo que hizo en su día de la
islámica una gran civilización, y que sus padres y tradiciones
desconocían.
Dos estudiosos del islamismo, como François Burgat y el profesor
sirio Bassam Tibi, lo critican por minimizar el potencial islámico.
Ambos toman el islamismo demasiado en serio en términos de
ideología. Yo estaba más interesado en el papel de una ideología
en el tiempo y en su papel cohesionador entre diversos grupos sociales.
Para mí, el movimiento islamista sólo me pareció
relevante como factor cohesionador. Pero ya no lo es entre esa juventud
pobre urbana y la burguesía religiosa bajo la dirección
de los intelectuales islámicos. Ya no es operativo. Creo que lo
que pasa es que al final coinciden quienes ven en el islamismo el futuro
del mundo y quienes creen que es la gran amenaza terrible.
¿Qué piensa de la teoría lanzada ahora por
Giovanni Sartori de que la cultura islámica es incompatible con
la democracia?
En lo que respecta al Islam como dogma, no lo sé. Pero en
lo que se refiere a gentes de origen de países islámicos,
yo no creo que sea así. Creo que lo demuestra la evolución
de los últimos años, especialmente en Francia. Cuando en
un viaje reciente a Brasil dije que era francés, me dijo alguien:
Anda, francés, como Zidane. Zidane ha sustituido al
Abbé Pierre como el francés más popular en las encuestas.
Hoy el bereber de la cabila Zidane es visto como la quintaesencia de lo
francés. La sociedad francesa ha integrado y digerido a culturas
externas con mucha facilidad. Sólo hay que abrir la guía
de teléfonos de cualquier ciudad. Yo soy francés con apellido
checo. Pero esto no supone que yo sea un multiculturalista. Creo que una
sociedad dinámica puede absorber otras e irse modificando.
Para terminar, ¿cree que el papel de la individualidad en
la sociedad musulmana se ha modificado?
Por supuesto que lo ha hecho entre los musulmanes que viven en Occidente.
Pero miremos también, por ejemplo, al norte de Africa. La gente
se traslada a las ciudades, las mujeres trabajan, pero es que además
también deciden si quieren quedarse embarazadas o no, que es una
de las cuestiones básicas en el concepto de individualidad. La
natalidad ha caído radicalmente en Marruecos o Túnez. La
educación ha llevado a esa individualización de actitudes.
Pueden seguir siendo creyentes, pero se han permeabilizado a pensamientos
globales. Creo que el caso de Afganistán es un caso de paso atrás
en contra de la tendencia general. Para la inmensa mayoría del
mundo islámico, Afganistán genera actualmente repulsión,
y todos son conscientes de que sólo sirve para aquellos que quieren
hacer una caricatura del Islam en Occidente.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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